Ferdusi Bastar Mérito
Continuamos con el recorrido por la extinta Unión Soviética. Un enorme país en el que al menos como turistas, no vimos al Estado policiaco que nos pintaban la propaganda norteamericana y clerical.
Al llegar a nuestro hotel en Moscú, pregunté a la recepcionista sobre templos católicos, ya que mi esposa acostumbra asistir a misas. De inmediato me informaron la dirección de algunas iglesias, y los horarios de sus servicios.
Posteriormente investigué y me enteré de que en Rusia, como Estado laico, no se preguntaba a nadie sobre su religión ni se llevan estadísticas sobre ese tema. Me comentaron que cuando algún grupo de ciudadanos desean obtener un lugar para practicar el culto de alguna confesión, el gobierno les proporciona un sitio adecuado con la condición de que se obliguen a darle mantenimiento. En México nos decimos país laico, pero en multitud de trámites oficiales se pregunta, a mi juicio indebidamente, que religión profesa.
En el Cáucaso asistimos a algunos templos cristianos, muy concurridos, en el que observamos que algunos ciudadanos llevaban animalitos para que el sacerdote los bendijera.
Fue también en nuestro recorrido por el Cáucaso que constatamos una división territorial muy especial de estas latitudes. La Unión Soviética la integraban 15 repúblicas federadas. Pero en estas repúblicas, existían otras repúblicas llamadas “autónomas”, territorios y también territorios autónomos. Cada república federada tenía su propis Constitución, y estaban integradas por entidades con diferentes grados de autonomía.
Algo para recordar, fue nuestra visita a la República Autónoma de Abjasia, con un clima muy agradable, donde observamos a mucha gente de avanzada edad. Nos comentaron que posiblemente es el lugar con más longevidad del mundo, ya que es común encontrar a personas que rebasan los 100 años de edad.
Algo constante en este viaje, fue observar la eficiencia de los servicios. Por ejemplo, normalmente un mesero atendía a un número grande de comensales, y lo hacía con eficiencia y prontitud.
Una agradable experiencia fue en Sochi, un hermoso centro vacacional en Krasnodar, a orillas del mar negro, con las montañas nevadas del Cáucaso en el fondo, y muy cerca de la frontera con Abjasia. Unos días de ´playa muy agradables, en el que en una ocasión, dos rusas que bajaban unas escaleras de un paso a desnivel, gritaron y corrieron a abrazar y besar a mi pequeño hijo. Entendí que decían que se parecía al afamado poeta Pushkin.
En otra población, una recamarera le hacía fiestas a mi hijo y le llevó de regalo una muñea beriozka, que conservamos hasta la fecha. Se trata de una artesanía en madera, pintada en traje típico. Cada muñeca se abre, y en su interior hay otra, en un juego de al menos seis muñecas, cada vez más chicas.
Es afamado como el restaurante más antiguo de Moscú el Slavanskiy Bazar, muy exclusivo y de reserva obligatoria. Con algo de trabajo, pudimos obtener una reserva, y desde luego valió la pena visitarlo, aún cuando indudablemente la gastronomía no es el fuerte Rusia.
Mañana continuaremos compartiendo estas experiencias de viaje.