Transparencia Política
Erwin Macario Centenario de MTG Cuando los viejos luchadores hablaban de dejar un mejor país a sus hijos, esos hijos éramos nosotros. Luis Echeverría/VI informe de Mario Trujillo Al candidato a gobernador de Tabasco en 1970, Mario Trujillo García, me acerca —a la muerte de Agapito Domínguez Canabal—, un grupo de entusiastas jóvenes que le […]
20 de enero de 2020

Erwin Macario

Centenario de MTG

Cuando los viejos luchadores
hablaban de dejar un mejor país
a sus hijos, esos hijos éramos nosotros.

Luis Echeverría/VI informe de Mario Trujillo

Al candidato a gobernador de Tabasco en 1970, Mario Trujillo García, me acerca —a la muerte de Agapito Domínguez Canabal—, un grupo de entusiastas jóvenes que le habían apoyado en sus aspiraciones a la gubernatura e incluso me habían entregado propaganda donde daban por hecho que era él y no don Agapito quien sería el candidato a gobernar Tabasco de 1971 a 1976.

Eran los tiempos de un PRI y una prensa hoy vilipendiados, despreciados y denigrados por muchos políticos y periodistas que entonces, y ahora, han sido beneficiados por un sistema que crearon y mantuvieron hombres como ellos dos, y otros a los que se pretende borrar de la historia.

Eran los tiempos de un partido, que a pesar de las desviaciones de algunos de sus gobernantes — advenedizos, unos, todavía atornillados en el gobierno—, creo el México que hoy, en parte por esas traiciones, no encuentra el camino.

Político-político, de esos que sustituyó la tecnocracia, don Mario hizo realidad el lema de unidad que había lanzado su compañero de luchas sociales en el garridismo: los amigos de mis amigos, siempre serán mis amigos, pero los enemigos de mis amigos, no serán mis enemigos.

Era otros tiempos y otra la relación entre el poder y la prensa. Mario Trujillo —hoy lunes 20 se inician los festejos de su centenario— llama a su campaña a gobernador, y después a su gobierno, a muchos agapitistas y a muchos que, como periodistas, andábamos en la campaña del priísta fallecido el 19 de abril de 1970. Sigo escribiendo, pues, las crónicas de esa campaña electoral y después soy el jefe de prensa de su gobierno hasta que me voy a Tenosique con Manuel Llergo Heredia.

Hombre con la mano tendida al campesino, Mario Trujillo no sólo sembró el progreso para los tabasqueños fortaleciendo la agroindustria de sus principales productos agrícolas —como el cacao y el coco, empresas hoy desaparecidas— sino que formó una escuela de la política, de la que existen todavía muchos de sus activos en el ejercicio, aunque la mayoría en diferentes partidos al PRI que le dio origen.

Desde mi lecho de convalecencia, al no poder acudir a los festejos en este centenario de su natalicio, son estas letras un humilde reconocimiento a un tabasqueño al que no sólo los políticos sino los periodistas deben conocer a través de su obra, como habrán de recordarlo ahora quienes participen en estos festejos.

En su partido de siempre, el PRI, se le entregó poco antes de su muerte física —ocurrida el 10 de enero de 2007— la medalla de la lealtad. Ahí punzó desde su silla de ruedas en la que fue llevado por su hija Gina Trujillo Zentella: “Ya no se puede soportar un gobierno incapaz e ineficiente pero tampoco con el poder mesiánico y demagógico”, según publiqué en mi columna Transparencia Política, del 5 de marzo de 2006.

Mario Trujillo, desde el PRI, sólo manifiesta la congruencia con la vivió y que había probado en su mandato constitucional. He documentado:

Sin facciones, Trujillo tuvo un sexto informe de lujo. El propio presidente Echeverría estuvo en el solemne acto. Un año antes MTG había asegurado que su gobierno “había generado las condiciones necesarias para que el hombre, a quien el voto popular haga gobernador constitucional del estado para el periodo 1977-1982, encuentre a nuestros conciudadanos realizándose en el trabajo dentro de un ambiente de concordia y de diálogo en la superación de los problemas de cada día”. Otros tiempos, la clase política en un partido hegemónico.

(Era) otra generación. La generación que el propio gobernador Trujillo, con palabras de Echeverría, calificó como “generación heredera”.

LEA había dicho: “Somos la generación más comprometida en la historia de México. La generación de los herederos. Fuimos, antes que nosotros mismos, objeto de proclamas, discursos y de ideales. Cuando los viejos luchadores hablaban de dejar un mejor país a sus hijos, esos hijos éramos nosotros”.

Ahora los hijos de esos hijos, los nietos de esos hijos, son los que buscan la herencia política, ya sin el equilibrio de la balanza presidencial, perdido desde el 2000, en que se entregó —por doce años— el poder a un partido, de derecha. Por eso aquello del tigre suelto, en nueva versión que sustituye, incluso a los demonios sueltos del auge priista.

En Tabasco, desde 1973, en su tercer informe, Trujillo había advertido: “quienes se crean beneficiarios eternos de las desviaciones en que se ha incurrido en el curso de nuestro proceso revolucionario, y quienes confundan los sueños con las soluciones, encontrarán en el pueblo de Tabasco una agresiva, permanente y organizada oposición”.

A cien años de su natalicia, Tabasco no se avergüenza de uno de sus hijos predilectos.

Este lunes 20 de enero de 2019, suscribo: la generación heredera de Tabasco tiene que enaltecer y seguir a los que, como Mario Trujillo, le han servido. No se puede borrar la historia por decreto o, con acusaciones al pasado, impedir que gobiernen los que saben, los que Tabasco necesita.

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