Transparencia Política
Ética y codicia Habrá que buscar la senda de la biología porque la ética, en el fondo, siempre ha capitulado frente a la codicia. Javier del Arco Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com Como ayer martes dejé ver, entre apóstoles y profetas anda el diablo. Por eso hoy les regalo una parábola del Talmud, El rey y el […]
22 de julio de 2020

Ética y codicia

Habrá que buscar la senda
de la biología porque la ética,
en el fondo, siempre ha capitulado
frente a la codicia. Javier del Arco

Erwin Macario
erwinmacario@hotmail.com
Como ayer martes dejé ver, entre apóstoles y profetas anda el diablo. Por eso hoy les regalo una parábola del Talmud, El rey y el ojo:
“En su viaje de regreso a Macedonia, Alejando Magno se detuvo junto a una corriente de agua dulce y sacó su comida, consistente en pescado salado. Después de enjuagar el pescado en la corriente, su sabor se hizo dulce y fragante, y aquello le llevó a pensar que le vendría bien un refrescante baño, por lo que se puso en camino corriente arriba hasta el nacimiento del río. Según la leyenda, Alejandro llegó a las mismas puertas del Jardín del Edén.

Cuando Alejandro Magno llegó a Jerusalén
—Abrid la puerta —ordenó
—Ésta es la puerta de Señor y sólo a los justos se les permite entrar —respondió una voz desde arriba.
—Soy un rey —dijo Alejandro. Y soy lo suficientemente digno como para que se me dé algo. No me envíes de vuelta con las manos vacías.
Y así, a Alejandro le dieron un ojo humano, ojo que llevó de vuelta a Grecia.

Pensando que el ojo debía ser valioso, lo puso en una balanza para pesarlo con oro y plata, pero a despecho de las cantidades de metales preciosos que se trajeron, fue incapaz de juntar suficiente riqueza como para inclinar la balanza. Alarmado, Alejandro reunió a los rabinos y les pidió que interpretaran aquel misterio.

Los rabíes le explicaron al gran líder que, dado que aquel era un ojo humano, deseaba todo lo que se pudiera ver y que, por tanto, no habría riquezas suficientes para equilibrar la codicia que representaba.
—¿Y cómo puede ser eso? —les desafió Alejandro.
—Recoged un poco de polvo y cubrid el ojo con él —le pidieron los eruditos.
—Alejandro hizo lo que le habían sugerido e inmediatamente, la balanza cayó al otro lado. Una vez cegado la codicia del ojo se debilitó.
—En lo tocante a la codicia humana —dijeron los rabinos— el ojo nunca está satisfecho.”

Pues bien, ayer quedamos en el origen humilde de Guillermo Narváez Osorio y cómo se realizan sus sueños (uno de su padre, pues de agente de Tránsito lo hizo delegado de esa corporación) y ha sido bendecido, como hombre de fe, con poder y abundancia de bienes materiales que, contra lo que dicen sus adversarios lo pueden librar de la codicia, si no voltea a ver o mirar, como el ojo del cuento talmúdico, las riquezas ajenas.

Acusarlo que pretende desviar recursos de la UJAT hacia su iglesia, es algo improbable. Y pecaminoso pensar que por eso intentan quitar prestaciones a los trabajadores universitarios.

También sería ir contra su fama de honesto y honrado al pensar que por codicia le meta la mano a los dineros que manejará en nuestra Alma Mater.

Es más creíble que la UJAT pase a ser caja chica y terreno de reclutamiento político para mantener en el poder a los que ahora sirve, con una alianza que garantice en el 2021 mayoría de Morena en el Congreso y no perder muchos ayuntamientos.

Hombre de cultura —aunque no tanta como otro rector, Jorge Abdó Francis— Guillermo sabe que la codicia es mala. Conoce a Schopenhauer: “la riqueza se asemeja al agua salada: cuanto más se bebe, más sediento está uno. Lo mismo vale para la fama”.

Hacerse de un patrimonio le ha costado esfuerzo. La notaria que le dio Gurría —con quien se acomodó al ser traicionado Salvador Neme Castillo, que le hizo presidente y diputado local y lo iba a poner de director del DIF— fue la clave para no pasar hambres el tiempo que estuvo fuera de la ubre presupuestal. La defendió con uñas: A fines de 1994 la recibió, siendo diputado local y comenzó a trabajarla en el 95, cuando Roberto Madrazo lo hizo a un lado. Al invitarlo Manuel Andrade a sumarse al gobierno, tiene que nombrar de sustituta a la esposa de Fredy Arturo Priego Priego. Quita a Aída y nombra a Ernesto Ventre.

Todo esto en el sexenio 2001-2006 en que es presidente del Tribunal Superior de Justicia, como un pago de MAD, por apoyo para ser gobernador, al grupo de Humberto Mayans Canabal. Andrade tiene que ganar dos veces la gubernatura, pero ya desde 2001 Narváez es el presidente del TSJ con Enrique Priego Oropeza.

Siendo candidato en el 2000, Andrade Díaz le ofrece a Mayans el TSJ. Humberto se lo agradece y le dice que ahí está Guillermo, “pero háblale tú, gobernador”. MAD le habla a Guillo y éste consulta con Humberto Mayans, que le dice: “Acepta. Es un poder que nos está entregando”.

La actitud de Narváez podría probar que no codicia. Como dice Javier del Arco —hoy nuestro epígrafe— “la condición humana está marcada hoy por la avaricia y la codicia… Su implantación ha dado lugar a la corrupción política, consagrada por las mayorías parlamentarias. Este comportamiento tiene una arquitectura cerebral que las neurociencias podrían explicar y atemperar”. Tal vez Guillermo, tiene fama, no ha caído. Se le considera ético.

Pero también dice José Manuel Aspas, en su novela El jardín de la codicia: De igual manera no existen personas buenas o malas. Ni las buenas son siempre buenas y las malas, lo son siempre malas. Nuestro fondo no es blanco o negro, estamos compuestos de multitud de grises y algunos, de luz.

Compartir: