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8 y 9 de marzo son ya una razón para seguir adelante Francisco Gómez Hernández Sin duda la conmemoración del Día Internacional de la Mujer 2020 quedará registrada en la historia de México como una de las más importantes, no solamente por la mega marcha en la Ciudad de México convocada por distintos colectivos, sino […]
11 de marzo de 2020

8 y 9 de marzo son ya una razón para seguir adelante

Francisco Gómez Hernández
Sin duda la conmemoración del Día Internacional de la Mujer 2020 quedará registrada en la historia de México como una de las más importantes, no solamente por la mega marcha en la Ciudad de México convocada por distintos colectivos, sino también por el paro de labores realizado un día después, el lunes 9 de marzo.

La del domingo no fue una conmemoración más. Simboliza el despertar de las mujeres de México y del mundo, para que los gobiernos visibilicen la importancia de ellas en el ámbito social, como forjadoras de la familia, pero también las que responsablemente participan en el ámbito laboral, afianzando la economía del estado. Por ello, exigen, demandan, seguridad y no tibieza ante la ola de feminicidios que a diario crece y que solo ven tibieza de las autoridades ante la triste realidad.

El hartazgo llegó a su límite y miles de mujeres en todo el mundo caminaron por las calles de su país, dos millones de ellas en Chile, ondearon pancartas y banderas frente al palacio de las Monedas, poco más de ochenta mil hicieron lo mismo en la Ciudad de México y miles en otros estados. “Un día sin nosotras” fue la consigna del 9 de marzo, seguida de la metáfora “el nueve nadie se mueve” y así sucedió, oficinas de gobierno, empresas y comercios, extrañaron a las empleadas, sólo los hospitales y otros servicios de protección y cuidado de personas fueron asistidos.

El llamado de las mujeres se hizo escuchar en todos sus decibeles, en su logarítmica expresión, que el eco fue la extraordinaria fuerza que le dio amplia aceptación al movimiento, que grupos cívicos, sectores públicos, privados, líderes religiosos, sin distinción de clase, raza, nivel económico, ni filiación política y miles de mujeres, hicieron la extraordinaria fuerza, en la que la esperanza, de una respuesta positiva de parte del gobierno se haga realidad.

La protesta en su mayoría se vio conformada por un núcleo de mujeres jóvenes, que ya se cansaron de ver a sus compañeras como mueren día a día y ellas con la imploración a flor de labios, que Dios las guarde, que no sean ellas las siguientes víctimas. Pero el feminicidio y su ascendente evolución, tiene un origen que hay que escudriñarlo y cortarlo ante que sea demasiado tarde. Esta clase de homicidio es una de las formas de expresión más violentas y graves del machismo.

La desigualdad y la violencia de género son recurrentes en la historia de las sociedades. Con el avance de los movimientos feministas estas cuestiones han adquirido una visibilidad mucho mayor de la que tenían hace pocas décadas en gran parte del mundo.

La motivación para el crimen es una de las peculiaridades principales del feminicidio en relación a otros tipos de homicidio. Según Diana Russell, algunas de las motivaciones principales para estos asesinatos son la ira, el odio, los celos y la búsqueda de placer. Otras variables que Russell considera relevantes son la misoginia, el sentido de superioridad de género y la concepción de las mujeres como posesión. Estas variables se transmiten culturalmente y favorecen la violencia de los hombres hacia las mujeres.

El problema viene de lejos, de la “mala educación” que han recibido desde que se tiene noticia escrita. Educadas para ser sumisas hasta el servilismo, obedientes hasta la humillación, conformistas hasta con su destino universal: reproductoras de hombres destinados a gobernar el mundo, mientras generaciones enteras se quedaban criando a la prole y sosteniendo el hogar. Vidas enteras de trabajo no reconocido, sin más recompensa que una palmadita en la espalda del macho alfa.

Cuando por fin las mujeres empezaron a revelarse contra las normas no escritas, grabadas a fuego en sus genes, cuando por fin han aprendido a decir que NO, a cuestionar la maternidad como motor de sus vidas, a imponer sus límites de la convivencia en pareja, a la que algunos responden con el puño cerrado, el grito sordo, la virilidad más salvaje como arma de destrucción contra la feminidad.

Que los movimientos feministas, hoy ya son armas, ellos cada vez serán menos y más indefensos, que acabaran quedándose solos, frente a la ley, frente a la sociedad y frente a las mujeres que cada día son más valientes. Este ocho y nueve de marzo son ya una razón. Vamos hacia adelante, dice Arussi Unda, la vocera de las “Brujas del Mar”, un colectivo feminista del estado de Veracruz, que hicieron todo en este movimiento.

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