Voces del cambio verdadero
La riqueza de la pobreza I Luis A. Pampillón Ponce pampillon_p@hotmail.com Pretendía dejar a un lado el tema de la demagogia, pero no se puede. Una de las principales voces del salinismo nos lleva a retomar el asunto. En efecto, Enrique Krauze, como es su costumbre, ha venido enderezando sus misiles periodísticos en contra del […]
10 de mayo de 2016

La riqueza de la pobreza I

Luis A. Pampillón Ponce
pampillon_p@hotmail.com
Pretendía dejar a un lado el tema de la demagogia, pero no se puede. Una de las principales voces del salinismo nos lleva a retomar el asunto.

En efecto, Enrique Krauze, como es su costumbre, ha venido enderezando sus misiles periodísticos en contra del principal político mexicano al que los beneficiarios del régimen los ven como un peligro: el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador.

En sus entregas recientes en el diario Reforma y en la revista “Letras libres”, ha ido abonando el terreno para lanzar, dosificadamente sus dardos venenosos con el propósito de ir minando la ventaja que el presidente del partido Morena lleva en las encuestas realizadas por diferentes especialistas.

Pero para que hablemos de democracia, pasemos primero a revisar la riqueza nacional, quiénes la producen, cómo está distribuida y ya veremos de qué democracia estaremos hablando.

La agencia calificadora internacional Moody’s, encontró lo que ya habían descubierto la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el Banco Mundial, analistas, y académicos mexicanos y foráneos: en México la concentración del ingreso y la riqueza no es resultado de que los ricos sean más productivos sino consecuencia de un sistema político integrado por un reducido grupo de privilegiados y la clase política, (Carlos Fernández-Vega, La jornada, 27 de abril de 2016).

Para la calificadora, los salarios que reciben los trabajadores mexicanos equivalen a 24 por ciento del producto interno bruto, en tanto que un país como Chile esa proporción se amplía a 35 por ciento; en Canadá alcanza el 50 por ciento y en los Estados Unidos de Norteamérica el 55.

En la década de los 1980 la proporción en México alcanzaba el 50 por ciento. De manera que en poco más de tres décadas, millones de mexicanos fueron despojados para engrosar las fortunas de un reducido grupo de privilegiados.

Algunos ejemplos:
Carlos Slim, en 25 años incrementó la friolera de 3 mil por ciento (de mil 600 millones de dólares en 1991 a 50 mil millones de billetes verdes.

Personajes que no eran conocidos más allá de su casa, como Roberto Hernández Ramírez y Alfredo Harp Helú, de la nada se convirtieron en cabezas visibles de grandes bancos (Banamex, en su caso) y de la nada –también, aunque con el sello CSG grabado en la piel– aparecieron entre los multimillonarios.

Germán Larrea y Alberto Bailleres heredaron las fortunas de sus padres, las cuales, si bien no eran cualquier cosa, nada tienen que ver con lo que han acumulado a raíz de la cesión de bienes del Estado por cortesía de gobiernos amigos. ¿Qué sería de Grupo México sin el obsequio salinista de Cananea, más las miles y miles de hectáreas en concesiones mineras otorgadas en las últimas tres décadas?

La modernización ha tratado muy bien al júnior Germán. En 1994, su padre (Jorge El Azote Larrea Ortega) ocupó el escalón número 18 entre los 24 multimillonarios mexicanos marca Forbes de entonces, con una fortuna estimada en mil 100 millones de dólares, gracias a la entrega de Cananea. El hijo, utilizando los contactos del padre, multiplicó por 15 esos dineros hasta ocupar la segunda posición nacional, sólo por debajo de Slim.

Lo mismo con otros integrantes del reducido grupo de privilegiados y la clase política. La hija de Pablo Aramburuzabala Ocaranza, María Asunción, creció la fortuna familiar de mil 600 millones en 1994 a más de 6 mil millones en 2015; Alberto Bailleres la incrementó de mil 900 a 13 mil millones, y Ricardo Salinas Pliego de mil 200 a cerca de 9 mil millones de billetes verdes. Y allí están el hijo de El Tigre Azcárraga, la viuda de Eugenio Garza Lagüera, los herederos del profesor Hank González, y de nueva cuenta el destroyer Antonio del Valle Ruiz (no sólo reventó el complejo petroquímico Pajaritos, sino los bancos Bancreser y Bital, entre otros).

En suma, ciento cincuenta mil millones de dólares (cerca de 15 por ciento del PIB) en unas poquitas manos, todas ligadas al poder político. He allí la síntesis de la modernización del país, la misma que en el otro extremo mantiene en la pobreza a más de 50 por ciento de la población.

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