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Jesús Martell Chagoya jesmarch-11@hotmail.com La celebración del Día de Muertos es considerada una de las fiestas tradicionales más representativas de la cultura mexicana. Los festejos inician el día 1 de noviembre, dedicado a los santos y en especial a los niños fallecidos, y el 2 de noviembre a los adultos difuntos. Aun cuando por la […]
30 de octubre de 2020

Jesús Martell Chagoya
jesmarch-11@hotmail.com
La celebración del Día de Muertos es considerada una de las fiestas tradicionales más representativas de la cultura mexicana. Los festejos inician el día 1 de noviembre, dedicado a los santos y en especial a los niños fallecidos, y el 2 de noviembre a los adultos difuntos.

Aun cuando por la pandemia del Covid-19 en este año los panteones permanecerán cerrados y tampoco se celebrarán eventos conmemorativos religiosos solo altares de muertos, como se sabe, el Día de los Muertos se celebra en México el 2 de noviembre. En este día, normalmente las familias mexicanas van a los panteones, visitan las tumbas de sus familiares, las limpian y tal vez pintan las lápidas, ponen flores, especialmente flores de muerto como el zempasuchil o maravillas y encienden velas.

También en sus casas, las familias mexicanas hacen altares especiales, dedicados a sus familiares muertos. Los altares pueden ser desde muy sencillos hasta muy elaborados, usualmente llenos de objetos que daban placer en vida a la persona muerta, incluyendo la comida y bebida favorita. Los altares dedicados a las animas de los niños muertos incluyen juguetes, dulces y otras golosinas. Normalmente en este día, las familias mexicanas iban a los panteones, visitaban las tumbas de sus familiares, las limpiaban y otras, pintaban las lápidas, ponían flores, especialmente flores de muerto y encienden velas.

Sin embargo, también en sus casas, las familias mexicanas hacen altares especiales, dedicados a sus familiares muertos. Los altares pueden ser de muy sencillos a muy elaborados, usualmente llenos de objetos que daban placer en vida a la persona muerta, incluyendo la comida y bebida favorita. Los altares dedicados a las ánimas de los niños muertos incluyen juguetes, dulces y otras golosinas.

También hay papel picado en las ofrendas. Esta arte de papel picado en México es una tradición muy antigua. El pueblito de San Salvador Huixcolotla, estado de Puebla, tiene fama por su arte fino de papel picado. Aunque el papel picado se usa como decoración en muchas fiestas mexicanas como bodas y bautizos, también este tipo de decoración, con temas del Día de los Muertos, es muy popular.

Origen del día de los muertos en México
La fiesta que celebramos los días 1 y 2 de noviembre tiene orígenes prehispánicos. En todas las culturas del México antiguo, Mayas, Olmecas, Mexicas, la muerte ocupaba un lugar muy importante. Los antiguos mexicanos, igual que en las culturas europeas y orientales, pensaban que el Espíritu de los hombres era inmortal, esto es, que existía un lugar a donde iban a parar las almas de los muertos. Los Nahuas o Mexicas llamaron Mictlán a ese lugar.

A pesar de la similitud con la creencia cristiana, existen diferencias importantes. Una de ellas es que al Mictlán van todos los muertos sin importar como se portaron en este mundo, es decir, no existía el concepto de buenos y malos, por lo tanto, no se trataba de premios y castigos. Sin embargo, no todos los muertos eran iguales. Muchos de ellos se convertían en dioses, según hubiera sido su muerte. Los guerreros muertos en combate, se convertían en aves de plumaje muy colorido, que tenían la misión de acompañar al sol en su recorrido diario, especialmente al amanecer y en el atardecer.

Los Aztecas y el culto a la muerte
La fiesta de muertos está vinculada con el calendario agrícola prehispánico, porque es la única fiesta que se celebraba cuando iniciaba la recolección o cosecha. Es decir, es el primer gran banquete después de la temporada de escasez de los meses anteriores y que se compartía hasta con los muertos.

En la cultura Náhuatl se consideraba que el destino del hombre era perecer. Este concepto se detecta en los escritos que sobre esa época se tienen. Por ejemplo, existe un poema del rey y poeta Netzahualcóyotl -1391-1472-: Somos mortales, todos habremos de irnos, todos habremos de morir en la tierra… Como una pintura, todos iremos borrando. Como una flor, nos iremos secando aquí sobre la tierra… Meditadlo, señores águilas y tigres, aunque fuerais de jade, aunque fuerais de oro, también allá iréis al lugar de los descansos. Tendremos que despertar, nadie habrá de quedar.

Este sentimiento de la representación del destino se debe entender en el sentido de que en el pueblo azteca se concebían como soldados del Sol, cuyos ritos contribuían a fortalecer al Sol-Tonatiuh en su combate divino contra las estrellas, símbolos del mal y de la noche o de la oscuridad. Los aztecas ofrecían sacrificios a sus dioses y, en justa retribución, éstos derramaban sobre la humanidad la luz o el día y la lluvia para hacer crecer la vida.

El culto a la muerte es uno de los elementos básicos de la religión de los antiguos mexicanos. Creían que la muerte y la vida constituyen una unidad. Para los pueblos prehispánicos la muerte no es el fin de la existencia, es un camino de transición hacia algo mejor. Esto salta a la vista en los símbolos que encontramos en su arquitectura, escultura y cerámicas, así como en los cantos poéticos donde se evidencia el dolor y la angustia que provoca el paso a la muerte, al Mictlán, lugar de los muertos o descarnados que esperan como destino más benigno los paraísos del Tlalocan.

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