Teapa ayer. 10ma parte
Emilio Antonio Conreras Martínez de Escobar ING. JOAQUÍN PEDRERO CÓRDOVA Es importante mencionar que la residencia de Campeche estuvo a cargo del Ingeniero Joaquín Pedrero Córdova, otro hombre de ciencia nacido el 15 de marzo de 1978 en esta ciudad de Teapa, Tabasco, quien fue parte importante y fundamental en los trabajos de construcción del […]
13 de noviembre de 2019

Emilio Antonio Conreras Martínez de Escobar

ING. JOAQUÍN PEDRERO CÓRDOVA

Es importante mencionar que la residencia de Campeche estuvo a cargo del Ingeniero Joaquín Pedrero Córdova, otro hombre de ciencia nacido el 15 de marzo de 1978 en esta ciudad de Teapa, Tabasco, quien fue parte importante y fundamental en los trabajos de construcción del ferrocarril del sureste, pues estas brigadas de verdaderos héroes no estuvieron ajenas a condiciones muy difíciles de trabajo. En la revista Los Pioneros del ferrocarril del sureste nos narra el señor Juan Errejón Álvarez, lo siguiente, que demuestra la calidad humana de este Ingeniero Teapaneco, quien fue discípulo del sabio Don José Narciso Rovirosa, traductor del Francés de la Hidrografía de St Germain, comisionado para fundar la red meteorológica en el Estado de Tabasco, Director de la Construcción del “Parque Hidalgo” de Teapa, en 1906, Asesor Personal del Presidente de la Republica General Lázaro Cárdenas del Rio, Jefe de la Comisión Internacional de Límites entre México y los Estados Unidos de América, Secretario de Agricultura entre otros importantes cargos.

“… los trabajadores que formaron las brigadas en la selva o en pequeños poblados, tuvieron constantes problemas de toda índole. Sus tiendas de campaña resultaron inadecuadas e inseguras expuestos a toda clase de alimañas, insectos, tarántulas, víboras, plagas de mosquitos, escases de agua y de alimentos, con calor terrible y, sobre todo, por el aislamiento de la selva. Hubo una brigada que se instaló en salto de agua especialmente diezmada por el paludismo. Constantemente nos llegaban enfermos de ahí, al grado de que causaba pavor a todos, ingenieros y trabajadores, cuando se les ordenaba reemplazar a los enfermos y que llegaban a la casa- oficina en Ciudad del Carmen, casa muy amplia, con cuatro corredores y patio en el centro, siempre ocupado por enfermos de paludismo para ser atendidos por el médico de la compañía. Recuerdo que nos llevaron inconsciente al Ingeniero Adalberto Sandoval Chamberlain. El señor doctor Balcázar, gran conservador, muy agradable y fino como amigo, pero escaso de recursos médicos – ¿o entonces no los había? solo hacia una cosa para todos por igual: inyectar quinina por completo. En otros, simplemente no hacia efecto alguno y al doctor le daba lo mismo simplemente no le preocupaba. Entre estos últimos se encontraba el caso del Ingeniero Sandoval, hombre muy joven atacado con altas temperaturas que lo tenían siempre inconsciente. Varias veces hable con el doctor y su respuesta era la misma, lacónica e indiferente; “No podemos hacer más”. El doctor Balcázar, como persona y amigo, era muy estimable, ameno, conversador y siempre de buen carácter., sobre todo muy adicto y entusiasta para la baraja. Nos reunía a tres o cuatro ante una mesa del corredor que se orientaba hacia el mar y ahí se pasaba las horas disfrutando del póker, juego en el que era un verdadero experto y con frecuencia nuestras quincenas pasaban lindamente a sus bolsillos. Al llevarse una buena mano que no se había hecho “polla” insistí: en definitiva doctor, ¿Qué podemos hacer con este enfermo? Refiriéndome al Ingeniero Sandoval. Por primera vez me contestó con interés. Lo único que salvaría a este muchacho seria su inmediato traslado a México. Fui en busca de mi gran amigo capitán aviador y le dije, Capitán Cárdenas es necesario llevar a México al Ingeniero Sandoval. Se nos muere si no lo hacemos. Opino lo mismo – me dijo, – pero el señor Ingeniero principal único quien podría ordenarme su traslado está ausente y regresa hasta la semana próxima. Yo no tengo facultades para ordenarle comenté, pero sí confió en el alto sentido humano del señor ingeniero Joaquín Pedrero y asumo toda la responsabilidad de convencerlo de la necesidad que tuvimos al tomar esta decisión. ¿Qué resuelve? Nos arriesgamos, respondió el amigo. Por mi parte, envié un telegrama urgente al hospital colonia para que esperaran la avioneta en el aeropuerto con una camilla para recibir al enfermo. Mucho tiempo después encontré en México al Ingeniero Sandoval, quien me informó que no volvió al sureste pero siguió trabajando en ferrocarriles como Ingeniero de División en Jalapa y Puebla, con el cambio de lugar, tuvo inmediato alivio del paludismo y agregó que gracias al señor Capitán Cárdenas y a mi intervención seguía viviendo.”37

El señor Ingeniero Sánchez, en una visita que hizo a nuestras oficinas en Ciudad del Carmen y en presencia de los jefes de brigada, llamó la atención al Ingeniero principal por este hecho con palabras duras bruscas y groseras, que el avión del ferrocarril no fue comprado para el traslado de enfermos, para eso contábamos con un médico residente., que ahora todos los que sintieran enfermos desearían ir en avión para pasearse en la capital que lo prohibía terminantemente, etc. El señor Ingeniero Pedrero tan decente se puso intensamente pálido pero nada contestó, y ni siquiera dirigió una mirada a los directamente responsables dignamente aguanto todas las groserías que se le dijeron. Recuerdo que en esa misma junta, también haciendo gala de ser el jefe y con su absoluta falta de decencia, delante de todos, critico acremente a un Ingeniero de apellido austriaco quien no imaginando lo que pasaría, se presentó en la junta muy ufano, vestido de charro. Lo criticó por los escasos avances tenidos por la brigada a su cargo y ahí mismo le dijo que estaba despedido de su trabajo por inepto.

Como se puede observar muchos fueron los obstáculos a los que se enfrentaron los pioneros del ferrocarril para llevar a cabo los tramos para la construcción de la obra de arte, ejemplos de luchas por hallar la mejor solución, las localizaciones, los cruces, el abandono de la ruta de la sierra por la de las sabanas, el paso de lomeríos accidentados entre los ríos Mezcalapa y Pichucalco, presento también serios problemas de localización, teniendo que compararse diversos trazos afinándose posteriormente el elegido como definitivo para no romper los lineamientos generales ni la máxima pendiente, proyectados para la vida del sureste.

De Teapa hasta el cruzamiento del rio Usumacinta en Boca del Cerro, cerca de Tenosique Tabasco las primeras localizaciones también fueron objeto de modificaciones a fin de acortar distancias, mejorar curvaturas y pendientes que se tradujeron en menores costos de conservación y explotación. 38

INAUGURACIÓN DE LA ESTACIÓN TEAPA DEL FERROCARRIL SURESTE

Teapa ha estado siempre, en el pensamiento y en la prosa del poeta o poetizas, ya sean nacidos, o avecindados de esta tierra, en donde cada uno de ellos plasmo para siempre sus sentimientos, su nostalgia, sus alegrías, sus emociones, como lo hizo Don Pedro González Figueroa, en su poesía llamada “Noches de Teapa” donde describe el viento de la sierra, la risa de las aguas limpias y azules, de las manchas del blanco caserío, o los cocuyos que volando se centellean; o la prosa de Dolores Correa Zapata, quien con profunda sensibilidad y nostalgia escribe su poesía denominada “Sus recuerdos del Puyacatengo” en donde hace notar el imponente panorama de los cerros que tocan el cielo y el infinito sobre el valle extenso observando los dibujos caprichosos en el fondo del verde más variado, presumiendo las ondas de nácar y esmeralda, ya irritado, ya manso y silencioso, el rio de mi Teapa más hermoso, sin faltar la poesía inspiradora del inmortal poeta teapaneco Carlos Ramos, que haciendo gala de toda la elegancia de la prosa, describe a Teapa refiriéndose como un bello paisaje del sureste; bajo un cielo de cálidos fulgores, donde se levanta poético y agreste el rincón donde anidan sus amores; y acertadamente escribe: Allí sus dones derramo natura embriagada de luz y de cariño como madre amorosa en su locura al mirar los encantos de su niño.

Sin faltar la inspiración de Don Marcos E. Becerra, gloria inmortal de este bello rincón de Tabasco, del profesor Don Alberto Correa Zapata, de Don Ramón F. Cornelio, de Don Loire Sala Casanova, de Don Marco Aurelio Jiménez Calleja, quien en su poesía llamada “La iglesia de mi pueblo” retrata fielmente el exquisito templo de Tecomajiaca que tenaz construyeron allí nuestros ancestros y muchas plumas de lujo como el Licenciado Bernardo del Águila Figueroa, sin faltar el inolvidable Licenciado Lorenzo Calzada del Águila, el “Chato Calzada” que describieron con amor y con encanto, el embrujo y la seducción de este bello rincón de la sierra del sureste; por donde un día abría de trazarse y construirse parte del ferrocarril del sureste, que fue un parteagua muy importante para el desarrollo de la región, en lo agrícola, en lo comercial, forestal, ganadero y el canto rodado, que dio oportunidad a muchas familias unas de origen teapaneco y otras no, que al paso de los años pasaron a formar parte de esa gran familia teapaneca, que sin duda alguna cada una aportó y dio lo mejor de sí, su tiempo, su esfuerzo, su conocimiento, su empeño y talento para lograr detonar lo que hoy es Teapa.

El cariño que estos dos grandes personajes profesaron a su tierra natal, su entrega, dedicación y profesionalismo tanto del Ingeniero Pedro Agustín González Figueroa como del Ingeniero Joaquín Pedrero Córdova, a todo orgullo originarios de este pedazo de patria, quienes lograron hacer realidad sus sueños, uno con el trazo de la Línea del Ferrocarril desde 1906, y el otro aportando sus conocimientos y su fuerza laboral y con casi 50 años de estudios, esfuerzos y grandes sacrificios y ya no vieron culminar ninguno de los dos este proyecto de gran impacto, pues fallecieron antes del año de 1950, fecha en que se inauguran los Ferrocarriles del Sureste.

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37 Errejón Álvarez, Juan, “Los Pioneros del Ferrocarril del Sureste”, Revista Ferronales, Mèxico, (1981): TOMO LXVI

38 Errejón Álvarez, Juan, “Los Pioneros del Ferrocarril del Sureste”, Revista Ferronales, Mèxico, (1981): TOMO LXVI

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