París en “alerta máxima”: cierran los bares
El primer café de la mañana y la última copa de vino de la noche: los bares de París son centros de vida social. A partir de este martes (6.10.2020), sin embargo, tendrán que cerrar durante 14 días para contener una nueva ola de infecciones por coronavirus. La capital francesa ha declarado el más alto […]
6 de octubre de 2020

El primer café de la mañana y la última copa de vino de la noche: los bares de París son centros de vida social. A partir de este martes (6.10.2020), sin embargo, tendrán que cerrar durante 14 días para contener una nueva ola de infecciones por coronavirus. La capital francesa ha declarado el más alto nivel de alerta e intenta, con restricciones parciales a la vida pública, evitar otro bloqueo total.
El prefecto de policía de París calificó las nuevas reglas como una “maniobra de frenado” ante una epidemia que se está extendiendo demasiado rápido. Como resultado, una serie de nuevas restricciones entrarán en vigor este martes.
Los cierres de los bares serán, probablemente, las más notables para la mayoría de los parisinos. La asociación de hostelería ya está preocupada por su supervivencia a largo plazo: la jornada reducida, que el gobierno ha extendido ahora hasta fin de año, no puede absorberlo todo y seguramente se perderán empleos.
También estará prohibida la venta de alcohol y la música en lugares públicos después de las diez de la noche. Así como las fiestas de estudiantes y las reuniones de más de diez personas en público. Se permiten bodas en iglesias y oficinas de registro con hasta 30 personas, pero la celebración posterior, por ejemplo, en un restaurante, no. Los pabellones deportivos, piscinas y gimnasios permanecen cerrados, excepto para las escuelas.
Las universidades deben limitar el acceso de los estudiantes al 50 por ciento de su capacidad, lo que significa que las grandes salas de conferencias solo pueden estar ocupadas a la mitad. Restricciones similares se aplican a las instalaciones deportivas al aire libre y a los centros comerciales: allí, solo se permitirá un visitante en un área de cuatro metros cuadrados, lo que significa que los inspectores volverán a las entradas que restringen el acceso.
El transporte público seguirá funcionando en el área metropolitana de París, pero el ministro de Trabajo ha pedido a toda Francia trabajar desde casa tanto como sea posible, especialmente en las zonas rojas del país.
Por ahora, los restaurantes quedan excluidos del nuevo cierre parcial de la vida pública. Aunque deberán registrar los nombres y las direcciones de sus visitantes, para facilitar el seguimiento de las cadenas de infección. Solo seis personas pueden sentarse en una mesa y las que no estén comiendo deben usar una máscara. Veremos qué tan bien funciona esto con los franceses, en especial entre quienes aparecen cada vez más individualistas, rebeldes frente a estas reglas motivadas por el coronavirus.
La regulación especial para la gastronomía se considera parte de un compromiso, pues un segundo cierre de los restaurantes a finales de septiembre provocó protestas y desobediencia civil en ciudades como Marsella. Y, por cierto, esta ciudad pretende ahora romper con las regulaciones que llegan centralmente de París y establecer su propia autoridad para combatir la pandemia.
Las nuevas restricciones deberán comprobarse en dos semanas, para ajustarlas según el aumento de las infecciones. La esperanza es que estas medidas parciales eviten cierres más drásticos. La paralización total de la economía francesa provocó ya, esta primavera, una caída de la producción económica de casi el 14 por ciento.
Recientemente, casi se habían recuperado los valores anteriores a la crisis del COVID-19 y había esperanzas de una recuperación significativa. Así que el miedo a un segundo encierro es aún mayor ahora. Cuantas más partes de la economía tengan que ser nuevamente paralizadas, más duradero será el daño, temen los economistas.

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