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Anti calaveras Después de discursos tales llenos de frases sinceras se fueron las calaveras a las urnas sepulcrales. Antonio Vanegas Arroyo 1919 Erwin Macario Mes de muertos. De altares y calaveritas. De cadáveres que están vivos y de vivos que, en política, van rumbo al panteón; insepultos, aunque digan que en ésta, en la grilla, […]
7 de noviembre de 2016

Anti calaveras

Después de discursos tales
llenos de frases sinceras
se fueron las calaveras
a las urnas sepulcrales.
Antonio Vanegas Arroyo 1919

Erwin Macario
Mes de muertos. De altares y calaveritas. De cadáveres que están vivos y de vivos que, en política, van rumbo al panteón; insepultos, aunque digan que en ésta, en la grilla, no hay muertos y se espanten con los que reviven, resucitan, como esa foto de Humberto Mayans y el dirigente nacional del PRI, que movió al cementerio político en que está convertido ese partido.

El mismo columnista puede ser tomado como reencarnado o, en estos días, resucitado, después de un largo silencio, casi sepulcral, en las páginas de Rumbo Nuevo. Hacer las calaveritas para este matutino hizo el milagro, como en Lázaro. Y es que la muerte, es vida.

En fin, la entrega de este día no es para escribir de políticos o engordar la egoteca, sino para reincidir en algo que a nadie interesa: la muerte o, al menos, la agonía de las calaveras. Esa tradición, de Día de Muertos, de publicar, en versos, verdades y señalamientos, y algunos chismecillos, que otros días es más difícil decir a los vivos, a quienes se hace aparecer como difuntitos.

Las calaveras, con Posada y sus excelentes representaciones macabras, nacieron para zaherir, principalmente a los políticos. Ese día se les podía exhibir. Brillantes páginas de la cultura nacional están llenas de ejemplos vivificantes de cómo hacer una calaverita.

Pocos escudriñan. Por eso es penoso ver como medios informativos nacionales publican calaveras que no son tal. Sin rima ni picardía. Más para el elogio que para la crítica. Y ni siquiera hacen reír.

En las redes, principalmente por el watsapp, es común que alguien mandé lo que cree son calaveritas. No lo son. Algunas tienen algo de versificación pero resultan burdas. Y hasta repulsivas. Se trata de burlarse de los vivos, pero con respeto.

En la televisión mexicana, la cosa es peor. Sin el más mínimo oído musical (el verso es música) se leen bodrios que nada tienen que ver con la tradición.

Pocos diarios, con excepción de Rumbo Nuevo, publican su panteón cada año. Hay muy pocos versificadores. Algunos, como Francisco Gómez, alias Shishito, han ido mejorando su forma de rimar calaveras. Y muy pocos hay que, como en algunas columnas, se las escriban.

Muy lejos estamos de aquellas calaveritas. A Diego Rivera: Este pintor eminente/ cultivador del feísmo/ se murió instantáneamente/ cuando se pintó a sí mismo.

Y todavía a mayor distancia de José Guadalupe Posada: Quien quiera gozar de veras/ y divertirse un ratón,/ venga con las calaveras/ a gozar en el panteón./ Literatos distinguidos/ en la hediondez encontré/ en gusanos confundidos,/ sin ellos saber porqué.

A estas, habría que corregir, pienso el verso, que quedaría, para que mida bien: en la hediondez hallé. Digo.

Sin embargo, plumas a las que Dios no manda por esos caminos se dan a la tarea de llenar papel en algunos diarios y, principalmente en las redes, destruyendo lo que debían conservar. Con calaveritas en las que no hay rima ni ese toque de picardía, de malicia que los versos fúnebres del 2 de noviembre deben tener. Son verdaderas anticalaveras.

En Tabasco sobreviven algunos intentos de mantener la tradición. Tiempo hubo que el propio Gobierno del Estado patrocinaba concursos, aunque con pocos participantes y magros premios.

Poetas que estos días hacen de versificadores los hay. Uno de ellos, brillante, es Jorge Priego Martínez, quien por estar como funcionario, en la vida pública, no publica sus panteones.

Debe preocuparnos que las calaveras, que los antes llamados panteones, que se imprimían y se vendían, incluso, en la vía púbica, desaparezcan. Que tal práctica en la vida cultural de los pueblos está en peligro de extinción.

Ya en otras ocasiones, al leer los intentos de hacer calaveras, he propuesto que se hagan talleres de calaveras, así como se hacen de cuentos, poesías y novelas. Esto contribuiría a mantener la tradición. No se darían títulos como esos que al vapor se han dado en el ambiente informativo sustituyendo el ejercicio en la cabina por el papel rimbombante que algunos debían, solamente, colocar en sus salas de casa o en sus oficinas, aunque se expongan, como Andrés Sánchez Solís, a la molestia y aún a la burla.

Les cuento. Muchos que llegaban a la oficina del líder petrolero le preguntaban: ¿Así que usted es ingeniero? Cansado de esto el dirigente gritó al lambiscón secretario que le había conseguido el documento que estaba detrás del escritorio, “por favor retira ese título de aquí”.

Práctica popular, las calaveras sólo necesitan del pueblo, que merece que se le respete con poesía no con burdas manifestaciones para elogiar, la mayoría de las veces.

Buen mes de noviembre. Dios me ayude a publicar.

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