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Ciencia y populismo (tiempo estimado de lectura: 5 minutos) “La ciencia más útil es aquella cuyo fruto es el más comunicable”.Leonardo Da Vinci Jorge Quiroz Casanovajorgequirozcasanova@gmail.comJorge Quiroz Valiente917 106 7165La investigación científica ha desempeñado un papel fundamental en el avance de la sociedad y el desarrollo de nuevas tecnologías y conocimientos. A lo largo de […]
16 de julio de 2023

Ciencia y populismo (tiempo estimado de lectura: 5 minutos)

“La ciencia más útil es aquella cuyo fruto es el más comunicable”.
Leonardo Da Vinci

Jorge Quiroz Casanova
jorgequirozcasanova@gmail.com
Jorge Quiroz Valiente
917 106 7165
La investigación científica ha desempeñado un papel fundamental en el avance de la sociedad y el desarrollo de nuevas tecnologías y conocimientos. A lo largo de la historia, la ciencia ha demostrado su capacidad para resolver problemas complejos y proporcionar respuestas fundamentadas a preguntas que nos planteamos como sociedad. Sin embargo, la confianza en la investigación científica no siempre ha sido un asunto claro y sin controversias.

De acuerdo con el CORDIS de la Unión Europea, las creencias anticientíficas han ido al alza en los últimos tiempos, lo cual ha desencadenado una serie de reflexiones e investigaciones sobre la raíz de esta desconfianza: un escepticismo que cuestiona desde las vacunas hasta el cambio climático.

Se encuentran varias propuestas razonables, unas mencionando que es un efecto colateral de la información en bruto que ofrecen hoy las redes sociales o que la ciencia muchas veces viene a poner en tela de juicio cosas dadas por ciertas, que contradicen ideas muy arraigadas. O, igualmente, que la manera de presentar la información por parte de los investigadores no es suficientemente accesible, permitiendo que la incomprensión cause desconfianza. No obstante, un abordaje muy interesante y poco obvio es el de la relación de la política y la ciencia. Aquí se parte de la premisa de que la ciencia ya es parte de la vida cotidiana y se está expuesto a ella con normalidad. Por lo tanto, es algo que compete a todas las personas. Si bien antes la investigación científica y la política eran mundos herméticos entre sí, esto cambió esta “popularización” de la ciencia. Hoy en día, la política debe guardar una relación con la ciencia.

Los gobiernos y los íconos populistas han presentado como rasgo común la desacreditación de la ciencia y la investigación. Esta es la relación que estos políticos han escogido con la ciencia. La manera de desvirtuar la labor de la ciencia se realiza en ocasiones con sutilezas y otras veces con ataques más directos. Por lo general, se trata a las y los científicos y académicos como “élites” lejanas al pueblo que, por tanto, no merecen credibilidad ni están en la misma realidad. Asimismo, se rechaza el pensamiento sistemático y estudioso en la toma de decisiones para, en su lugar, valerse de la intuición, los sentimientos y hasta cierta superstición, herramientas de “dominio público”. Ya se puede ver que la difamación ocurre por medio de generalizaciones, apelaciones a los sentimientos del pueblo y prejuicios.

Ahora bien, ¿qué ganan con la pérdida de fe en la ciencia? Esta es la parte interesante, pues sin la objetividad de la ciencia, nos volvemos crédulos. Mencionan Gómez Dantés y Frenk Mora que, sin piso sobre la ciencia: “Bastará entonces con una simple opinión expresada en un evento masivo y respaldada entusiastamente por cientos de seguidores para aprobar decisiones y generar consensos” (2020). De igual manera, si se parte de la falsedad de la ciencia, es muy sencillo evitar críticas sustentadas con datos en investigación. Es decir, promover el pensamiento anticientífico permite ignorar grandes problemas, convencer a la gente de que todo está bien, que es lo que todos queremos oír, hacerse de una buena reputación y refutar cualquier evidencia en contra.

Fue exactamente esto lo que ocurrió en México con la pandemia del COVID-19 en 2020. Ante las claras señales de la crisis que se avecinaba en el país por el sistema de salud pública decadente y la mala respuesta ante las noticias de la nueva enfermedad, sencillamente se tachó de manipulada y sesgada la información. Se eligió confiar en los abrazos y no en la ciencia, pensar que todo saldría bien de alguna manera, reconfortar al pueblo con puras palabras. El desenlace fue que México fue catalogado como uno de los países que de peor modo administró la pandemia. Otra muestra de la desconfianza del gobierno hacia la ciencia son los recortes de organismos como en CONACyT.

Es necesario empezar a elegir gobiernos que confíen en la ciencia, reflejo de una sociedad que lo hace. Hay muchas maneras de fomentar la creencia en la investigación, y un punto clave es entenderla. Los resultados, los análisis y las conclusiones deben empezar a traducirse a cada sector de la población: desde un lector casual hasta un investigador bien especializado. Por supuesto, la comunidad investigadora también debe colaborar, manteniendo su veracidad con su trabajo íntegro y ético. Un pueblo con ciencia es un pueblo crítico.

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