Cada día peor la tierra (tiempo estimado de lectura: 5 minutos)
“Olvidar cómo excavar la tierra y cuidar el suelo es olvidarnos de nosotros mismos”.
Mahatma Gandhi
Jorge Quiroz Casanova
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Jorge Quiroz Valiente
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La importancia del suelo en la producción de alimentos es innegable. Se estima que el 95% de los alimentos que consumimos se producen directa o indirectamente de él. Entre sus funciones, almacena agua y nutrientes para las plantas y proporciona apoyo a sus raíces. De igual manera, alberga una variedad de microorganismos que desempeñan un papel importante en el ciclo de nutrientes y la descomposición de la materia orgánica. Y, por último, tampoco hay que olvidar que del crecimiento de cultivos y forrajes derivan los productos de origen animal.
Para mantener el suelo sano y productivo, es importante seguir prácticas sostenibles en su manejo. Por ejemplo, la rotación de cultivos es una buena costumbre para mantener la fertilidad del suelo y reducir la incidencia de plagas y enfermedades. El uso de abono orgánico, por su parte, le proporciona nutrientes y ayuda a mejorar su estructura. Y del mismo modo, la labranza mínima ayuda a reducir la erosión y a mantener la vida del suelo.
Un indicador importante a la hora de monitorear la salud del suelo es el contenido de materia orgánica (MO). El contenido óptimo de MO en los suelos tropicales varía según su tipo, el cultivo y las condiciones climáticas. En general, se considera que un suelo con un contenido de MO superior al 3% es un suelo bien provisto. Bajar de ese porcentaje les supone un riesgo, pues los suelos tropicales con un escaso contenido de MO son más susceptibles a la erosión, la compactación y la pérdida de nutrientes. También son más propensos a la pérdida de biodiversidad.
La MO proporciona a los suelos tropicales muchos beneficios, empezando por facilitarle a las plantas la absorción de nutrientes, como nitrógeno, fósforo, potasio y calcio. También ayuda a retener tales nutrientes en el suelo, y evita que se pierdan por lixiviación o erosión.
Adicionalmente, contribuye a mejorar la estructura del suelo, es decir, facilita la penetración del agua y el aire y previene su compactación. No menos esencial, la MO igual dota de alimento y refugio a los ya mencionados microorganismos del suelo.
Se estima que la MO de los suelos se pierde a una tasa de entre el 0.5 y el 2% por año. Esto significa que, si no se adoptan medidas para conservar la MO del suelo, podrí tardar entre 200 y 400 años en desaparecer por completo. Sin embargo, la pérdida de MO del suelo se está acelerando debido a las prácticas agrícolas intensivas, como la labranza excesiva, el monocultivo y el uso de fertilizantes químicos. En general, se estima que la desertificación tarda entre 20 y 50 años en producirse, aunque, en algunos casos, la desertificación puede adelantarse sustancialmente.
El estiércol de los bovinos es una fuente importante de MO, y por tanto ayuda a mejorar la estructura del suelo y su capacidad de retención de agua. Los residuos de cosecha, como la paja, también pueden proporcionar MO y ayudan a mejorar la biodiversidad del suelo al proporcionar alimento y hogar a los microorganismos y animales.
Por desgracia, es necesario tener presente que los bovinos pueden, así como potencialmente beneficiar los suelos, contribuir a su degradación si se manejan de manera insostenible. Por ejemplo, el sobrepastoreo puede desembocar en daños nada deseables, tales como compactación, erosión y pérdida de vegetación.
Si las tendencias actuales continúan, se estima que la mitad de la MO del suelo podría desaparecer en los próximos 50 años. Esto tendría un impacto devastador en la agricultura y el medio ambiente. Se pronostica que el costo de las importaciones de alimentos en el mundo alcanzará un nuevo máximo histórico este año. Las importaciones de alimentos de las economías avanzadas siguen aumentando y para el grupo de los países menos adelantados disminuye un 1.5% este año y un 4.9% en el caso de los países en desarrollo (FAO, 2023). Finalmente, algo todavía controversial es que la disminución de la MO del suelo conlleva una reducción en la cantidad de vitaminas de las frutas y verduras de consumo.
Resta cuestionarse: ¿qué impide la adopción de prácticas más responsables con el suelo en las actividades agrícolas? Podría pensarse que tales prácticas son menos productiva y más costosas, sin embargo, esa es una visión de corto alcance, puesto que su beneficio viene de no mermar la tierra con el tiempo. Hay que dar valor al suelo saludable y, quizás, las grandes empresas productoras deben acceder a menores márgenes de ganancia por una causa más grande como el cuidado del medioambiente. Y si se pensase que la agricultura sostenible no podría abastecer la demanda de alimentos mundial, hay que dimensionar que un tercio de los alimentos producidos en el mundo se desperdicia (PROFECO, 2016), por lo que es cuestión de administrarlos mejor. El verdadero reto de mejorar la relación entre el ser humano y el suelo es que implica todo un cambio de paradigmas.