HEBERTO TARACENA RUIZ
Yacen en el panteón
memorias vivas
de amigos, familiares,
conocidos.
¿Son muertes paradojas?
No.
Digamos de recuerdos
enfilados
de sepulcro en sepulcro
escritos sobre losas
que no deslumbran
la mirada de nadie
pero que trascienden
a lo más apegado
de lo que cada uno
de nosotros
es en la intimidad.
Remembranzas sin voces,
que no las necesitan,
en sus múltiples lenguas
de horizonte lejano
y cercano.
La memoria no está
nada más en banquetas
que las personas corren:
allá donde el bullicio
habla en lenguas silencio
sordo de transeúntes.
Suele la algarabía
parecer compartirse
entre sobrevivientes:
niños o jóvenes
que habitan de este lado,
es decir en hogares,
plazas y callejones,
en movimientos casi
imperceptibles.
Una característica
de existencia es traer
la memoria consigo.
Ésta que no se nutre
solamente
de personas presentes
sino de tumba en tumba.
Yacen en el panteón
memorias vivas
de amigos, familiares,
conocidos.
Cunduacan, Tab., a 11 de Sepbre. De 2022