Peregrinos de ayer y hoy
Domingo. Sol otoñal. Hace calor. De la mano de sus padres, niños y niñas llegan al Santuario Guadalupano. En la primera oportunidad, ya corretean por los patios adoquinados y pasillos interiores de mosaico. Al igual que progenitores, algunos exhiben cubreboca; blusas blancas, faldas coloridas y maquillaje, distinguen a unas; pantalón y camisola de manta rematado […]
11 de diciembre de 2022

Domingo. Sol otoñal. Hace calor. De la mano de sus padres, niños y niñas llegan al Santuario Guadalupano. En la primera oportunidad, ya corretean por los patios adoquinados y pasillos interiores de mosaico. Al igual que progenitores, algunos exhiben cubreboca; blusas blancas, faldas coloridas y maquillaje, distinguen a unas; pantalón y camisola de manta rematado con escasos bigotes dibujados a lápiz y sombreros de paja a…; y sonríen para la fotografía o la selfie a la voz superior.
«Es la romería», dicen algunos. «Purísima orden de trabajo», argumentan reporteros, fotógrafos, camarógrafos, sofocados. Aquí no aparecen los activistas informativos que por estas fechas cual arrieras acechan a funcionarios públicos y clase política en cada evento público identificándose hasta con chalecos fosforecentes —celular a la mano o colgados de «palitos»—, con caracteres de «Prensa».
En la loma de la calle José Moreno Irabien, ráfagas de viento refrescan el ambiente. Jóvenes y adultos aparecen con casacas percudidas de hollín suelto por las antorchas con las cuales han corrido por las calles adyacentes hasta llegar al templo para cumplir con la manda. Ennegrecidos hasta de la cara, luego desandan en grupos bajo la guía de un varón o hembra que exije desaforado «¡déme una eme!». La respuesta en coro termina por completar el «¡María!» que se repite una y otra vez hasta que el de la vanguardia reclama una «¡ge!» Y así, menciona las nueve consonantes y vocales que conformar el apelativo adorado por la feligresía católica del «mundo mundial»: «¡Guadalupe!»
—¿Cómo dice?—: «¡Guadalupe!» —¡No se oye!—: «¡Guadalupe!» —¡Más fuerte!—: «¡Guadalupe!» —¡Cinco veces!—: «¡Guadalupe, Guadalupe, Guadalupe…!»
Tenis, pans, camisetas estampadas, cintas coloridas a la cabeza, gorras y la alegría juvenil caracteriza a los grupos. Algunos van con la mirada extraviada, tirando colillas de cigarro…
Es la prefiesta. Los peregrinos de ayer y hoy, ya no acudirán a la cita esperada largo año. Desde sus comunidades, con familiares y amigos que no hicieron el viaje, van a celebrar el 12 de diciembre porque el compromiso es general en cada uno de los templos, y también en la grey: venerar a la guadalupana cual debe, y si es a la mexicana, ¡va de nuez!
«Ya estamos listo para iniciar la chamba, una vez más con el mariachi, aún hay horario disponible. Saludos», ofrece en la cuenta de Facebook de la agrupación artística Méxicolatino, Miguel Hidalgo, a las 14 horas. Y hay familias que contratan las mañanitas al alba, apenas el reloj certifica el nuevo día. En este caso, lunes 12 de diciembre. Inicio de semana laboral; los últimos cinco días de clases de la comunidad escolar cuyo receso concluirá hasta el 9 de enero de 2023. Ya sabrán quien ganó la Copa Mundial Qatar2022.
Como cayó en domingo la víspera, en el templo de la colonia Primero de Mayo se encuentran las familias que acostumbran acudir semana tras semana a las misas de ocho, doce y otras programadas —como lo hacía el químico Andrés Rafael Granier Melo con su esposa Teresa Calles Santillana, antes que fuera alcalde y gobernador, y mucho antes que tuviera como cárcel un cuarto de hospital en el altiplano por más menos seis años—, con la feligresía cuyo fervor emerge cada fin de año, cuando de festejar la aparición de la «Virgen de Guadalupe» se trata.
El andador es intransitable como la misma pendiente que desemboca en la avenida 16 Septiembre. Hay decenas de elementos uniformados: unos son policías de camino u ordinarios; paramédicos de la Cruz Roja, de protección civil estatal y municipal, y de asociaciones civiles que ya no representan a nada pero que pugnan por espacios en el comité organizador de la fiesta. Es la tradición. A la antigua Villahermosa, claro. La diferencia ahora son los conos, las cintas delimitadores de espacio y de los oficiales encerrados en las unidades públicas con el clima artificial encendido.
Corre el tiempo. Los pequeños que llegaron envueltos en la sonnolencia, de la mano o en el regazo de sus padres, no todos, ya van igual: dormidos, en los brazos de los tutores —son más las mujeres que hombres los asiduos a la víspera—, ya con la vestimenta para desechar.
Pero siguen llegando creyentes. Por la noche la precelebración tomará más calor con los cohetes que por la mañana, mediodía y tarde, explotaron en el horizonte; y también con la música de mariachis.
Están listas las campanas. Luis Enrique Martínez
Rumbo Nuevo

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