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Nuestro segundo cerebro (tiempo estimado de lectura: 5 minutos) “En un solo centímetro de colon trabajan más bacterias que todos los seres humanos que han existido juntos. Aun así, mucha gente afirma que nosotros estamos al cargo del mundo”.Neil de Grasse Tyson Jorge Quiroz Casanovajorgequirozcasanova@gmail.comJorge Quiroz Valiente917 106 7165El tracto gastrointestinal alberga un ecosistema vasto […]
14 de enero de 2024

Nuestro segundo cerebro (tiempo estimado de lectura: 5 minutos)

“En un solo centímetro de colon trabajan más bacterias que todos los seres humanos que han existido juntos. Aun así, mucha gente afirma que nosotros estamos al cargo del mundo”.
Neil de Grasse Tyson

Jorge Quiroz Casanova
jorgequirozcasanova@gmail.com
Jorge Quiroz Valiente
917 106 7165
El tracto gastrointestinal alberga un ecosistema vasto y complejo compuesto por billones de microorganismos. Cada vez se acumula más evidencia de que la microbiota intestinal tiene importantes efectos locales y extraintestinales sobre la fisiología y la salud de un individuo.

El eje microbiota-intestino-cerebro se refiere al sistema de comunicación bidireccional entre la microbiota intestinal y el cerebro (Nagpal y Cryan, 2021). Los microbios pueden producir sustancias neuroactivas en el intestino. Estos metabolitos pueden interactuar con el sistema inmunológico del huésped a través de la circulación sanguínea y afectar las células neuronales locales en el sistema nervioso entérico, que a su vez estimulan nervios para enviar señales directamente al cerebro.

En la actualidad, un gran número de estudios relevantes han sugerido que los cambios en la microbiota intestinal están relacionados con el curso de las enfermedades del sistema nervioso, y que el eje microbiota-intestino-cerebro es necesario para su correcto funcionamiento.

Algunos estudios han encontrado que los niveles de indol y sus derivados, productos del metabolismo del triptófano en la microbiota intestinal, difieren significativamente entre pacientes con enfermedades del sistema nervioso central e individuos sanos. Esto que sugiere que a través de la familia de moléculas del indol se involucra el eje microbiota- intestino-cerebro en la enfermedad. Se ha estudiado que el indol participa en el proceso de inflamación y efectos antiinflamatorios, incluidos el accidente cerebrovascular isquémico, la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, la esclerosis múltiple, el deterioro cognitivo, la depresión y la ansiedad.

La microbiota intestinal también puede afectar la integridad de la barrera intestinal, que se ve alterada en varios trastornos neurológicos y neuropsiquiátricos, como la ansiedad, el trastorno del espectro autista y la depresión.

El indol y derivados protegen la barrera intestinal y tienen un impacto importante sobre grandes cantidades de microorganismos intestinales que viven en el tracto intestinal de los humanos. Pueden reducir, por ejemplo, la nocividad de Staphylococcus aureus al regular negativamente la expresión de genes de virulencia. También están relacionados con la resistencia bacteriana a los medicamentos al estimular la expresión de múltiples genes responsables de ella y pueden inhibir los filamentos del hongo Candida albicans.

La producción de indol y sus derivados puede ser diferente porque la microbiota intestinal varía entre los individuos. Estudios recientes han demostrado que la abundancia de bacterias (Firmicutes, Bifidobacterium, Bacteroides, Lactobacillus) que producen indoles en se ve mermada en pacientes con enfermedad de Alzheimer (Guo et al., 2021). Vale la pena mencionar que, como consecuencia, la cantidad de indoles en pacientes con Alzheimer también tiene una disminución significativa.

La depresión es una enfermedad mental muy común, crónica y grave con las principales características clínicas de mal humor, disminución del interés, altas tasas de suicidio y trastornos de la alimentación y del sueño. En los últimos años, algunas investigaciones han demostrado que el indol y sus derivados tienen funciones potenciales en el tratamiento de la depresión. Otros estudios relevantes también analizaron la relación entre el nivel plasmático de derivados de indol y los síntomas depresivos en pacientes obesos y encontraron que el nivel de triptófano e indoles disminuyó en pacientes con síntomas depresivos más severos.

Varios estudios clínicos y preclínicos revelaron los efectos antidepresivos de los probióticos Bifidobacterium; se infiere que podrían aliviar eficazmente la depresión y las enfermedades gastrointestinales. Además, los estudios han descubierto que la terapia con probióticos, que incluye ocho bacterias, puede reducir significativamente el comportamiento depresivo en el grupo de control y en ratas con dieta alta en grasas.

Asimismo, se ha descubierto que una dieta rica en triptófano puede aliviar significativamente la depresión y los comportamientos similares a la ansiedad en ratones tratados con estrés.

La microbiota ha roto muchos de los paradigmas que se habían construido alrededor de la salud y la fisiología humana. Hoy por hoy se entiende el alcance de ese conjunto de microorganismos con los que coexistimos. Con lo ya expuesto, se puede concluir que incluso tienen una influencia decisiva en el comportamiento y los hábitos de cada persona. Y una de las cosas más importantes de las investigaciones sobre el eje microbiota-intestino cerebro es que describen su mecanismo de acción: los microbios metabolizan algunas sustancias que, al liberarse en el cuerpo, actúan como mensajeras o señalizadoras para desencadenar una respuesta. Entendiendo los fundamentos, en este caso el modo de actuar del indol y sus moléculas derivadas, se pueden ingeniar terapias para enfermedades que, por lo general, son muy complejas, como las de naturaleza psiquiátrica y neurológica. Un tratamiento prometedor es el trasplante de microbiota a través del trasplante de materia fecal. La comprensión del ecosistema que albergamos y al que pertenecemos abre una nueva forma de entender a nuestro organismo no como un individuo, sino como un complicado y enigmático colectivo.

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