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La prensa en los desastres Si la prensa hace coberturas preventivas de calidad antes de que ocurra una emergencia o un desastre, se evitan pérdidas de vidas humanas y disminuyen los daños.Manual Periodístico para la cobertura ética de las emergencias y los desastres Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com El descontento de los compañeros periodistas que cubren la […]
2 de abril de 2020

La prensa en los desastres

Si la prensa hace coberturas preventivas
de calidad antes de que ocurra una emergencia
o un desastre, se evitan pérdidas de vidas
humanas y disminuyen los daños.Manual
Periodístico para la cobertura ética de las
emergencias y los desastres

Erwin Macario
erwinmacario@hotmail.com
El descontento de los compañeros periodistas que cubren la fuente de salud, ante el peligro de estar contagiado por el coronavirus por la irresponsabilidad de las propias autoridades de salubridad, ha exhibido públicamente el desprecio oficial hacia la prensa.

En un acto de prepotencia, de insensatez, imprudencia rayana en criminal, la propia secretaria de Salud en el Gobierno de Tabasco, Silvia Roldán Fernández, contagiada de la peste, se convirtió en un foco infeccioso durante las ruedas de prensa convocadas para informar de la pandemia.

Sin la más mínima medida de seguridad para evitar la transmisión del contagio, como es el uso de cubre boca, la funcionaria se dedicó a esparcir saliva contaminada ante los reporteros, al menos en su última aparición en esas conferencias.

Esa vez el único que llevaba la boca protegida en la mesa que ocupaba Silvia Roldán era el director de la televisión y radio gubernamental de Tabasco, José Chablé, funcionario que ha mantenido cercanía estos días de crisis sanitaria no únicamente con la encargada de la salud pública sino con el propio gobernador Adán Augusto López Hernández, quien también dio positivo a la prueba del coronavirus y, como la Roldán, se encuentra en resguardo domiciliario.

Ante una realidad que nadie puede ocultar, pues tanto los reporteros de la fuente de salud como los que cubren las actividades del mandatario estatal, son sospechosos de estar contagiados y de ser posibles portadores del contagio a otros colegas, a sus familiares y a todo el que entre en contacto cercano con ellos.

Se ha dicho que no se necesita tener los síntomas más peligrosos como es el estornudo para ser un vector de esparcimiento de la pandemia. La misma secretaria de salud lo sabe, aunque en su última aparición ante la prensa trató de minimizar el problema y cuando se le inquirió sobre la posibilidad de que el gobernador de Tabasco haya contagiado a muchos tabasqueños, enojada respondió que sólo que los hubiera escupido a todos.

¿A ella sí la escupió? ¿Y a cuantos otros colaboradores del gobierno, podría preguntársele ahora que empieza a sufrir la pandemia?

El menosprecio que tanto el gobierno de Tabasco como el propio presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, tienen a la prensa, no sólo podría ocasionar una tragedia con los reporteros y su familia, sino que ha sido un freno para que los medios informativos, en Tabasco y en la República, no sean en estos momentos unos aliados contra la pandemia que amenaza la vida de los mexicanos.

Con los protocolos que son uso y costumbre en el ejercicio del periodismo informativo, de investigación y de opinión, la prensa mexicana y en el caso de Tabasco la prensa local, podrían haber sido factor para que la enfermedad no cause el daño que podría ocasionar, pero tanto el gobierno federal como el estatal, fiel copia, han mantenido, eso sí, distancia con los periodistas y han privilegiado el uso de las “benditas redes sociales” y sólo unos dos o tres medios noticiosos para mantener una información oficial sesgada, en la que se ocultan datos a la población, como es el caso de informar sobre las muertes ocasionadas por el virus. Se conoce el de un notable tabasqueño y se informa de alguien que murió en uno de los hospitales de Gobierno, como es el Juan Graham Casasús.

¿Son dos los muertos?, se preguntan los tabasqueños confundidos al escuchar el nombre de alguien que se sabía había sido contaminado por un joven amigo de su hijo, y escuchar que en el hospital Juan Graham había fallecido un contagiado.

Si bien el Manual periodístico para la cobertura ética de las emergencias y los desastres —uno de los protocolos a la mano— establece que “Es responsabilidad de la prensa informar con una visión de respeto hacia las víctimas y con un carácter noticioso que procure soluciones y aliente la prevención”, no se falta al respeto al dar a conocer el nombre de nuestro amigo Daniel Salinas como la primera víctima de esta pandemia en Tabasco, y se evita confusiones de sí es o no es el mismo fallecido en el hospital de gobierno.

¿Nada más se podría informar de los muertos que no tengan el estatus de nuestro amigo? Es lo que hizo el cronista Pepe Bulnes, según rescata nuestro colega Luis Antonio Vidal en reciente columna acerca de la influenza española en 1918: “Las primeras víctimas en Villahermosa fueron los familiares del carpintero don Cayetano Ramón quien vio morir a su señora, doña Venancia, y a sus hijos Bernabé e Ignacia. La familia afectada vivía en la calle de Ayutla (…) Como prevención hubo necesidad de clausurar el teatro Merino, el Cine Club y los templos de Esquipulas, La Punta y Santa Cruz para evitar aglomeraciones. Para entonces se registraban cien defunciones diarias”.

Ni al ingeniero Salinas Falcón ni a aquellas primeras víctimas de 1918 se les ofende su memoria al mencionárseles como las primeras muertes de una pandemia como la que nos empieza a azotar.

Además, en esas benditas redes que tanto privilegia el actual gobierno, se ha dado su nombre y, además, se mantiene constante desinformación acerca del coronavirus.

Mientras los compañeros reporteros de las fuentes de salud y del gobernador deambulan con su miedo, sin ser sujetos a ninguna medida sanitaria, sería bueno que el Gobierno sólo informe con videoconferencias y boletines.

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