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La borrachera del poder No me preocupa tanto la imagen de la justicia, como la justicia misma Película La borrachera del poder Por Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com Si bien, como en las películas, hay que advertir que cualquier parecido con la realidad es pura casualidad, nadie puede negar que el poder y el alcohol intoxican. Y […]
20 de mayo de 2013

La borrachera del poder
No me preocupa tanto la imagen
de la justicia, como la justicia misma
Película La borrachera del poder

Por Erwin Macario
erwinmacario@hotmail.com
Si bien, como en las películas, hay que advertir que cualquier parecido con la realidad es pura casualidad, nadie puede negar que el poder y el alcohol intoxican. Y los políticos que se emborrachan —con el poder y con el alcohol— se les debe procurar curar o, al menos, aminorar la cruda con la cárcel.

Los que beben y se emborrachan, y los políticos con poder, no muestran el efecto de inmediato. Se van transformando poco a poco, en tanto se elevan sus niveles de alcohol o de soberbia en la sangre. Beber y gobernar responsablemente es muy difícil.

¿Se puede beber sin emborracharse, sin iniciar el camino hacia el alcoholismo? ¿Y gobernar responsablemente, sin marearse por las nubes del poder? Al menos en las últimas horas hemos sabido que no.

El alcoholismo y el abuso del poder son enfermedades incurables. Se les puede contener, con la abstinencia. Nada más. Nadie puede enseñarte a beber sin emborracharte. Tal vez los consejos en el poder sirven si no se cae en la primera tentación como en la primera copa.

Se engañan a sí mismos quienes beben escondidos. También los que roban, creyendo que no les caerá el órgano superior de fiscalización. Y las autoridades penales y judiciales. A menos que en ambos casos tengan como compañeros de parranda o de saqueo a quienes debían castigarlos.

En la política y en el beber hay niveles. Ni quien lo discuta. No es lo mismo robarse vales de gasolina, llenar las nóminas con falsedad, que negociar con los medicamentos, cobrar el diezmo por las obras o por no llevar a la cárcel a un saqueador. Como no es igual tomarse unas cervezas mientras juegan los Olmecas, que agarrar la jarra para presumir lo que se tiene.

La alcoholemia es la concentración de alcohol en la sangre. Ahora no sé como llamar a la concentración de poder y egocentrismo, de soberbia y codicia, en los que gobiernan. Sí conozco que conforme aumentan, el borracho y el político mudan su conducta, se les altera el funcionamiento emocional, cognoscitivo y corporal. Quienes primero lo notan son los que han estado cerca de ellos. De los borrachos y de los gobernantes. A la mayoría los desconocen. Pierden amistad, cargos, negocios.

Con todo respeto permítase ejemplificar los niveles con algunos que han sido y son políticos, y se han tomado algunas copas. Como beben han gobernado o hecho política:

Leandro Rovirosa: Bebedor, de vodka, sin efectos. Un poco tal vez porque le cambiaban su vaso por otro con agua.

Enrique González Pedrero: también sin efectos. Bebe tequila, Tres Magueyes, entre amigos verdaderos.

Mario Trujillo: nivel de ligera elevación del estado de ánimo. Bebedor social. ¿Cuantos whiskys no nos tomamos en sus giras y en los palenques de la feria? ¿Cuántos no le escondimos, Pedro Luis Hernández Sánchez y yo, en las giras por Teapa?

Manuel Llergo: bebedor que llegaba a los niveles de relajamiento, calor corporal, disminución del tiempo de reacción, disminución de la coordinación pero sin perder el equilibrio. “Cuídate de los bebe agua”, recomendaba.

Pancho Herrera: nivel de ebriedad legal. Con dificultades de coordinación y equilibrio, alteración de las facultades mentales y del juicio. Sus declaraciones son la prueba de sus afectaciones debido a la bebida.

Josefina Vázquez Mota: confundir escenarios y asuntos es la manifestación del nivel alto en la ingesta de alcohol. Alteración mayor del control físico y mental. Dificultad para ver, escuchar y hablar. Para discernir. Por eso a una pregunta de política se empieza a responder de los hospitales.

Andrés Sánchez Solís: sin que se notara el paso por estos niveles, llegaba a perder el control físico al grado de necesitar ayuda. Su guardaespaldas El Chiquilín era el encargado de sacarlo de las fiestas, para no llegar al nivel Granier.

Andrés Granier: niveles in crescendo. Manifestación plena del síndrome del borracho presumido que se bebe el agua de los océanos, al igual que el alcohol de las botellas. La diferencia entre los borrachitos comunes es que éstos presumen conquistas amorosas, hablan de la felicidad en sus hogares, de que nada les falta a sus hijos, mientras los del nivel Granier exageran lo que en verdad han adquirido, normalmente, en la borrachera del poder.

Felipe Calderón: niveles máximos en la ingesta alcohólica. Intoxicaciones severas, control consciente mínimo, inconsciencia. Aquí se pierde la noción de tiempo y espacio y se piensa como si se estuviera gobernando, dando consejos como lo de la policía.

Hay otras clasificaciones como aquellos bebedores, políticos algunos, que con el alcohol se desmallan, se quitan las mallas. Son pomosexuales. Pero esa es otra historia que algún día contaré.

EXCALIBUR

La Coordinación General de Comunicación Social y Relaciones Públicas (CGCSyRP) informó que ayer domingo dos de sus cuentas electrónicas sufrieron un ataque cibernético, que logró ser detectado y contenido a tiempo.

La dependencia señaló que el objetivo de esta maniobra era difundir, a través de los correos oficiales, mensajes que atentaran contra la tranquilidad de los tabasqueños y la propia imagen del Gobierno del Estado.

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