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Entablillar ranas Pero no consiguieron tocar el sentido profundo que las tres palabras juntas a la fuerza tendrían que tener. Saramago/ Las intermitencias de la muerte Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com A los periodistas de los tiempos del Covid-19 nos pasa lo mismo que inquieta a los periodistas de la novela de José Saramago. No entendemos muchas […]
17 de julio de 2020

Entablillar ranas

Pero no consiguieron tocar
el sentido profundo que las
tres palabras juntas a la fuerza
tendrían que tener. Saramago/
Las intermitencias de la muerte

Erwin Macario
erwinmacario@hotmail.com

A los periodistas de los tiempos del Covid-19 nos pasa lo mismo que inquieta a los periodistas de la novela de José Saramago. No entendemos muchas cosas.

A aquellos no les quedaba claro qué se quiso decir en un artículo de prensa en el que acusaban a una de las autoridades del país que con “suposiciones ambiguas, lo que pretende es ganar tiempo sin comprometerse, por eso se puso, como es su costumbre, a entablillar la pata a la rana, a dar una en el clavo y otra en la herradura”.

La frase usada por Saramago podría bien sustituir con elegancia los insultos que ya recibe el responsable de la salud nacional en esta pandemia, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud del Gobierno de M{exico, doctor Hugo López-Gatell Ramírez.

Pero —como en la novela del portugués, Premio Nobel de Literatura 1998— habría que explicar a nuestros lectores qué quiso decir Saramago, quien según la Academia Sueca que le otorgó el más alto reconocimiento mundial a un escritor, en razón a su capacidad para «volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía».
“Entablillar la pata a la rana”. Para el columnista mismo fue difícil encontrar el adagio, dicho o refrán popular usado en la novela, que ha servido para estas dos entregas y puede que sirva para más en este ocio escribidor.

Quién sabe en qué refranero hurgó el autor, qué de sentencias, máximas o enunciados breves de origen popular abrevó para regalárnosla.

En su propio texto viene la explicación: (los periodistas) no encontraron nada, o mejor, sí encontraron a la rana, encontraron la pata, encontraron el verbo entablillar, pero no consiguieron tocar el sentido profundo que las tres palabras juntas a la fuerza tendrían que tener.

Hasta que se le ocurrió a alguien llamar a un viejo portero que vino del pueblo hace ya muchos años y de quien todos se reían porque, tanto tiempo después de vivir en la ciudad, todavía hablaba como si estuviera ante la chimenea contándoles historias a sus nietos. Le preguntaron si conocía la frase y él respondió que sí señor, que la conocía, le preguntaron si sabía qué significaba y él respondió que sí señor, lo sabía. Entonces explíquela, dijo el redactor jefe, Entablillar, señores, es poner tablillas en los huesos partidos, Hasta ahí llegamos, lo que queremos es que nos diga qué tiene eso que ver con la rana, Lo tiene todo, nadie consigue poner tablillas en una rana, Por qué, Porque ella nunca deja quieta la pata, Y eso qué quiere decir, Que es inútil intentarlo, que no se deja, Pero no debe de ser eso lo que está en la frase del lector, También se usa cuando tardamos demasiado tiempo en acabar un trabajo, y, si lo hacemos a posta, entonces estamos taponando, entonces estamos entablillándole la pata a la rana…”.

Así, pues, explicado el asunto, en realidad el doc Lopez-Gattel ha estado, con perdón de los batracios, entablillando la pata a la rana, desde principio de la pandemia en México. Mejor dicho, ha estado domando la curva, aplanándola y embarcando al presidente Andrés Manuel López Obrador en la más peligrosa de sus aventuras en el gobierno de este país.

Un fracaso. México, sin «domar» la curva del Covid-19, se viene leyendo en las cabezas de primeras planas de los periódicos nacionales, a menos desde mayo o junio. Si es difícil entablillar la pata a una rana, más difícil ha sido domar la curva del contagio.

Y las cifras oficiales de contagiados y muertos, amén de falsas, son ya una burla que nadie cree y que sirven sólo para que se exhiba la mediocre y criminal actuación de los funcionarios responsables de la salud pública nacional. Generales de falsas condecoraciones que han mandado a una guerra cruenta, con fusiles de palo, al personal de las instituciones públicas de la salud en todo el país.

La mano blandengue, en vez de la mano firme, de gobiernos que resolvieran desde un principio el desorden público de la gente sin oficio ni beneficio en las calles, centros comerciales y otros, es una de las causas por las que el Covid está en su lodo, en su caldo de cultivo.

Todavía se pueden salvar miles de vidas, pero hay que actuar con autoridad para atar a los locos que se contagian en la calle y llevan el virus a sus hogares, matando hasta a sus madres e hijos.

En el país donde nadie moría se tuvo que cruzar la frontera para que pudieran dejar de sufrir los ancianos desahuciados con muerte suspendida. Bastaba cruzar la línea fronteriza para que los enfermos dejaran de vivir.

“Recordemos una vez más que los pacientes perdían la vida en el mismo instante en que los transportaban al otro lado, a partir de ahora no necesitan quedarse ni un minuto, es sólo el tiempo de morir, y ése, si siempre fue de todos el más breve, un suspiro, y ya está, se puede uno imaginar lo que es en este caso, una vela que de repente se apaga sin necesidad de que nadie sople. Nunca la más suave de las eutanasias podrá ser tan fácil y tan dulce”, escribe José Saramago.

¡Si pudieran los tabasqueños ir a salvarse a Campeche o Yucatán, donde se ha controlado la pandemia!

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