Ferdusi Bastar Mérito
Rumbo Nuevo
En nuestros pueblos originarios el recuerdo de nuestros difuntos era muy diferente a las costumbres que trajeron los españoles, tanto en la forma, como en el fondo.
Para la Iglesia Cristiana, el 1 de noviembre es para honrar a todos sus santos. Y San Odilón instituyó en Francia en 998 el día 2 de noviembre para orar por los “fieles” difuntos, costumbre adoptada posteriormente por Roma. Esto crea el “día de las ánimas”, para ofrecer sufragios, rezos y misas por las almas del purgatorio, la “iglesia purgante”, expiando sus pecados veniales, para que terminen esta etapa y puedan ir a la presencia de Dios.
Por tanto, según las costumbres de los que nos invadieron, los difuntos tenían un destino según sus obras en su vida, que determinaba un castigo, el infierno, o un premio, el paraíso, previo paso por el purgatorio.
Para nuestros pueblos originarios no había castigo ni premio, y más bien la ruta la definía el tipo de muerte que habían tenido. Así, para los antiguos mexicanos, la fiesta o reencuentro con los “muertos chiquitos” se celebraba a partir del 16 de julio y duraba 20 días, y la fiesta de los “muertos mayores” comenzaba a partir del 5 de agosto, terminando con altares y ofrendas que persisten hasta nuestros días, homenajeado especialmente a los guerreros y mujeres distinguidas, en particular a las fallecidas en el parto, consideradas grandes guerreras.
Con la colonia surgió el sincretismo, y los pueblos originarios, reprimidos con la “santa inquisición”, trasladaron sus costumbres a las fechas impuestas, y convirtieron el “día de las ánimas” en su día del reencuentro con sus muertos, el “día de los muertos” que vivimos en México.
Y si se trata de traslados, pues yo me apunto y celebro con gran pachanga mi santo el 1 de noviembre, pues siendo como es, el “Día de todos los Santos”, creo que allí se puede colar un San Ferdusi.