Voces del cambio verdadero
El Usumacinta y el cambio climático Luis A. Pampillón Ponce pampillon_p@hotmail.com Las noticias surden y vuelan por segundos. Lo que hoy se conoce, mañana ya es historia. Sí, son tanto y tan variados los acontecimientos que prácticamente apenas alcanzamos a registrarlos y ni tiempo tenemos para analizarlos, para tratarlos y ver sus consecuencias. Así, de […]
4 de agosto de 2015

El Usumacinta y el cambio climático

Luis A. Pampillón Ponce
pampillon_p@hotmail.com
Las noticias surden y vuelan por segundos. Lo que hoy se conoce, mañana ya es historia. Sí, son tanto y tan variados los acontecimientos que prácticamente apenas alcanzamos a registrarlos y ni tiempo tenemos para analizarlos, para tratarlos y ver sus consecuencias.

Así, de pasada, nos enteramos de la vieja ambición de construir una serie de presas y represas sobre uno de los más importantes ríos del país: el Usumacinta, quizá el último y más importante caudal libre del sureste mexicano.

Conforma, por una parte, que tanto Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y el Centro del Cambio Global y Sustentabilidad en el Sureste en coordinación con otras instituciones como la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, estén trabajando seriamente en el estudio en pro de la preservación de este importante ecosistema.

Ojalá que todos quienes tienen que ver con la toma de decisiones al respecto hayan leído, a conciencia, la enseñanzas del papa contenidas en la Encíclica del pasado 8 de junio, que permiten, como señala José Luis Lezama, entender la crisis ambiental en su dimensión profunda, y permiten a la vez valorar la magnitud del esfuerzo requerido para su superación.

Tienen que ver con una interpretación de la crisis ambiental contemporánea en la que los factores que la producen no se limitan a la ecología, sino que tiene que ver con la economía, con la política, con el poder; con las relaciones sociales que colocan no sólo a los humanos en condiciones de pobreza, desigualdad y sometimiento, sino que también establece y mantiene relaciones de explotación, subordinación y sometimiento con el mundo no humano, con la naturaleza,  la Tierra, quien en palabras del papa, padece también de pobreza y explotación.

Veamos, como lo explica José Luis Lezama, en detalle:
1)    La encíclica expone las causas de la crisis ambiental; no habla sólo del cambio climático sino de los problemas ambientales en su conjunto; aunque hace exhortos específicos para enfrentar el cambio climático. Las causas de la crisis que expone no se reducen a la ecología, sino que resultan de la economía, de la política, de la pobreza, de la desigualdad y de los factores de poder que rigen las vidas de las personas, de los países y del planeta en su conjunto.

2)    La perspectiva contenida en el documento papal es de naturaleza ambiental, y dentro de lo ambiental se ubica en una dimensión que pudiera verse como ecocentrista. Porque a pesar que está pensada en el hombre, en el ser humano, no se limita a una visión antropocentrista. La Encíclica señala precisamente que es este antropocentrismo, la idea de pensar que el mundo, que todos los seres, y el conjunto de la naturaleza misma existe en función de los humanos y que, por tanto, éstos tienen derecho a someterla, explotarla, ponerla a su servicio y agotarla, una de las causas que explica la crisis ambiental que enfrenta el mundo.

3)    Pudiera pensarse que las enseñanzas papales contenidas en la Encíclica tienen su origen en la ecología política más radical. Esto significaría ignorar el profundo espíritu franciscano que la alienta. La salvación que el papa busca no es sólo la del mundo humano sino también la del no humano. Los pobres que preocupan al papa no son nada más los de naturaleza humana; la misma Tierra aparece como un pobre más que padece explotación y daños a su integridad, salud y dignidad. Como a San Francisco, al papa le preocupa lo que le ocurre al viento, al sol, a la luna, al polvo, a la hermana Tierra, al agua, a los pueblos, a las naciones y a la gente pobre. Para todos ellos busca la salvación y la restitución de su dignidad; todos ellos son seres merecedores de consideración moral, todos son parte necesaria de la creación, y como tales con derechos plenos a desplegarse con libertad y plenitud.

4)    La encíclica es un documento realista, carece de ingenuidad y está completamente plantado en el mundo; sus ideas no resultan de la inspiración y sus interpretaciones de la crisis no se explican por la magia o lo sobrenatural; la crisis ambiental no aparece como producto de la lucha entre ángeles y demonios; nace del poder, de la competencia económica, de la política, de la voluntad de someter al mundo humano y no humano y ponerlos al servicio del dinero, de la producción y del consumo bajo la lógica de la economía, de ‘la idolatría del dinero’.

5)    Hace un llamado a los poderosos del mundo, a los poderes del mundo, a responder por sus actos, por sus conductas y a resarcir los daños que han provocado en la gente, en los pobres y en la naturaleza.

6)    Ve las relaciones entre países, como relaciones de poder, como relaciones de beneficio económico en las cuales los países desarrollados no sólo extraen su riqueza y poderío de los países pobres, del mundo no desarrollado, sino que existen como sistema, como sistema mundial, precisamente perpetuando esta relación desigual y de dominio. Son los países ricos los que han provocado la deuda de los países pobres, su sometimiento por la deuda, por ello hace un llamado para cancelar esta deuda. Y son también estas naciones las responsables en mayor medida de la deuda ecológica, del consumo por adelantado, del consumo del futuro, del inmenso consumo de la naturaleza por quienes hoy comandan la economía, dejando a las gentes y a los ecosistemas del futuro sin los medios de subsistencia para desplegarse en el mundo con libertad, plenitud y dignidad.

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