Opinión
Una política por la dignidad humana Miguel Ángel Valdivia de Dios. Estimados paisanos. El siguiente paso que tenemos que dar después de la tragedia de las inundaciones es todo aquello que dignifique la vida de los damnificados que se cuentan por miles; ocuparnos de sus vulnerabilidades es una acto de justicia y es proteger su […]
18 de noviembre de 2020

Una política por la dignidad humana

Miguel Ángel Valdivia de Dios.

Estimados paisanos.
El siguiente paso que tenemos que dar después de la tragedia de las inundaciones es todo aquello que dignifique la vida de los damnificados que se cuentan por miles; ocuparnos de sus vulnerabilidades es una acto de justicia y es proteger su derecho a una vida digna y decente.

Las víctimas de las recientes inundaciones y de muchas en el pasado, ha dado muestra de un gran amor propio, a pesar de que a veces ante el tamaño de estas parece que ya no pueden, no se han rendido, su naturaleza humana está hecha para enfrentar todas estas adversidades, no doblan la espalda y han sabido mantener la cabeza en alto, esto es dignidad, que es lo más valioso que todo mundo tiene, pero es algo que no les podemos seguir socavando porque nos meteríamos en un laberinto de odio que nos llevaría al peor de los infiernos.

Por eso yo creo que ha llegado el momento de que la clase política tabasqueña dejemos de mirarnos el ombligo, empecemos a razonar y voltear a ver lo que pasa atrás de las recurrentes inundaciones y de sus efectos en la economía y en la sociedad, y de dejar de considerar como parte del paisaje las imágenes de una gran comunidad desheredada, prácticamente abandonada a su suerte y trágicamente condenada a vivir bajo la amenaza de estas crisis climatológicas.

Las ambiciones personales, el protagonismo o los intereses económicos y políticos no nos han permitido ver que lo que está atrás de estas zonas siniestradas es la dignidad humana, el respeto a los derechos humanos fundamentales y al Estado de Derecho.

Hasta ahora ha podido más el influyentismo, el engaño de liderzuelos y la corrupción para orillar a miles de tabasqueños a vivir en condiciones inhumanas y degradantes, que los pone muy lejos de alcanzar la felicidad, de concretar sus aspiraciones o proyectos y a una vida humana digna y respetable a la que tienen derecho.

La misma dignidad nos pone por encima de la naturaleza y nos hace responsables como comunidad política de hacernos cargo de sus efectos, no podemos hacer caso omiso a esta responsabilidad, ni a vivir ajeno al dolor humano, guardar silencio cómplice y evitar hacer nuestros los sentimientos de un pueblo que sufre.

Tenemos que poner fin a este martirio, no podemos seguir practicando una “real politik” sorda y ciega a las instancias de los derechos humanos, porque ese tipo de política no sirve y como hoy se ve en los hechos, no es sostenible porque solo conduce al desastre humanitario.

Venimos de diversos estratos sociales, tenemos diferentes creencias, participamos en diferentes causas y algunos respondemos a distintos partidos u organizaciones políticas, pero cualesquiera que sean nuestras diferencias, estamos obligados a entendernos los unos a los otros y a tratar con dignidad y respeto a todos sin excepción, especialmente a los más vulnerables como las víctimas de hoy.

Ahora hay que poner manos a la obra para ayudarlos a superar esta mal momento, a reencauzar sus vidas y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que no se vuelvan a topar con esta pesadilla.

Mientras exista una solidaridad activa como la que hoy se manifiesta por la sociedad tabasqueña, nacional e incluso internacional y que da una lección de unidad, nuestra gente no se humillará y se levantará de nuevo con más fe y fortalecida con la esperanza de una vida digna para todos.

Ya no queda más espacio en la lista de crónicas de desastres anunciados en Tabasco.

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