Teapa ayer. 4ta parte
Emilio Antonio Contreras Martínez de Escobar 1906 LA ACTIVIDAD PLATANERA 1906. En el libro de la autoría de Ramón N. López, denominado “Historia del Plátano Roatán en Tabasco”, hace notar, que sería una ingratitud no consignar los esfuerzos perseverantes de los lideres agrícolas, siquiera mencionando sus nombres, para que pasen a la posteridad, de don […]
7 de noviembre de 2019

Emilio Antonio Contreras Martínez de Escobar

1906

LA ACTIVIDAD PLATANERA 1906.

En el libro de la autoría de Ramón N. López, denominado “Historia del Plátano Roatán en Tabasco”, hace notar, que sería una ingratitud no consignar los esfuerzos perseverantes de los lideres agrícolas, siquiera mencionando sus nombres, para que pasen a la posteridad, de don Manuel Jamet, don José Jesús Dueñas y don Vicente Mistretta, los dos primeros iniciadores del cultivo en Tabasco y el ultimo, en el de su exportación.

Cultivo que despertó entusiasmo en todas las clases sociales y quienes se resolvieron a emprender la siembra de nuestra fruta fueron los señores José Jesús Dueñas y el Dr. Nicandro L. Melo, quien decididamente se puso del lado del señor Dueñas en septiembre de 1906, para organizar la exportación y no antes, para que hubiera sido de los primeros cultivadores, porque le absorbía todo su tiempo el ramo de la ganadería a que estaba dedicado. Sin embargo, en ese año de 1906, el citado Dr. Melo, siguiendo su inclinación, inculcada por su señor padre don Vicente F. Melo que fue un abnegado agricultor después de haber sido comerciante en la municipalidad de Teapa, desarrolló grandemente la siembra de plátano sin desatender el negocio de la ganadería, hasta colocar su finca “El Maluco” y sus anexos, como de las de mayor producción en la Zona del Grijalva, tanto, que por mucho tiempo sus cortes decenales fueron de 7 a 8,000 racimos, y hasta la fecha ninguna finca del estado ha llegado a esta producción; condición productiva que hoy no conserva “ El Maluco”, no obstante el empeño y pericia de su hermano el Ing. Vicente L. Melo, que también es propietario de la finca como heredero de la firma “Melo e Hijo”, porque las inundaciones anuales han sido mayores desde hace algunos años.

Pero fue tan constante la propaganda del señor Dueñas, que pocos pudieron sustraerse a su acción efectiva, pues a su palabra unía el hecho que consistía en el reparto gratuito de yemas de plátano a todos los agricultores que llegaban a su finca, y muchas veces llegaba su altruismo a facilitarle embarcaciones y gente para el transporte. Así fue como se levantaron las primeras plantaciones en la zona de los ríos Grijalva, Tacotalpa, Teapa, Mezcalapa, Carrizal, Pichucalco, Usumacinta y Macuspana, así pues, cuando en 1908 se desarrolló por completo el cultivo, ya había en varias de estas zonas la simiente, aunque en cantidades muy pequeñas. 13

1908

MEMORIAS DE UN RANCHERO. RELATO DE DON MANUEL ROSADO GONZÁLEZ. 1908, SAN IDELFONSO LA FINCA

PORFIRIANA

El 23 de enero de 1908 San Ildefonso está de fiesta, celebra el Santo Patrón de la Finca y el cumpleaños de mi padre. Los largos corredores de la casa con artísticos pilares están adornados con cadenas de papel China, farolitas y pencas de coco. Los invitados son los propios peones de la finca, los familiares del amo y los vecinos de la ranchería. El encargado de arreglar la fiesta lo fue Don Salvador Sifuentes Rubio a quien conocían por Doña Chava, por ser el amo de llaves, y vestirse como mujer; gustaba mucho de usar senos postizos y flores en el pecho.

En el oratorio se encuentra el altar artísticamente adornado con ramas de coshiguo y flores de pascua florida. Hay muchos santos pero resalta entre ellos un cuadro al óleo, tamaño natural del señor San Ildefonso, obra del inolvidable pintor, escultor y maestro don Medardo Borjas. El salón está todo iluminado por los grandes cirios.

En el comedor y en la mesa hay muchas bandejas con turuletes y tortillas de manteca. En la cocina borbotenean en el fuego grandes peroles con exquisitos tamales. Las criadas vestidas con camisas, bordadas y amplias enaguas de floreado percal, corren de un lado a otro preparando todo para la fiesta que ya va comenzar. A las seis de la tarde doña Chava da el toque de oración con las campanas que exilan en una de las vigas. Dos horas después, con ella, anuncia el rosario confundiéndose el repique con los camarazos y el estallido de los cohetes. El rezador rivereño, Octaviano Rubio hace los papeles de sacerdote sentado en un butaque amplio forrado con piel de res; lee sus rosarios en un viejo cuaderno y al cantar es acompañado por los músicos; todo es devoción religiosa en esa ceremonia donde los amos y mozos dan gracias a Dios y San Ildefonso por conservarles la salud y la vida.

La finca está alegre. De Teapa hay llegado muchos invitados para celebrar ese día. Los músicos son: Pedro Sozaya y don Federico Urbina. Terminado el rosario principia en los corredores el baile. Las mujeres se acomodan en improvisadas y largar bancas. Los mozos resaltan por sus camisetas de manta y pantalón impecable, con huaraches y pañuelos al cuello, así esperan en pie el primer zapateado. El tío Pedro y don Federico con Carmen Gurría y Rufino Rubio rompen el silencio con sus instrumentos ejecutando el pirihs, la paloma, el tigre, no faltando el torito. Los bailadores con pañuelo al cuello invitan a las mujeres; suenan los huaraches en el piso y es de ver como llevan el ritmo frenético al compás de violines, guitarras y cornetines y a intervalos se escuchan las bombas; las bailadoras con sus sombreros puestos esperan el pago de la “Gala”. Durante la pauta de pieza a pieza se reparten la mistela a los bailadores y aguardiente a los jóvenes y peones en general. Todo es alegría en la finca; se escuchan vivas a los amos, músicos, al mayordomo, a las mozas bonitas y al niño Manuel, (el autor). Un zapateado termina y otro principia en donde cruzan de un lado a otro las parejas. El suelo tiembla toda la noche y se toma mucho café, y licores hasta que amanece hora en que el baile termina.

Ese día es de descanso, las labores principian dos días después; en las viviendas de huano y seto de caña titilan los candiles, se escuchan el golpear de las piedras de moler, los gallos cantan anunciando el nuevo día, los becerros mujer en el chiquero y el Sol principia a disipar las tinieblas y con ello la pea con su canto anuncia el nuevo día. En la casa grande los criados están acción. El Mayordomo toma su café en jícara; después ensilla a su caballo y toma su escopeta; los perros ahuyan porque saben o comprenden que irán de cacería. Los mozos con sus guaraches, garabato en la mano, a la cintura el machete y la lima y al hombro la red y el morral con el mecapal y la pelota de pozol. Por delante va Luis Hernández el Caporal, detrás Ramón Hernández el cuadillo, lo siguen Juan Martínez y sus hijos Antonio y Enrique, después Alcála Hernández, Estanislao Alvarado, Eusebio Jiménez, Faustino, Montoya, Francisco y seis más. Mas reiterado va Florentino Sánchez de Astapa con su escopeta acompañado por los perros Vulcano, Halley y Traviata, quienes vigilarán la milpa por el daño que causan mapaches, chicos y puercos de monte.

En la casa grande se queda don Salvador Sifuentes o doña “Chava” dando órdenes desde los corredores a las mujeres para que suelten a las gallinas, barran la casa, rieguen las flores; y arreglen la mesa; entre tanto, Florencio, el caballerango cepilla el caballo Bausin y lo ensilla para que mi padre de sus vueltas por las haciendas de Cacao y regresar más tarde a desayunar.

Esta fue la vida en la finca porfirianas hasta el mes de septiembre que fueron libertados los trabajadores del campo por la revolución carrancista; en Teapa a la llegada del Coronel Pablo Gamas de las fuerzas del General Luis Felipe Domínguez.

Antes de iniciarse el movimiento de la Revolución Mexicana, en donde ningún rincón del país fue ajeno a esté, el cual transformó drásticamente el entorno de las familias en el territorio nacional viviendo cada una de las regiones esta etapa revolucionaria con muchos sobresaltos pues la sociedad se encontraba entre varios fuegos, por una parte la clase conservadora y por otro lado los revolucionarios, desdibujándose el verdadero movimiento que fue aprovechado por asaltantes, salteadores de caminos, que asolearon a las poblaciones de todas partes, por lo que resulta importante recoger algunas vivencias que dejaron plasmadas quienes tuvieron la oportunidad de ser testigos vivos de estas etapas antes y después del movimiento revolucionario.

1910

DOS AÑOS EN EL INSTITUTO HISPANO TABASQUEÑO RELATO DE DON MANUEL ROSADO GONZÁLEZ

Sentado en el plan de un cayuco hecho del árbol de Caracolillo, debajo de un toldo de lona, salimos de San Ildefonso una madrugada del mes de agosto del año de 1910 para San Juan Bautista. Mi padre me llevaba a inscribirme e internarme en el Instituto Hispano Tabasqueño para continuar mis estudios de primaria.

Nunca olvidare aquella madrugada, mejor dicho a desvelada por el regocijo de ir por primera vez a San Juan Bautista no al colegio. Primero porque mi padre y el amo de llaves don Salvador Sifuentes estuvieron arreglando el bastimento, doña “Chava” que así se hacía llamar dado el cariño que me tenía me preparo una “Molida” de chocolate de canela y una cajita de dulce de leche.

A las dos de la madrugada el cayuco se desprendió del barranco para deslizarse mansamente por las aguas de Río Teapa. Con el fresco de la mañana y el monótono chapotear de los remos, me dormí hasta el amanecer, hora en que mi padre me despertó para mostrarme la boca o desembocadura del Río “Puyacatengo” y Santa Rosa del tío Lencho Gurría. Admirado contemplaba la casa de los ranchos que en

ambas márgenes del rio se encuentran. Cerca de la boca del Río Tacotalpa mi papá destapó la puscahua que contenía el almuerzo dándome una pierna de gallina frita, muy olorosa a ajo. ¡Que sabrosa es una comida cuando se viaja por el rio! … A las tres de la tarde llegamos a pueblo nuevo o pueblo viejo pues desde entonces lo conocí viejo.

Los mozos de este pueblo y después de que aseguraron el cayuco lo abandonaron para “echarse un trago” en la tienda y cantina de don Blas Limonchi y después beber y comer; más tarde continuamos río abajo y al caer la tarde pasábamos por el Ingenio Azucarero “El Censo”, después Torno Largo y finalmente llegar a San Juan Bautista a las ocho de la noche; allí el cayuco atracó en el PASO de Berreteaga a donde nos dirigimos al “Gran Hotel” propiedad del Teapaneco don Pánfilo González Maldonado.

Que grato fue para mí pasar por los portales del barranco, entonces calle de Grijalva avenida hoy de Pino Suárez. Mucho recuerdo el muelle con su grúa portátil, las inmensas bodegas de tablas de pino y tejado de zinc; “La Galatea” restaurant bullicioso con cantina aristócrata, administrada por don Pedro F. Cornelio, en donde comían ochenta o mas españoles. La casa Ripoll almacén de lujo, la casa Juan Ferrer con sus portales y el olor a cuero curtido con mangle, y a jabón de sebo. El Hotel Tabasqueño y la refresquería que don Juan Bosch. El Hotel Grijalva del Viejo León y sus camas a tostón. Los hermanos Carrillo con su barbería en donde se arreglaba mi padre cuando bailaba en el casino. El maestro León con su sastrería a la moda. El “Hotel Zaragoza”, con su bien atendido restaurante y el sonriente y atento gordiflón don Braulio Llanos y más haya el “Gran Hotel”, la aristocrática residencia de los hombres de negocios y finqueros que viajaban a caballo con el indispensable “Tallacan”.

Al llegar a la puerta del Gran Hotel espléndidamente iluminado (salieron al encuentro de mi padre el doctor Nicandro L. Melo, su compadre el Lic. Duque de Estrada, don Pánfilo González y su hermano José María que ostentaba una hermosa barba negra idéntica a la de don Roberto Moret, don Fernando Mijares y don Lorenzo Gurría. La barba elegante era entonces adorno personal y causa de respeto. Todos ellos como compañeros de infancia lo abrazaron y felicitaron por la decisión de llevarme al colegio. Aún recuerdo las alentadoras frases de mi padrino el doctor Melo (QPED). . . Haces muy bien Regulo, la mejor herencia que se le puede dejar a un hijo es una buena educación. Después de una larga platica sobre diversos tópicos, pero sobre todo de Teapa, mi padre se despidió con hasta mañana y subió a su cuarto para descansar.

Al siguiente día y después de una buena cena en el Zaragoza, tomamos las calles de Lerdo Y Juárez; por la acera derecha mi padre tocó a las puertas de una casa pintada de verde, de dos pisos que ostentaba el nombre “Instituto Hispano Tabasqueño”. Salió a recibirnos el profesor José Gurdiel Fernández, Sacerdote Español que había renunciado de su noble misión para dedicarse a la del magisterio. Este era delgado pero bien parecido, erguido, de modales finos y correctos. En el acto nos hizo pasar a la dirección en donde nos brindó saientos. Después de que mi padre le expreso a lo que había llegado, con cariño hizo que me acercara a él, me sentó en sus piernas, me besó y acaricio la cabeza, me obsequió unos dulces y me dio a conocer las delicias del internado, como no sabía que era eso, de momento acepté todo aquello con gusto; más cuando mi padre se marchó quedándome solo en aquel enorme caserón en donde todo era silencio dado que los internos estaban de vacaciones, entonces si sentí lo que es tristeza y llore abrazado de mi cabecera; llamé a papá porque madre no tenía, entre mis sollozos también llamaba a Chepa la criada que me topaba en la cama de la finca, todas las lágrimas que derrame fueron inútiles hasta que al fin el sueño me sorprendió. Por la mañana tuve que levantarme sin criados, arregle mi cama, asearma debidamente y bajar solo a desayunar. Esta fue la primera lección que recibí, en la vida de que bastarse por sí solo. Allí principie a no ser el huérfano consentido y no recibir las caricias del hogar ni los amaneceres preñados de ilusiones de una finca.

Unos días después se presentaban las fiestas del Centenario con las que se gozaban por las calles por ser acto que nunca había visto. En el playón tuve la oportunidad de contemplar el ejercicio de tiro por los soldados del Gral. Andrés C. Sosa C: así como también la representación de la llegada de una campechana de don Juan Grijalva con doña Marina y los soldados españoles con barbas negras, muchachas distinguidas vestidas de indias mexicanas. Entre los muchachos con el papel representativo de soldados, recuerdo a Juan Galán y a Pepe Arbollea, Luis Egurrola, etc; entre las muchachas vi a las hijas de don Amando Pedrero y María Azuela. También tuve la oportunidad de concurrir a la inauguración del Hospital Civil y el monumento a Hidalgo; al siguiente día la inauguración del Parque de la Paz en donde don Manuel Merino declamó una bonita poesía. Allí vi al Gral. y Gobernador Bandala con su traje de gala, al Lic. José Ventura Calderón vestido de gala militar dado que había combatido a los franceses en México.

Ese día aborte los carritos alegóricos jalados por tres mulas muy adornadas, por la noche me dirigí a la Plaza de Arma en donde hubo Kermesse; en fin, con estas diversiones olvide un poco mi triste soledad, máxime que ya habían en el colegio unos treinta internos.

El 17 de septiembre de 1910, después de haberse celebrado esas suntuosas fiestas correspondientes al primer centenario de nuestra independencia “se reanudaron las clases en la forma siguiente: primer año a cargo del Profesor Alcides Mendoza, segundo Prof. Fidel Rosado, tercero Prof. Joaquín Palou (español), cuarto Prof. Ricardo Calcáneo (de Teapa), quinto Prof. Alfonso Caparroso y sexto el Prof. José Gurdiel Fernández; este último fue un sacerdote de origen español, de Servilla que llego a Tabasco traído por el Obispó Castellanos para fundar el colegio “San Luis Gonzaga”, colegio que clausuro el año de 1909 época en que renuncio al sacerdocio para casarse con la señorita Guadalupe Pulido originaria de Comalcalco y fundar el Instituto Hispano Tabasqueño en sociedad con el Prof. Alfonso Chaparroso sitado en la calle Juárez No. 47 en San Juan Bautista, casa que no obstante los años se encuentra intacta. El Prof. Gurdiel era sumamente culto, vestia bien y usaba bombín. Fue periodista de combate, dirigió “El Correo de Tabasco”.

En 1911 Gurdiel y Chaparroso, se disgustaron por encuentros políticos que nacieron al calor ed la campaña electoral para gobernador de Tabasco por el Dr. Mestre Ghiiiaza y del Lic. Lorenzo Casanova, de Teapa Gurdiel enemigo político del Dr. Mestre, se sublevó a favor de Pascual Orozco en Balancán donde fue asesinado con algunos de los que lo acompañaron en esa aventura. Estando en la cárcel de Balancán fue atendido por Regino Hernández Llergo, que había sido discípulo cuando cursaba sexto año.

El Prof. Alfonso Caparroso era de poca estatura, blanco pálido, delgado, inquieto de ideas revolucionarias y magnífico orador, gustaba vestir traje blanco, corbata y sombrero bombín. Vivía en el mismo colegio con su esposa doña Carmita Valencia de Caparroso y sus hijos Carmita, Santiago y Amado.

Fueron alumnos del sexto año con Gurdiel y Caparroso, Regino Hernández Llergo, Demofilo González Calzada, Salvador Amores, Higinio Camelo, Gabriel Torres, Pepe Polá, Francisco Garrido Villar, Antonio Sangeado. Del quinto año recuerdo a Octavio González Calzada, Octavio Hernández, Agustín bastar, Andrés Figueroa balboa, José Jesús Hernández Llergo y otros que por el momento no recuerdo. De acuarto año a José Jesús Dueñas, Cesar Rojas, Joaquín Bates, Marcos Díaz, Horacio Hernández, Rodulfo Brito Fucher, Joaquín Peralta, Amador Izundegui, José y Jesús Suarez Narváez; de tercer año a Ángel Pacheco Morgadanes, Gonzalo Izundegui, Gregorio Bastar, Laureano Martínez, Francisco y Antonio Ardines Bulnes, Manuel Casado, Gabriel Velázquez, Terencio Sala, Carlos Roca.

El internado con sus distintos dormitorios estaba situado en el segundo pio. Cuarenta camas distribuidas en grupos alojaban a otras tantas traviesos muchachos que no descansaban en sus travesuras; nadie dormía al iniciarse en la oscuridad la guerra de zapatazos; algunas de mayor intensidad fueron dirigidas a nuestros propios maestros tocándole también al Prof. Alcides Mendoza, este por no simpatizarnos y a quien apodábamos el “zambo”. Figuraba como jefe entre los traviesos Octavio Hernández en cooperación con Joaquín Peralta, Horacio Hernández y Cesar Guerrero.

Una de esas noches Joaquín Peralta y yo, amarramos un hilo color negro del lavamanos del Prof. Mendoza, dicho hilo terminaba en el baño lugar donde nos escondíamos para tirar de él cayendo ponchera y jarra al suelo, causando escandalo sin igual; el profesor Mendoza se levantaba exclamando pestes contra gatos culpables; esta travesura se descubrió terminando con nosotros en la gatera.

Octavio Hernández que gustaba hacer reñir a sus compañeros, tramo pleito entre César Rojas y José Jesús Dueñas, con el siguiente dialogo:

¡Oh, que feo te dijo el chelo! – le manifestó Octavio a Chucho – ¡Que bárbaro! – continuó- ¡Oye lo que te contesto! … ¡No te dejes!

A mí nadie me espanta. – Contestó Jesús Dueñas. – Soy descendiente de gobernadores.

¡Ah, caramba! … ¡Que fachoso! – exclamó Rojas agregando -: Si tú eres de gobernadores yo pertenezco a la familia revolucionaria…. Mi tío Cap. Hipólito Rojas era el que prendía la mecha al cañón en Aldama y es el artillero del Gral. Ignacio Gutiérrez.

¡Dejen de discutir! – exclamó Octavio Hernández-.

El Prof. Caparroso que en esos precisos momentos se presentó, metió al Chelo y a Chucho en la “Gatera”

En el Instituto también se formó un sindicato de fundadores cuyo Presidente fue Romeo Padrón fungiendo como Secretario el autor de esta biografía los que fueron discípulos natos de Pepé Guzmán.

En una ocasión pedí prestado al Prof. Santa María un rifle de la (u) y me dirigí a la Laguna del Negro en Compañía de José Jesús Hernández y Marcos Díaz. Frente a la Tabacalera Tabasqueña y de regreso me encontré a Felipe Ramón Vidal, (Currumana) quien se dirigió a mí preguntándome si estaba cargado el rifle a lo que respondí en sentido afirmativo. Préstamelo aquí hay una paloma y yo por tarugo se lo di, el que en el acto tiro a una gallina y en esos papaloteando en el suelo. Recogí la gallina y en esos precisos momentos gritaron unas mujeres llamando a la policía presentándose “pijul” el terror de nosotros el cual nos prendió y llevo a la Inspección de Policía en donde más tarde nos fueron a sacar los profesores Santamaría y Caparroso.

En ese mismo año, al terminar los exámenes el Profesor Ochoa Lovato traspaso el colegio al culto maestro Gil segundo Gil, quien logro sostenerlo durante el turbulento año 1914-1915.

El 8 de septiembre de 1914, salimos a San Juan Bautista en compañía de Ramiro Beltrán embarcándonos en el motor “El Señorito” perteneciente al Licenciado Leandro Luque de Estrada por haber entrado los carrancistas a san Juan Bautista, tuvimos que regresarnos iniciando en octubre un nuevo viaje.

En octubre de ese mismo año, arribe a San Juan Bautista en la canoa “La Chela”, me aloje como cupilo en la casa de residencia de la tia Agustina Santiago de Marshall, ubicada en la calle de Ocampo No. 1 en donde encontré al piloto don Andres Calcaneo que acababa de llegar en un motor especial para salvar a su hijo el licenciado Andres Calcaneo Diaz, dado que su vida estaba en peligro por el triunfo de los carrancistas y entrada a San Juan Bautista que con pleno rencor revolucionario, cometían atropellos, despojos y fusilamientos con los que pertenecían al régimen de Victoriano Huerta, esa noche sentados en el comedor y con las puertas cerradas estando presente la tia agustina y su esposo, escuche el siguiente dialogo: ¡mira Andresito – le manifestó su padre – Vine especialmente a buscarte, tengo el motor en el tanque cargado de gasolina en el Paso del Maculis. Hoy mismo a media noche saldremos y mañana ya estarás sano y salvo en la Ciudad del Carmen en donde no se correrá peligro tu vida. Fíjate que ya todos los huertistas se huyeron y otros presos. Solo faltas tú sobre quien recaen las acusaciones de haber traicionado a revolucionarios de la Chontalpa. – No papa le contesto el Lic. Calcaneo- yo no me voy, porque tengo la satisfacción de no haberles hecho mal a esta gente, ya Toño Hernández Ferrer que esta con los revolucionarios me ofreció presentarme y que me darán garantías. Yo también soy de los mismos ideales que ellos y no tienen por qué hacerme daño. – No seas ignorante, Andrecito – le contestó el padre- aunque tu tengas esa satisfacción, no te la tomaran en cuenta, después de la derrota que el mayor Noriega les dio a estos en la Chontalpa… ¡Vamonos, Andrecito, te lo pido por favor! … Es tu padre el que viene a salvarte de la furia de esta gente ávidos de venganza… No papá, yo me quedo.

Calcáneo antes de que fuese fusilado pidió escribir una carta a sus padres para lo que pidió una hoja de papel de un cuaderno de uno de sus compañeros que en la puerta estaban, carta que escribió con toda serenidad sobre una tumba y redactada en la forma siguiente:

Papá muero tranquilo porque no creo haber obrado nunca con maldad en mis actos como hombre público. A mí me tocó la de pagar por las infamias de otros más hábiles, (porque en realidad eran culpables) se escaparon a tiempo. Yo me presente voluntariamente. Cuida a mi madre a quien tal vez mate el pesar que mi suerte le cause. Besos a mis hijos, quienes tendrán la desgracia de perder a su padre en sus tiernos años. Mi último pensamiento es para Eva que ha pasado por tan duras pruebas. Recoge mis libros y guárdalos como un recuerdo de tu hijo que al morir te manda el alma. Andrés.

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13 N. López Ramón, “Historia del Plátano Roatán en Tabasco”, 2004, Diseño Editorial Claudia Espejo Mena, México, Págs. 15, 18, 19 y 20.

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