Voces del cambio verdadero
La riqueza de la pobreza III Luis A. Pampillón Ponce pampillon_p@hotmail.com Enrique Krauze, sin titubear bautizó a la generación nacida entre 1950 y 1965 como la generación de la discordia que hizo su aparición en 1994 con la interrogante de llevar al país a la revolución o a la democracia. En el gobierno de Fox, […]
24 de mayo de 2016

La riqueza de la pobreza III

Luis A. Pampillón Ponce
pampillon_p@hotmail.com
Enrique Krauze, sin titubear bautizó a la generación nacida entre 1950 y 1965 como la generación de la discordia que hizo su aparición en 1994 con la interrogante de llevar al país a la revolución o a la democracia.

En el gobierno de Fox, señala Krauze, descollaban dos proyectos: actuar contra los vestigios del antiguo régimen u optar por una política de conciliación. En las vacilaciones provocadas por esa tensión interna se perdió la «ventana de oportunidad» que ofrecía la arrolladora popularidad inicial del presidente. El tiempo pasó muy rápido y se creó un vacío de poder que aprovecharon poderes regionales y fácticos, lícitos e ilícitos, y un nuevo líder carismático, el Jefe de Gobierno del D.F., Andrés Manuel López Obrador (1953). Tomando la estafeta de Marcos (que se desvaneció en la penumbra y la leyenda) López Obrador ahondó la discordia interna en la Generación del 94. Su plataforma no proponía la construcción de un orden democrático nuevo sino la vuelta al orden antiguo de la Revolución mexicana, en su momento cardenista.

Hágase la cuenta de los últimos veinte años y se apreciará el predominio de la Generación del 94. Representan ideologías distintas, proyectos diversos. En ciertos ámbitos (la Suprema Corte, el INAI, el INE) han hecho aportes al nuevo orden. A esa generación pertenece Felipe Calderón (1962). Más allá de sus aciertos y desaciertos, su gobierno preservó el frágil edificio de la democracia, dice el intelectual orgánico y sostiene:

La destrucción de ese edificio no es imposible. A partir de 2006, la política mexicana se volvió una batalla campal en el seno de la Generación de 1994. El líder de su ala radical opina que el modelo económico es absolutamente erróneo. Y sostiene que no vivimos en democracia. Está en su derecho, pero sus afirmaciones contradicen su propio lugar en la vida pública: tiene la propiedad privada de un partido político, goza del financiamiento público que eso supone y una exposición sin precedente en los medios de comunicación. Su postura presagia lo que sería su gobierno. El advenimiento de un caudillo mesiánico a la presidencia, hecho inédito e incompatible con las leyes e instituciones de una democracia. La discordia se dirimirá en 2018. El legado de la generación está en vilo.

Y luego de leer y releer las categóricas afirmaciones de Krauze uno se pregunta, ¿será que este señor está hablando de nuestro país cuando dice que está en riesgo la democracia y defiende el modelo económico que tiene en vilo a la nación? ¿Sabrá realmente como explica a la democracia nuestra Constitución General de la República?

Pero antes de explicar en este espacio el significado de la democracia, veamos otros datos de la “magnífica” distribución de la riqueza que ha generado la democracia krauziana:

La población de menores de entre dos y cinco años de edad es la que más sufre de pobreza, pues 55.2 por ciento está en esa condición y 13.1 por ciento vive en pobreza extrema. Los niños de este rango de edad enfrentan mayor rezago educativo, ya que asciende a 26.2 por ciento, mientras en el promedio general de menores y adolescentes es de 18.7 por ciento. (La jornada, 29 de abril de 2016).

Los indicadores de la pobreza en la población en general son más bajos; en esta condición se encuentra 46.2 por ciento (55 millones de personas), mientras en pobreza extrema está 9.5 por ciento (11.4 millones). En la medición de pobreza se incluye el ingreso, acceso a la alimentación, salud, seguridad social, servicios, calidad de la vivienda y educación.

En esta medición, el indicador del ingreso es el más relevante, ya que los niños que viven con familiares de percepciones bajas tienen problemas para asistir a la escuela, tener buen sistema de salud y una vivienda digna.

A diferencia de muchos países de América Latina, en los cuales el salario mínimo se ha recuperado en los pasados 20 años, México ha mostrado pérdida persistente del poder adquisitivo en las tres recientes décadas, advirtió María Cristina Bayón, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), al participar en el encuentro Temas actuales de la sociedad mexicana, organizado por esa entidad y la Coordinación de Humanidades, (La jornada, 12 de diciembre de 2015).

Al vincular los ingresos referidos y las líneas de pobreza per cápita entre 2002 y 2011, México fue la única nación de entre 22 de América Latina y el Caribe por debajo de este último rubro.

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