Voces del cambio verdadero
Populismo y demagogia I Luis A. Pampillón Ponce pampillon_p@hotmail.com La demagogia no es propiamente una forma de gobierno y no constituye un régimen político sino que es una práctica política que se apoya en el sostén de las masas favoreciendo y estimulando sus aspiraciones irracionales y elementales y desviándolas de la real y consciente participación […]
5 de abril de 2016

Populismo y demagogia I

Luis A. Pampillón Ponce
pampillon_p@hotmail.com
La demagogia no es propiamente una forma de gobierno y no constituye un régimen político sino que es una práctica política que se apoya en el sostén de las masas favoreciendo y estimulando sus aspiraciones irracionales y elementales y desviándolas de la real y consciente participación activa en la vida política. Esto se produce mediante fáciles promesas, imposibles de mantener, que tienden a indicar cómo los intereses corporativos de la masa popular, o de la parte más fuerte y preponderante de ella, coinciden, en realidad más allá de toda lógica de buen gobierno, con los de la comunidad nacional tomada en su conjunto. Así se llamaba demagogo en la antigua Grecia a aquel que, hombre de estado o hábil orador supiera guiar al pueblo, señala Norberto Bobbio , y recuerda:

En la historia de las doctrinas políticas se considera que fue Aristóteles quien especificó y definió por primera vez la demagogia, señalándola como la forma corrupta o degenerada de la democracia que lleva a la institución de un gobierno despótico de las clases inferiores o de muchos, que gobiernan en nombre de la multitud. Por tanto, cuando en los gobiernos populares la norma es subordinada al árbitro de muchos surgen los demagogos que, alagando y adulando a las masas, exasperando sus sentimientos destructivos y desviando su empeño político, consideran como enemigos del pueblo o de la patria a los opositores al régimen despótico instaurado consolidando así su propio poder a través de la eliminación de toda oposición.

La demagogia según Platón y Aristóteles, puede determinar, como crisis de la democracia extrema, dos diferentes situaciones políticas que llevan, siempre, a la instauración de un régimen autoritario, oligárquico o tiránico. El primero surge de una exasperación del clima anárquico en que los demagogos han introducido al estado, produciendo una reacción de los optimates que derriban a la mayoría, casi siempre con el apoyo de las armas y a menudo con una ayuda exterior, instaurando un gobierno fuerte. El segundo nace, y es el caso más frecuente, como última lógica consecuencia de la práctica demagógica, eliminando así toda oposición. En estas condiciones, en efecto, los demagogos arrogándose el derecho de interpretar los intereses de las masas como intereses de toda la nación, confiscan todo el poder y la representación de las masas e instauran una tiranía o dictadura personal.

¿En cuál de los dos escenarios estamos?
La nación mexicana se encuentra en una situación, en un clima anárquico en que indudablemente, los demagogos, los mentiros y cínicos han sumido al país, pero no alcanzamos a ver una reacción violenta que los tire del poder, aunque han surgido algunos presuntos grupos guerrilleros por diferentes puntos del territorio nacional.

Vemos con mayor preocupación, el endurecimiento de la clase gobernante, lo que nos colocaría en el segundo supuesto de Bobbio, Matteucci y Pasquino, en donde los demagogos, “arrogándose el derecho a interpretar los intereses de las masas como intereses de la nación, confiscan todo el poder y la representación de las masas e instauran una tiranía o dictadura”.

Y en verdad os digo, hay muchos signos en el ambiente., como la petición al Congreso de la Unión para imponer la suspensión de garantías individuales. Veamos la siguiente opinión al respecto.

No, no es una sorpresa extraordinaria. En realidad, si examinamos con cierto detalle la evolución de la política mexicana en el tiempo de Enrique Peña Nieto, nos damos cuenta de que esta petición de suspensión de garantías al Congreso mexicano es perfectamente congruente con al menos dos hechos que han dominado su mandato: la impopularidad creciente del Presidente y su acercamiento sistemático y excesivo, casi diría altamente zalamero, con las principales fuerzas armadas mexicanas en sus diferentes versiones: Secretaría de la Defensa Nacional, Secretaría de Marina Armada de México y Estado Mayor Presidencial. (Víctor Flores Olea, La jornada, 04 de abril de 2016)

De aprobar la solicitud, el Presidente de la República podrá solicitar al Congreso la suspensión de garantías y estados de excepción ante una amplia gama de riesgos ‘‘a la paz pública, la seguridad o una amenaza al Estado’’.

Lo anterior implicaría suspender o restringir el ejercicio de derechos humanos y el ‘‘sacrificio temporal de derechos’’, entre éstos a la manifestación, asociación, circulación y libertad de expresión, patrimoniales, crédito o de derecho de autor.

El experimento lo hicieron en el Estado de México en donde los partidos integrantes del Pacto por México, aprobaron la Ley Atenco, que en el mismo sentido es restrictiva de las garantías individuales.

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