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Amigos de la humanidad Ésta se propone acelerar racionalmente la desaparición de los que sean menos dignos de vivir. Giovanni Papini/Gog Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com Para el escritor de Gog, de El libro negro —y quizá hasta de El diablo—, las cifras de más de 53 mil muertos, casi 500 mil contagios (oficiales) hasta el lunes […]
12 de agosto de 2020

Amigos de la humanidad

Ésta se propone acelerar
racionalmente la desaparición
de los que sean menos dignos
de vivir. Giovanni Papini/Gog

Erwin Macario
erwinmacario@hotmail.com
Para el escritor de Gog, de El libro negro —y quizá hasta de El diablo—, las cifras de más de 53 mil muertos, casi 500 mil contagios (oficiales) hasta el lunes 10, y la estimación de que a inicios de diciembre México podría llegar a 118,810 muertes por el Covid-19, le pondría mal.

También el recuento de Reuters de que en el mundo la pandemia ha cobrado la vida de al menos 732,896 personas, de todas las edades.

Giovanni Papini, que también fue autor de Historia de Cristo, San Agustín, La escala de Jacob, Cartas del Papa Celestino VI a los hombres y Juicio Universal, entre decenas de libros, no aceptaba que la naturaleza, en forma de terremotos, erupciones, epidemias, carestía y guerras, diezmara de un modo periódico al género humano.

Lo dice en dos textos de su libro Gog —La Fom y Relato de la isla—. En éste cuenta que los jefes han reconocido hace mucho tiempo que la isla no puede alimentar más que a un número fijo de habitantes: setecientos setenta… Por esta razón la asamblea de jefes promulgó en tiempo inmemorial una extrañísima ley: la de que a cada nuevo nacimiento debe seguir una muerte…

Por miedo a que el crecimiento poblacional supere a la producción de bienes, de alimentos, los oligarcas papúes hallaron una solución burda pero precisa: cada año, en primavera, en asamblea, se lee la lista de nacidos y de muertos. El número de nacimientos que supere al de fallecidos, hará que sea el número de suicidas. Los que no aceptan acatar el destino —que un perro decide sacando las tablas con sus nombres de una embarcación donde ponen el nombre de todos—, son arrojados al mar.

En La Fom, relata Papini: Hice salir a mi secretario y me dispuse a escucharle.
—¿Conoce usted la «Fom»? —me ha preguntado en voz baja el visitante. He tenido que admitir que no había oído hablar nunca de ella.
—Me lo imaginaba. Y es mejor que sea así. Se trata, como le explicaré, de una Liga secreta. Mis jefes creen que la adhesión de usted sería infinitamente de desear.

He creído que se trataba de una especie de Ku-Klux-Klan y he manifestado que en manera alguna quería mezclarme en sociedades secretas.
—El nombre, como ya debe imaginarse, es una sigla. Nuestra Liga se llama: Friends of Mankind (amigos de la humanidad) y sus fines son completamente desinteresados.

Los fundadores cuyos nombres me es imposible revelarle, han partido del siguiente principio: el aumento continuo de la humanidad es contrario al bienestar de la humanidad misma.

Por medio de la industria, la agricultura y la política colonial, se intenta suplir el déficit, pero está claro que dentro de algún tiempo habrá un balance demasiado desigual entre el banquete y el número de los que al banquete asisten. Malthus tenía razón, pero se equivocó al creer demasiado cercano el desastre. En realidad, la Naturaleza, en forma de terremotos, erupciones, epidemias, carestía y guerras, viene a diezmar de un modo periódico al género humano.

También el tráfico automovilístico, el comercio de estupefacientes y los progresos del suicidio contribuyen, desde hace algún tiempo, a la reducción de los habitantes del planeta. Pero todas estas, llamémoslas providencias, no consiguen compensar el aumento de nacimientos, sin contar que son, para las víctimas, formas dolorosas de supresión.

Ésta se propone acelerar racionalmente la desaparición de los que sean menos dignos de vivir. La nuestra podría llamarse -en su primera fase- la Liga para la eutanasia inadvertida. El inconveniente de las calamidades naturales – como las epidemias y las guerras- es que provocan la desaparición de los jóvenes, de los inocentes, de los fuertes. Pero si es necesario hacer un expurgo sobre la tierra, es justo, ante todo, eliminar a los inútiles, a los peligrosos o a aquellos que han vivido ya bastante.
El terremoto y la cólera son ciegos; nosotros tenemos ojos y muy buena vista.

Nuestra Liga se propone, pues, apresurar de un modo dulce y discreto, y en el secreto más absoluto, la extinción de los débiles, de los enfermos incurables, de los viejos, de los inmorales y de los delincuentes; de todos esos seres que no merecen vivir, o que viven para sufrir, o que imponen gastos considerables a la sociedad.

Como ve, la «Fom» tiene dos cometidos necesarios y honrosos: impedir la ruina del standard of life, amenazado por el exceso de población, y combatir a los viciosos y criminales que la ley no castiga. Eliminación de lo superfluo y purificación de la sociedad. Nosotros contribuimos por eso, y con una doble obra, a la mejora material y ética del género humano y podemos llamarnos, con tranquila conciencia, Friends of Mankind.”

Al principio de la pandemia circuló la versión que en los hospitales se iba dar preferencia a los jóvenes en el uso de los ventiladores; esto y otras fallas en Salud hicieron que el gobierno diera marcha atrás a las primeras disposiciones a los centros de atención médica por la pandemia.

Los hospitales atienden al máximo esfuerzo del personal a todo infectado de Covid. Las muertes han sido resultado del mal manejo de la pandemia, tanto oficial como socialmente por un pueblo que no ha atendido las recomendaciones sanitarias.

Hace un siglo, en 1918, la influenza española mató a unos 500 mil mexicanos. “La Naturaleza, en forma de terremotos, erupciones, epidemias, carestía y guerras, viene a diezmar de un modo periódico al género humano”, diría Papini cuyo libro Gog se publicó en 1931.

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