Villahermosa y sus villahermosinos no son asiduos a destetarse, en cambio la legión de naturales de Chiapas, ya agarraron la capital de Tabasco como ciudad de paso al norte

Luis Enrique Martínez
Rumbo Nuevo
Novedad, no es. Desde hace mucho que llegaron algunos para quedarse. Antes, quizá les incomodaba la discriminación; ahora, simplemente es una diferencia aunque la voz inquisitoria, también tenga o más de chiapitas. La actitud es lo que cuenta: Villahermosa y sus villahermosinos no son asiduos a destetarse, en cambio la legión de naturales de Chiapas, ya agarraron la capital de Tabasco como ciudad de paso al norte. A la publicitada y ya no tan generosa, vida en la unión americana.
Ahora no son sólo la vanguardia de las manifestaciones callejeras como ocurría cuando las protestas del sindicato de trabajadores administrativos de la UJAT o de los propios universitarios en los setentas o las marchas campesinas y de obreros una década después. O cuando Andrés Manuel López Obrador se dijo robado en la elección de gobernador en 1988 y encabezó las movilizaciones ciudadanas que se mantienen, incluso después que él abandonara su tierra en 1997 para iniciar la carrera nacional que lo tiene ya como candidato presidencial por tercera ocasión consecutiva. Ahora, siguen siendo vanguardia pero también están donde uno menos se imagina. Y todo era normal: La salida temporal fuera de la casa familiar, y regresar al cabo de cuatro, seis u ocho meses a levantar la cosecha de frijol, maíz, café, etcétera.
Ahora, no. Es diferente. Cierto, siguen con la caja de dulce colgada al cuello; con el cajón de bolear en los parques citadinos; cargando niños de pecho, bordando en las bocacalles, llegando a vender, por ejemplo, zarzamora en los mercados; empleándose como domésticos, jardineros, alarifes y, entre tantos, acreditados en las universidades públicas de Tabasco. Si, no son los mismos de otros tiempos pero el origen de salida si es igual: San Juan Chamula, San Cristóbal de las Casas, Chiapa de Corzo, Tila, Yajalón, Palenque, Amatitán, Reforma…todos los pueblos de Chiapas si y no, limítrofes con Tabasco.
La mayor parte tiene un denominador que no identifica el censo de población del INEGI: Se apellidan o tienen algún vínculo con la familia Santis, cuyos representantes son los encargados de rentar casas donde sus paisanos viven hacinados ya en la calle Allende o Constitución o Bastar Zozaya en la colonia Centro; y, también, de los otros centros de concentración como los de Casa Blanca para mujeres o…el caso es que los explotadores son los Santis de San Juan Chamula.
El indicador del INEGI 2010, registró a 365 mil personas originarias de la hermana república de Chiapas que en el siglo 18 como en 1994, intentó balcanizar a México (Después del Brexit, la iniciativa podría revivir). Esa cantidad es variable como el mismo cambio de actitud de esa población, hombres y mujeres: Villahermosa no es para vivir. Si, eso ya se sabía. La novedad es que esa legión de «visitantes», sobre todo los jóvenes, sólo ven a la capital de Tabasco como un tentempié mientras llega la oportunidad de arriesgar el físico al otro lado del río Bravo. ¿Y si gana Trump?
Eso no es problema, según dice Eliade López Santis, mientras, sentado en las bancas de Plaza de Armas, ofrece sus servicios al citadino: «Boleo tu zapato…» Ojo: La expresión es diferente al del tabasqueño «va boleá…»
Eliade es un joven de 20 años. Dice tener familiares en la unión americana. Además que en dos ocasiones ya cruzó el Bravo y que va por una tercera pero esperanzado que sea la de nunca más volver.
¿Y la familia? ¿Y el campo? Lo segundo, afirma, no importa: «No hay apoyo y cuando la cosecha es buena no hay quien compre.» ¿Y la familia?, se le insiste: «Si consigo trabajo, mando dinero para que me alcancen…»
Eliade es uno entre tantos que aseguran que la boleada no deja. «A veces cae lo de una boleada: Diez pesos…» Y es uno entre decenas, cientos de jóvenes, hombres y mujeres, que convirtieron a Villahermosa en algo así como un campo de concentración o escuela para preparar el sinuoso y escabroso camino hacia el norte. Allá donde la vida ya no es como la pintan. No es como la que cuentan los braseros posterior a la segunda guerra mundial del siglo pasado.