Opinión. La “Santa” inquisición en México
Ferdusi Bastar Mérito Tras las bárbaras matanzas en Centla, Cholula y el Templo Mayor, y la caída de la ciudad de México el 13 de agosto de 1521 , recibimos como inquisidor a Pedro de Córdoba, aún cuando el mismo clero se atribuía facultades y ejecutaba actos salvajes en contra de los nativos, sometidos a […]
8 de noviembre de 2022

Ferdusi Bastar Mérito
Tras las bárbaras matanzas en Centla, Cholula y el Templo Mayor, y la caída de la ciudad de México el 13 de agosto de 1521 , recibimos como inquisidor a Pedro de Córdoba, aún cuando el mismo clero se atribuía facultades y ejecutaba actos salvajes en contra de los nativos, sometidos a repartos y encomiendas, en que hasta los niños eran marcados con hierros candentes y obligados a trabajos forzosos desmontando templos y construcciones para construir iglesias y conventos.

Sólo como un ejemplo, citamos el caso del líder bautizado como Carlos, al que el propio Juan de Zumárraga primer obispo en 1535 , persiguió como adorador de dioses y personalmente ordenó quemar en la hoguera el 30 de noviembre de 1539 , o el del no menos salvaje Diego de Landa que encabezó una muy agresiva evangelización en Yucatán, torturando o matando a los que resistían y quemando los libros y códices sagrados mayas, haciendo que perdiéramos información de esa maravillosa cultura.

Fue hasta noviembre de 1571 cuando Pedro Moya de Contreras estableció oficialmente el Tribunal de la Fe, que se ubicó en la tétrica Casa Chata de Santo Domingo, con jurisdicción en la Nueva España y las Islas Filipinas que dependían del Virreinato.

Pero es de aclarar que en esos primeros 50 años de la bárbara conquista, se perpetró el tal vez más grande genocidio de la historia al pasar de una población estimada en 1520 de 16 millones, al primer censo registrado en 1575 en que la población, ya incluyendo a españoles y sus descendientes, no llegaba a 4 millones.

Aún cuando existen casos excepcionales como el de Bartolomé de las Casas, la realidad es que encomenderos y clero consideraban a los nativos como subhumanos, y ya entrada la colonia en el criminal sistema de castas ocupaban el último sitio sin derecho alguno.

En la esquina noroccidental de la Alameda , el 13 de agosto de 1521 , día de San Hipólito y de la caída de la ciudad de México, se construyó el templo de San Hipólito, al que durante toda la colonia asistían autoridades y clero a un Te Deum de acción de gracias para celebrar el aniversario de esta caída, y hoy el templo es más conocido por San Judas Tadeo.

Pues bien, cercano a este templo, pero más hacia en medio de la alameda, estaba el quemadero de la Inquisición, aún cuando no a todos los reos se aplicaba esta pena.

Algunos eran amarrados a la cola de un caballoo que hacían correr para que el condenado se despedazara en las piedras y allí dejaban las partes de su cuerpo como escarmiento a la población ya que les negaban ”cristiana” sepultura. Muchos otros morían por cadena perpetua o a causa de las torturas . Otro quemadero, pero civil, estaba en San Lázaro, en donde ahora está el Congreso.

Y durante 250 años, de 1571 a 1821, operó este monstruoso tribunal en la Casa Chata, después convertida en Escuela de Medicina y hoy en el Museo Nacional de la Medicina. Precisamente en 1821, el pueblo se armó con horcones para derribar la puerta, haciendo que los vigilantes huyeran por las azoteas y liberando a muchos encadenados casi convertidos en huesos y a punto de morir.

Uno de los puntos más negros de esta confesión , que en el pasado se distinguió por su intolerancia irracional.

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