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Salven vidas La muerte tiene los nombres de los que están pagando y pagarán los descuidos, las negligencias, las necedades y las irresponsabilidades ¡ en estos tiempos de la cólera social. TP 060420 RUMBO NUEVO Erwin Macario El encierro voluntario —que mañana llega a 17 martes, con sólo una salida al banco, tres a la […]
6 de julio de 2020

Salven vidas

La muerte tiene los nombres de
los que están pagando y pagarán
los descuidos, las negligencias, las
necedades y las irresponsabilidades ¡
en estos tiempos de la cólera social.
TP 060420 RUMBO NUEVO

Erwin Macario
El encierro voluntario —que mañana llega a 17 martes, con sólo una salida al banco, tres a la tienda a unos 30 metros de casa, a reunión con sana distancia por el día del padre y a la sede Tabasco de la Fiscalía General de la República— me hace escudriñar libros.

Uno me ha llamado la atención, aunque, como todo aquello sociológico o filosófico, se me hace un poco difícil. Sin embargo, intento acomodar sus palabras a lo que el autor subtitula “vivir en una época de incertidumbre”. Al preterir la intención del autor, aplico sus palabras al momento que Tabasco vive, fuera de las cuestiones sociales y políticas que tanto lo han dividido.

En estos momentos de muertes permanentes por la pandemia del coronavirus, muchas cosas hemos debido dejar atrás los tabasqueños.

Atrás quedó, diríamos —utilizando palabras de Zigmunt Bauman, de su libro Tiempos líquidos/ Vivir en una época de incertidumbre—, el “escudriñar “los siete signos del cáncer” o “los cinco síntomas de la depresión” o a exorcizar los fantasmas de la hipertensión arterial y de los niveles elevados de colesterol, el estrés o la obesidad.

No. Ahora todos debemos centrar nuestra atención, aunque ya un poco tarde, a una pandemia que ha sido terrible contra Tabasco y podrá ser catastrófica ante el grado de irresponsabilidad del pueblo y la tibieza de medidas sanitarias por parte de la autoridad.

Quizá nos olvidamos —sigo acomodando el texto de Zigmunt Bauman— las advertencias de inhalar cigarrillos ajenos, la ingesta de alimentos ricos en grasa o en bacterias “malas”, la exposición al sol o el sexo sin protección.

Sí, tabasqueños, pero no podemos olvidar al familiar muerto por Covid-19; al vecino que se descuidó y también pagó las consecuencias primero, tal vez, si tuvo suerte, en un hospital; o automedicándose en su casa. Eso no lo podemos olvidar porque forma parte ya de nuestra cotidianeidad, de nuestra lacerante realidad de víctimas.

Ahora, a pesar de que las cifras de asesinatos no bajan, el propio miedo a la inseguridad ha quedado atrás. Tal vez —para algunos ha pasado el “fortificarnos contra todo peligro”, el “nos encerramos entre muros, abarrotamos de videocámaras los accesos a nuestros domicilios, contratamos vigilantes armados. Usamos vehículos blindados (como los famosos todoterrenos), vestimos ropa igualmente protectora…”.

Nada es igual. El enemigo no puede ser combatido con las medidas que el dinero puede dar. La enfermedad ha logrado igualar a ricos y pobres, aunque los primeros —cuando no los mueve la avaricia de no perder sus ganancias— pueden mantenerse intramuros y ver pasar la desgracia desde la cima de la riqueza material acumulada.

Este es un enemigo mortal para el que no se han descubierto las armas que puedan derrotarlo. La vacuna es una esperanza que cotidianamente invade las redes con las falsas noticias de que ya se ha logrado fabricar. Después el desaliento, la incertidumbre de lo que puede pasar antes que la ciencia —y Dios, ante todo— de una respuesta que libere a la humanidad de este flagelo que en Tabasco ha cobrado casi seis veces más las vidas que en un principio se pensó y dijo a botepronto la secretaria de Salud de Tabasco, Silvia Guillermina Roldan Fernández, en marzo, pocos días antes de ser una de las primeras enfermas de ese mal, aunque después del gobernador Adán Augusto López Hernández. Al mandatario no se le gana ni en enfermedad.

Los pocos textos que esta columna ha dedicado a la pandemia tienen una razón. Ante la terquedad de quienes actúan como suicidas en una población, muy poco efecto hace la información cotidiana que, en algunos casos, provoca el rechazo social y la justitificación del no pasa nada, que tanto daño ha causado y seguirá causando al pueblo de México y en particular a Tabasco.

Todavía la tardenoche de antier sábado publique en Twitter y Facebook: @erwinmacario SIGAN EN LA CALLE: Sábado 4 JULIO, en las últimas 24 horas la pandemia creció hubo 414 nuevos casos, 135 más que ayer, 11 mil 858 casos confirmados de coronavirus. Horrible casi 6 personas contagiadas cada hora. Tabasco tuvo 34 fallecidos por Covid-19 en las últimas 24 horas.

Ayer domingo las estadísticas mantienen el pico de la pandemia en el pico del chombo. Y debemos darnos cuenta.

Se necesita poner mano firme para evitar que las calles sigan siendo fuentes de contagio. Y veamos morir en ellas a la gente.

Quien no tiene nada que hacer fuera de casa, sea obligado por la autoridad a permanecer en sus domicilios. Más vale que hagan corajes a que sus familiares lloren por sus muertes. El uso de la fuerza en casos extremos como estos se justifica.

Todavía se pueden salvar vidas. Viene lo terrible. Como dice Mateo 8:12 “habrá llanto y rechinar de dientes”.Camacrio

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