Proyecto de vida hecho realidad
Agenor González Valencia Se habla del día del estudiante que es el 23 de mayo. Ese día lo celebramos tanto maestros como alumnos. Pasa el tiempo y el modo de esa celebración cambia. En mi época lo celebrábamos con alegría en el espacio abierto del antiguo Instituto Juárez. Vienen a mi memoria los nombres de […]
28 de mayo de 2014

Agenor González Valencia
Se habla del día del estudiante que es el 23 de mayo. Ese día lo celebramos tanto maestros como alumnos. Pasa el tiempo y el modo de esa celebración cambia. En mi época lo celebrábamos con alegría en el espacio abierto del antiguo Instituto Juárez.
Vienen a mi memoria los nombres de mis compañeros de clases y de maestros que las impartían, quienes ilusionados con el deseo de ser Licenciados en Derecho asistíamos puntualmente a recibir las enseñanzas correspondientes a cada materia. Así, unidos, Juan Araiza Cabrales, Calixto Cámara León, Armando Olán García, Carlos Ovidio Cruz, Carlos Ovidio Beaurregard y quien esto escribe, asistíamos con optimismo y ganas de aprender, a las clases impartidas por nuestros maestros: Dr. Cordero, Lic. Eduardo Alday Hernández, Lic. Hildo Gómez Castillo, Lic. Jorge de la Cerda Ritz, Lic. Andrés SantandreuOlán, Lic. Antonio Suárez Hernández y Lic. Antonio Ocampo Ramírez.
Entre las materias que más llamaron nuestra atención estaban las de Etimologías Griegas y Latinas, el Derecho Romano, Derecho Civil, Derecho Mercantil, Derecho Penal, Derecho Administrativo y los correspondientes a Procedimientos.
Aún no se estudiaba la materia sobre Derechos Humanos. Tampoco se hablaba de Argumentación Jurídica, de Didáctica de la Enseñanza Jurídica, de Lexicología Jurídica, de Sistemas Jurídicos Contemporáneos, de Sociología Jurídica, de Filosofía del Derecho y de Tratados Internacionales.
Estudiar para nosotros era privilegio. Muchos de los jóvenes de esa época no pudieron hacerlo, ya sea por falta de un proyecto de vida, por necesidades económicas o por indiferencia.
El Instituto Juárez estaba allí, presente, en el mismo sitio, con sus puertas abiertas para recibir con alegría a quienes tuviesen ansias de aprender. Hoy disfrutamos la felicidad que nos ha  alimentado el espíritu, las enseñanzas asimiladas en nuestra alma y en nuestro razonamiento.
El Instituto Juárez vive en nuestro corazón y en nuestra memoria. Hoy, elevado a la alta categoría de universidad, es flama de nuestro espíritu y pabellón airoso en el alma de quienes a partir de sus aulas nos fijamos satisfactoriamente un proyecto de vida.

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