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El odio a Tabasco La nueva pareja de Gobierno, el jefe político y su esposa, tardaron en acomodarse en la residencia oficial que los gobernantes y su familia habían ocupado desde los tiempos de don Tomás. Erwin Macario/ Relatos de la Aldea Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com Estoy escribiendo un libro. Esto es parte del borrador. Puede […]
1 de abril de 2019

El odio a Tabasco

La nueva pareja de Gobierno, el jefe
político y su esposa, tardaron en acomodarse
en la residencia oficial que los gobernantes y
su familia habían ocupado desde los tiempos
de don Tomás. Erwin Macario/ Relatos de la Aldea

Erwin Macario
erwinmacario@hotmail.com
Estoy escribiendo un libro. Esto es parte del borrador. Puede cambiar un poco de aquí a su publicación, pero vale para explicar mi silencio en medios:

La Quinta Grijalva, en la parte más alta de la capital provinciana, en uno de los tres cerros que identificaron para establecerse ahí los primeros españoles provenientes de la primera población de la conquista en esta región, Santa María de La Victoria. El lugar es conocido históricamente como Tres Lomas —la aldea, decía el gobernante anterior, Arturo, en forma despectiva y porque, 12 años antes de gobernar, su partido de toda su vida y el pueblo, al que culpaba, le habían dado la espalda— estaba prácticamente, sí, a espaldas de la catedral, el otro poder real. Aunque ya no enfrentados como en los tiempos del Sagitario Rojo, don Tomás Garrido. El primero de los tres grandes, pensaba el nuevo jefe político, Adán, como lo oía del Jefe Máximo que por arriba de ellos, de los tres, sólo tenía al poeta de “esas aguas”, Carlos Pellicer pues además que aquí la tierra sigue construyéndose, el territorio es “más agua que tierra/ aguaje para prolongar la sed/ la tierra crece a merced del agua que suba o baje”.

El último roce entre el prelado católico y el inquilino de la quinta se dio en el gobierno traicionado de don Salvador. Una caricatura publicada en esa ahora odiada prensa precisaba el final: “Usted primero, señor gobernador” le decía el obispo Rafael a don Salvador, refiriéndose a la salida de ambos de “la aldea”. Aquel, para quitar toda sospecha de problemas con el gobierno. Éste, víctima de la traición de su partido, que por cierto afianzó la lucha del caudillo, su camino hacia el gobierno de la República. Las campanadas de la inconclusa catedral dejaron de molestar en la Quinta, que ahora esperaba a la nueva pareja, la número 20 en habitar la residencia oficial, desde don Tomás.

La gobernadora Martha y su esposo habían salido huyendo pocas horas antes de terminar el desastroso periodo del marthiarcado. No sin antes destruir parte de muebles y objetos de la casa principal.

Tras el terrible golpe a su prepotencia, al ser retenida en el Hospital del Niño, obligada a permanecer, más de seis horas, encerrada en la camioneta blindada de su uso personal —uno de los más de 10 lujosos vehículos que su gobierno alquilaba a costos millonarios hasta para funcionarios como el ministro de Educación o el de Transportes—, doña Martha, sin cambiarse la mojada falda a consecuencia del encierro forzado en la camioneta, llegó a la Quinta insultando a su esposo y empezó a destruir todo a su paso. Estaba fuera de sí. Había sufrido la peor humillación a su soberbia y durante esas horas, que fueron para ella una eternidad, se dio cuenta del odio que ella y su mandilón habían sembrado en el pueblo. Ahora crecía en ella mayor desprecio por esa tierra que no era la suya pues, como algunas otras esposas de mandatarios, no había nacido aquí, sino en un estado vecino. Nada más que las otras esposas, aún sin el derecho de sangre territorial, habían sido apreciadas en el tiempo de que sus maridos gobernaron y recordadas con gratitud. Ella empezaba una cosecha de la que debía avergonzarse entre el lujo que la rapiña le propiciaría hasta el día de su muerte. Nunca regresarían a estas aguas-tierras. Ni siquiera las cenizas de su esposo, don Arturo. Se llevaron suficientes dineros del pueblo para jamás volver a la aldea.

El decano de la prensa había escrito: Núñez y Martha pelearon su guerra contra Tabasco. El odio que les genero el no haber sido candidato en la gubernatura en el 2000, los hizo destruir, del 2013 al 2018, prácticamente todo lo que había de bueno. Y el odio los llevó al desprecio de quienes ahora ya le han mostrado su repudio.

Que en el 2000 le hayan impedido ser candidato, no obstante el hecho de haber sido nuevamente subsecretario de Gobernación, así como diputado federal y coordinador de la fracción parlamentaria del PRI, presidente de la Comisión Permanente del Congreso y presidente de la Cámara de Diputados, en el régimen de Ernesto Zedillo, hacen pensar que Arturo Núñez llegó a destiempo a la gubernatura. Al menos doce años después, sino es que tres sexenios. Por eso fue un fracaso y doña Martha una lacra. Tal vez podría explicar un poco que Arturo es un hombre público, no un verdadero político.

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