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La caída de El Marro La prensa está en manos de nuestros enemigos. Ésta es la lección de estos días. Héctor Aguilar Camín/ La conspiración de la fortuna Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com Si Andrés Manuel López Obrador no hubiese decidido su destino hacia la política y a publicar libros de política e historia, bien podría ser […]
4 de agosto de 2020

La caída de El Marro

La prensa está en manos de
nuestros enemigos. Ésta es la
lección de estos días. Héctor
Aguilar Camín/ La conspiración
de la fortuna

Erwin Macario
erwinmacario@hotmail.com
Si Andrés Manuel López Obrador no hubiese decidido su destino hacia la política y a publicar libros de política e historia, bien podría ser un buen escritor de lo real maravilloso o del realismo mágico, o del género negro en la novelística, tales son las circunstancias que han rodeado su vida. Bien dicen que el hombre es él y sus circunstancias.

Sin que puedan allegarse pruebas de las ficciones de su pueblo, entre los viejos que sobreviven —aún en esta pandemia— corre la leyenda que al actual presidente de México le habían dado por “nacido muerto”.

Se cuenta que su cuerpecito había sido colocado dentro de una caja de madera que servían de empaque al jabón, en barra, Octagón, que antes se usaba sólo para lavar la ropa, en tanto hoy el Zote, sucedáneo de aquel, se utiliza para lavarse las manos y hasta para bañarse y hacer espumas contra el Covid-19, cuando no se tiene a la mano nuestro jabón de coco.

En una caja de esas, bien hecha, no rudimentaria —que el propio dramaturgo Héctor Azar presumió en El Universal, 11 días antes de morir, que había usado, de niño, como uno de sus primeros escenarios teatrales, de títeres—, en la única tienda del pueblo, Andrés Manuel escuchaba los llantos de dolor de sus padres, que se tornaron de alegría cuando le escucharon llorar. ¡Fue un milagro! —dicen sus paisanos… y el comienzo del mito.

Este domingo 2 de agosto, antier, Andrés Manuel López Obrador volvió a dejar en claro que, en México, la realidad continúa superando a la ficción, como se ha escrito en esta columna en muchas ocasiones.

Y me hizo recordar a una de las novelas que han sido faro, que han documentado varios de mis textos periodísticos, La conspiración de la Fortuna, donde Héctor Aguilar Camín me dio el más grande premio que he recibido en mi oficio, ser el personaje periodista (Rutilio González) de la trama “cargada de esencia política y de símbolos” que cuenta la historia de “un hombre de genio perdido en la elección de su destino”.

En ese choque —y, a veces, acomodamiento entre lo real y lo imaginario— López Obrador y gran parte de la prensa disienten, se confrontan. Lección de estos días.

Las mañaneras y una permanente búsqueda de que el silencio no quite terreno al poder, mantienen a AMLO en la fina raya entre lo verdadero y lo conveniente, y a los periodistas en el filo de la navaja de la intolerancia. Y se tienen que contar historias que bien podrían ser cuentos o partes de una nueva novela sobre las costumbres del poder.

Antier, decía, el primer tabasqueño que es presidente de la República, en camisa de mangas, se adelantó a sus voceros.

No sólo dio a conocer que “ hoy en la mañana se detuvo a Antonio Yépez Ortiz”, (alias el Marro), sino que insistió que el poder narco en el país obedece a la corrupción de los anteriores gobiernos.

“Para que existan estos grupos se da el contubernio con las autoridades; no había fronteras, una línea divisoria. Los delincuentes dominaban; incluso estaban a cargo de gobiernos municipales, tenían gobiernos municipales e influencias en estatales, en el gobierno federal”, acusa el ahora responsable de combatir eso. Y menciona a Genaro García Luna secretario de Seguridad Pública de Enrique Peña Nieto, quien, afirma, “daba protección al Cartel de Sinaloa y perseguía otros”.

Es contundente, de novela negra: “simulaba que se combatía al narcotráfico. Pero sólo a los que no tenían acuerdo con el gobierno”.
“Se cometieron muchas atrocidades, hubo masacres a la sombra del poder público”, dice. Y pinta una realidad que supera en parte la imaginación de Héctor Aguilar Camín:
—¿Cuál es la conclusión de todo el asunto? —pregunté.
—Mi conclusión es que el ejército se echó sobre Mendoza porque el general secretario protege el tráfico en otras zonas del país —dijo Rutilio—. Limpiando Mendoza mata dos pájaros de un tiro: se lava la cara y quita la competencia.

Volvamos con AMLO: Vamos a seguir combatiendo la peste de la corrupción. He sostenido es el principal problema de nuestro país. Por la corrupción hay pobreza… se desató la, inseguridad y la violencia… a dos tipos de corrupción a la del gobierno y la asociación delictuosa que se hace con empresas, la delincuencia de cuello blanco; y la que se promueve para alentar a la delincuencia organizada.

Reiteró, como lo ha hecho dese que decidió su destino en la política que “se va a desterrar la corrupción y la impunidad”. El gobierno ya no está secuestrado ni con la delincuencia de cuello blanco ni con la delincuencia organizada —volvió a presumir.

En La conspiración de la fortuna, se cuenta:
—Haré lo que me ordene el presidente —dijo el general a Calcáneo—. Pero sepa usted como civil novato en estas cosas, que sólo hemos podado la mata. La mata, por lo tanto, reverdecerá. Crimen que no se castiga, se repite

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