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Erwin Macario Tren Maya, el sueño … las aguas se llevarían los rieles si no se les echara piedrecillas entre los durmientes. Pablo Neruda/ Confieso que he vivido El proyecto del Tren Maya —un sueño, una utopía, quizá distopía— ya no me causa sólo nostalgia, un retorno, sino una visión de lo que podría ser, […]
17 de agosto de 2020

Erwin Macario
Tren Maya, el sueño
… las aguas se llevarían los
rieles si no se les echara
piedrecillas entre los durmientes.

Pablo Neruda/ Confieso que he vivido

El proyecto del Tren Maya —un sueño, una utopía, quizá distopía— ya no me causa sólo nostalgia, un retorno, sino una visión de lo que podría ser, un regreso al futuro.

Con el ferrocarril, México dio un salto en las comunicaciones y en el placer del viaje.

Decía José López Portillo y Rojas —en aquellos tiempos de don Porfirio y su impulso al tren, que había empezado con Benito Juárez, aunque fue Sebastián Lerdo de Tejada, el que inauguró la primera línea del ferrocarril, de la ciudad de México a Veracruz—, que “los ferrocarriles, además de arruinar las diligencias, van haciendo olvidar y ver con horror estos vehículos; cosa natural en cuanto a locomoción, pues hay más distancia de tales coches a los trenes de vapor, que la que media entre la tortuga y el caballo”.

Y más lejanía hubo con las máquinas diésel. En el las vías férreas que llevaban el hielo, de Campeche a San Pedro, Balancán, no creo que las locomotoras del Ferrocarril del Sureste alcanzaran velocidades, siquiera, cercana a 100 kilómetros por hora. Pero los trenes acercaron las distancias fluviales y marítimas. Había un “tren rápido”, sólo de pasajeros y uno mixto. Ya he contado de ello.

Las carreteras quitaron a las poblaciones del sureste tabasqueño, en los años sesenta y setenta, esos viajes por el Usumacinta, que eran más tardados, pero más divertidos. Podría compararse, toda proporción, con las diligencias añoradas por López Portillo y Rojas: “No puede desconocerse, con todo, que los viajes en diligencia eran más novelescos que los de ferrocarril, y más ocasionados a lances y peripecias de variado y picante carácter”.

Un tren de alta velocidad, quizá tren bala, que podría alcanzar velocidades superiores a 200 kilómetros hora sobre las líneas férreas del antiguo Ferrocarril del Sureste, al ser estos tendidos de fierro y durmientes actualizados, mejorados, como se supone se hará; o hasta de 250 kilómetros hora si el tendido de líneas es totalmente nuevo y diseñado para el tren que irá de Palenque a la Península de Yucatán, ya no tendrá la magia de aquellos trenes que muchos tabasqueños recordamos.

La naturaleza —que, a nosotros chamacos, nos parecía era la que viajaba, alejándose los árboles, las casas, los animales, los ríos, de la ventana del vagón— parecerá distinta. Una obra de arte surrealista. Manchas, quizá, como la de ese cuento de un pintor al que no le creían fuera real lo que plasmó, hasta que alguien que viajaba en el mismo pullman atestiguó que él también así había visto la tormenta.

Así, a velocidad, de tren bala, viajarán los futuros turistas y los tabasqueños si se concreta el proyecto de López Obrador.

En la propaganda que acaba de circular en redes se ve un tren que llega, con silbato abierto, a la estación de El Triunfo, uno de los puntos de entrada a la zona arqueológica de Reforma o Los Morales. El otro sería la estación de San Pedro, con la ventaja de viajar por río hasta esa ciudad maya.

Después del viejo tren aparece, en el video, lo que se insinúa podría ser el Tren Maya. Locomotora de alta velocidad. Vagones de lujo. Vemos la imagen de un tren bala que pasa delante nosotros. No vemos ya la estación ferrocarrilera remodelada, porque el tren nos la tapa, pero si los andenes. Ni para la llegada de la vieja locomotora, ni para el paso del tren rápido nos muestran cómo quedará el tendido de vías y durmientes.

Entre durmiente y durmiente, eso sí, deben estar esas “piedrecillas” que Pablo Neruda conoció en sus tendidos férreos y que, en San Pedro, eran en verdad piedrecillas de río y no piedra triturada, como la que ahora utilizarán.

Sobre esas piedrecillas y durmientes —entonces de madera, muchos árboles cortados a canto vivo—, nos acostábamos para poner nuestra cabeza en los rieles y escuchar la vibración de las máquinas que se acercaban, muchas veces motores de vías (auto armón) de vigilancia y compostura de líneas férreas, que fueron nuestros primeros taxis piratas: allí el tren a Tenosique pasaba de noche y en el armón, cuando regresaba de su recorrido de trabajo, podíamos viajar de día. Aunque teníamos que bajarnos en la llamada vieja estación. Era servicio clandestino. Mi padrino de bautizo, Manuel, La Calandria, era un conductor de armón.

Con la madera —si bien se taló la selva de esa parte de Tabasco hasta Guatemala— había la ventaja de que no cambiaba la calidad de los durmientes, como sí puede suceder ahora que se deben estar usando o se usarán de concreto (hormigón), quizá de plástico y, lo dudo, de acero.

Una vez que pase la pandemia, DM, haré un recorrido por la ruta del Tren Maya. Como cuando murió el FFCC del Sureste. Esa vez me acompañó mi hijo Erwin Rommel y el fotógrafo de prensa Simón Hernández.

Ahí veré qué durmientes, de qué material, mantendrán la posición correcta de los rieles. Y recordaré más historias a orillas del tren. Y en las estaciones.

San Pedro, fue la tercera estación de importancia de Palenque a la península, en el viejo tren del sureste. La segunda fue Tenosique. El triunfo, la cuarta y Candelaria, la quinta. La sexta, Escárcega. De ahí a Campeche y a Mérida.

El Tren Maya —con el que daremos, según la propaganda, el salto de La Bestia (acarrea inmigrantes) al Alfa Pendular, al menos; el Altaria, el Alvia o el Ave, que son los que han presumido en la propaganda— tendrá como estaciones: Palenque en Chiapas; Tenosique en Tabasco; Escárcega, Calakmul, Xpujil, Campeche, en Campeche; Maxcanú, Mérida, Izamal, Pisté (Chichén Itzá), Valladolid, en Yucatán; y Cancún, Puerto Morelos, Playa del Carmen, Tulum, Felipe Carrillo Puerto y Bacalar en Quintana Roo. Serán 17 paradas, entre ellas, hasta ahora, San Pedro o el Triunfo.

Tren maya, sueño, utopía ¿o distopía?

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