A Bertha Ferrer
Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo, ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos para que nunca recemos como el sacristán los rezos, ni como el cómico viejo digamos los versos. León Felipe / Romero solo   Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com Ayer otra muerte sucesiva. Poco a […]
21 de octubre de 2013

Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos.
León Felipe / Romero solo

 
Erwin Macario
erwinmacario@hotmail.com
Ayer otra muerte sucesiva. Poco a poco nos vamos, amiga. Nada queda sino el recuerdo, nuestra inmortalidad.

Tú, siempre humilde y amable en la cultura. Tu mano abierta más para dar que para recibir. Lo sabemos quienes compartimos tu paso de martirio por la vida, Job sin quejarte, siempre fuerte ante todos y ante ti.

Ayer, domingo, día de Santa María Bertila, ¿coincidencia en el nombre?, tu voluntad nos dejó físicamente. “Princesa de las aguas”, es Bertila en lengua siria; “espejo”, en lengua hebrea. ¿Otra coincidencia? Esa santa, amiga Bertha, maestra Bertha, tuvo una vida desgraciada y al ingresar a las Hermanas del Sagrado Corazón dijo a su maestra de novicias que ella quería ser santa.

En la cultura, lo sabemos, se ora a Dios, a la Creación. Se trabaja, se labora como toda tu vida, puede decirse, lo hiciste tú. Laborare es orare. Dama de nuestras aguas, Bertha Ferrer. Espejo de nuestros caminos en el arte y la cultura.

Y tu pie caminó suelos distintos en la cultura. Nunca tu oración fue la falsedad ni los versos carecieron de lozanía y juventud.

Escribo junto a mi altar donde, otra coincidencia, hay mayoría de santas. La postal de una virgen pintada por ti, virgen con niño, me acompaña desde tu exposición, reciente,  en el Planetario.

El gran Teo me enseñó a ver que eras una especie de madre en el templo de la cultura. A él lo retuviste para que no se fuera del taller literario y nos regalara una producción literaria que salva un poco este quehacer en Tabasco, junto con otros que hallaron, en parte, espacios en una revista como “Presencia”, tu presencia entre nosotros.

Desde hace tiempo supimos que estabas lejos de quienes compartimos tus sueños. La desaparición de la Casa Siempreviva, tu casa, tu obra, fue una de las causas. Se fue antes que tú. La misma enredadera que era sombra para todos en las tertulias y reuniones de amigos parecen estar muertas.

Sabíamos a tras mano de ti. De tu lucha permanente. Tus ojos, tu corazón, se mantuvieron firmes. Fortalecidos en lo que supiste dar. Alguien, un día, levantará la bandera de “Presencia”. Es necesaria una revista en la cultura en Villahermosa. Un esfuerzo como el que, otro grande, hace Marco Antonio Acosta y su “Albatros

Viajero”.

Hay esperanza. Tú, desde otra dimensión lo sabrás.

Hoy, te vamos a despedir físicamente, maestra. Pero vivirás por mucho en el recuerdo, lo inmortal que tenemos.

Y en esta despedida, va un poema que el eterno mexicano-español, debió escribir para ti.

Fue para ti, maestra Bertha. Hasta el nombre del poema le puso León Felipe. Te lo entrego en esta despedida:

BERTUCA

En tu agonía, amor.

¡Cuánto le costó a la muerte apagarte los ojos!

Sopló una vez,

dos veces,

tres veces –¡bien lo vi! –

y tus ojos siguieron encendidos.

Alguien dijo:

Ya no tiene ni sol ni sal en las venas

y los ojos no se le apagan.

Yo llegué a pensar que no se apagarían nunca,

que quedarían encendidos para siempre

como las alas de una mariposa de oro

eternamente abiertas

sobre los despojos de la muerte.

Al fin todo se hundió…

y tu mirada se torció y se deshizo

en un cielo turbio y revuelto…

Y ya no vi más que mis lágrimas.

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