Política y democracia
Jesús Martell Chagoya jesmarch-11@hotmail.com Latinoamérica se encuentra con gobiernos democráticos y casi todas las naciones de la región gozan de un presidente electo. Dada la historia de golpes de estado, dictaduras, violencia e inestabilidad, el surgimiento general de la democracia representa una tendencia radical en la política latinoamericana. Aunque la democracia ha sido el ideal […]
12 de octubre de 2012

Jesús Martell Chagoya
jesmarch-11@hotmail.com

Latinoamérica se encuentra con gobiernos democráticos y casi todas las naciones de la región gozan de un presidente electo. Dada la historia de golpes de estado, dictaduras, violencia e inestabilidad, el surgimiento general de la democracia representa una tendencia radical en la política latinoamericana.

Aunque la democracia ha sido el ideal de casi todas las repúblicas latinoamericanas desde su nacimiento a principios del siglo XIX, es un fin que ha tardado mucho en hacerse realidad. Es difícil generalizar sobre todos los países, pero se pueden aislar varios factores que han contribuido a su historia turbulenta. En primer lugar, trescientos años de dominio imperial español impidieron el desarrollo de tradiciones e instituciones democráticas, dejando en cambio una fuerte tradición de control autoritario y patriarcal. La tradición autoritaria se ha manifestado en la figura del caudillo político o líder de un ejército que mantenía la paz social por medio de la fuerza.

Otro factor que ha impedido el desarrollo de una tradición estable ha sido la enorme división entre pobres y ricos, complicada por el problema racial en muchos países, y la acumulación de riqueza y poder político en manos de pequeñas élites. En tercer lugar, la inseguridad económica ha contribuido a la inestabilidad política, ya que es difícil para un gobierno electo mantener el orden en momentos de crisis financiera.

Estas generalizaciones, sin embargo, sólo son más o menos válidas según el país del que se hable. En el siglo XIX por ejemplo, surgieron fuertes democracias en algunos países como Costa Rica, Chile y Uruguay. Y en otros de Centroamérica como Paraguay y Bolivia, desde el momento de su fundación como repúblicas independientes, se establecieron diversos tipos de dictadura como norma.

En la mayoría de los países latinoamericanos, sin embargo, generalmente ha existido una alternancia entre gobiernos electos y gobiernos autocráticos bajo un caudillo o dictador. Un elemento común ha caracterizado a casi todos estos gobiernos: la necesidad del apoyo de las fuerzas militares. El ejército siempre ha tenido gran importancia en los países de la región y su función ha sido no tanto defender al país de enemigos externos como mantener el orden interno.

Tradicionalmente, el ejército sólo intervenía directamente en la política nacional durante breves periodos para restablecer el orden, pero a partir de 1960, el ejército de varios países sudamericanos empezó a tomar el poder y a establecer juntas militares para gobernar de forma relativamente permanente.  De estas dictaduras, fueron especialmente sorprendentes las de Uruguay y Chile, países que se reconocían como tradicionalmente democráticos.

En Uruguay, los militares tomaron el poder en 1973, especialmente para combatir a los Tupamaros, un grupo guerrillero revolucionario que buscaba cambios sociales. También en 1973, el ejército de Chile, bajo el mando del general Augusto Pinochet, asesinó al presidente legalmente electo, Salvador Allende, durante un periodo de disturbios sociales, económicos y políticos. La dictadura de Pinochet, que duró 16 años, se conoció por su abuso de los derechos humanos, la tortura y la desaparición de más de dos mil personas.

Más notorio fue el régimen militar que se estableció en Argentina en 1976. Una Junta Militar se apoderó del gobierno durante una crisis política y económica, agravada por ataques de la guerrilla. Durante la campaña de represión y terror del gobierno contra los disidentes, desaparecieron entre diez mil y veinte mil personas, muchas de ellas jóvenes estudiantes. Finalmente, en 1983, las protestas de las familias de los desaparecidos—especialmente las de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo—, la pérdida de la guerra de las Malvinas contra Gran Bretaña y una economía en estado de caos llevaron a la caída de la Junta Militar.

Los años 80 vieron el retorno de gobiernos constitucionales. Hubo elecciones en casi todos los países que habían vivido bajo la dictadura y, en gran parte, los militares se alejaron del campo político. Casi la última dictadura en caer fue la de Chile, donde en 1988, se realizó un histórico plebiscito, por medio del cual los ciudadanos rechazaron el gobierno de Pinochet. En varios países, hubo un intento de castigar a los militares por sus abusos contra los derechos humanos y, en Argentina, algunos fueron juzgados y encarcelados.

El regreso a la democracia se debe a diversos factores. En primer lugar, debemos considerar la violación de los derechos humanos que provocó la ira de la población contra las dictaduras. En segundo lugar, los militares fueron generalmente incapaces de manejar la economía. Y, por último, la caída de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría hicieron que los Estados Unidos, que habían temido los movimientos revolucionarios izquierdistas no vieran la necesidad de apoyar a gobiernos represivos de la extrema derecha.

Aunque los países recibieron a la democracia con aclamación casi total, los gobiernos se siguen enfrentando a graves problemas que amenazan la estabilidad. A partir de los años 80, se vio un aumento en la desigualdad que siempre ha existido entre pobres y ricos y que es causa de inestabilidad; y Ia adopción de medidas económicas para establecer un mercado competitivo ha empeorado en las dos últimas décadas la situación de los pobres en general. Entonces, si se presentan disturbios sociales que el gobierno civil no pueda controlar, es posible que los ejércitos, que todavía tienen poder, estén dispuestos a imponer el orden.

Otro gran desafío al que se enfrenta Latinoamérica es la eliminación de la corrupción. En toda la región existe una larga historia de favoritismo y soborno causada por la jerarquización social, en que los caudillos y la élite controlaban los recursos y el poder, y quien tenía un cargo político lo usaba para enriquecerse y ayudar a sus familiares. Para tener éxito, tradicionalmente ha sido más importante tener buenos contactos que estar bien capacitado y preparado. De esta manera, no se desarrolló el sentido de responsabilidad cívica necesaria en toda democracia.

Nada de esto hubiese sido posible sin el concurso de varios aspectos. En años recientes, el papel que han jugado nuevos actores sociales entre ellos los medios de comunicación y movimientos sociales, ha exigido una conducta más responsable de parte de sus representantes electos. Por ejemplo, la eficacia de estos movimientos se vio en los años 90 en Venezuela, donde el presidente Carlos Andrés Pérez fue suspendido por malversación de fondos oficiales, y en Guatemala, cuando la activista indígena Rigoberta Menchú y la élite financiera se unieron para forzar la renuncia del presidente Jorge Elías Serrano, por corrupción.

En este contexto, el siglo XXI representa un momento de optimismo e incertidumbre para Latinoamérica. Por primera vez en su historia, casi todas las naciones gozan de un presidente legítimamente electo, aunque hay que reconocer que algunos de ellos disfrutan de un poder tal vez excesivo y que la corrupción podría llevar de nuevo a la intervención militar. Sin embargo, si se logra la estabilidad económica y un mejor nivel de vida, quizá la democracia sobreviva y deje de ser la excepción para llegar a ser la norma, a través de Latinoamérica.

En todo este contexto, las preguntas pertinentes serían: ¿cuál es el papel que ha jugado la prensa en todo este proceso de democratización que ha experimentado América Latina en los últimos años? O bien, ¿cómo se manifiesta la presencia de la prensa en los procesos de democratización?  Resulta difícil por tanto, entender en su totalidad todos estos aspectos claves de la política e historia latinoamericana sin resaltar el papel que ha jugado la prensa  en estos procesos y su vinculación con distintas fuerzas políticas.

La creciente importancia de los medios introduce también nuevas reglas que modifican la actividad política, y para ello, a lo largo de este trabajo, tendremos como guía las siguientes no vieran la necesidad de apoyar a gobiernos represivos de la extrema derecha. Aunque los países recibieron a la democracia con aclamación casi total, los gobiernos se siguen enfrentando a graves problemas que amenazan la estabilidad. A partir de los años 80, se vio un aumento en la desigualdad que siempre ha existido entre pobres y ricos y que es causa de inestabilidad; y Ia adopción de medidas económicas para establecer un mercado competitivo ha empeorado en las dos últimas décadas la situación de los pobres en general. Entonces, si se presentan disturbios sociales que el gobierno civil no pueda controlar, es posible que los ejércitos, que todavía tienen poder, estén dispuestos a imponer el orden.

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