Compilador: Emilio Contreras Martínez de Escobar
Indiscreta
Cuando la luna se esconde
de los reflejos del alba «
y entre las frondas preludia
la alondra su serenata
de rotas graves y tristes,
como las quejas de un alma,
o de seres ya olvidados,
o de ilusiones pasadas;
mi pajarera preciosa,
arrogante, vivaracha;
que tiene tez de azucena
con sonrojos de alborada,
hacia el jardín se encamina
y donde pone sus plantas prendidas
vánse quedando mis estrofas no cantadas.
Llega a la tranquila fuente
y en sus murmurantes aguas
hunde su cuerpo de diosa,
y tal parece formada
por las inquietas ondinas
al jugar con el Grijalva,
pues tiene un pie tan blanco
como el mármol de Carrara.
De la fuente sale pronto
que ya los pájaros cantan
ansiosos porque Elvia llegue
llevándoles sus migajas.
Abre la jaula, penetra,
se le posan en la falda,
en los hombros y cabeza,
y en tanto que una calandria
toma de sus labios rojos
su alimento, entusiasmada;
de celos yo me consumo
al ver desde mi ventana
cómo juega con las aves
lo mismo que con el agua,
y en mis locos devaneos
ser la fuente yo deseara
por besar todas sus formas
esculturales y blancas,
y ser también yo quisiera
la cantadora calandria
para beber en sus labios
rojos como una alborada,
todo el calor de sus venas
y los destellos de su alma.
Título: La Bohemia Tabasqueña
Autor: Gerardo Rivera
Imitación
A Mireya
Como van a bañarse en la alta noche
los rayos de la luna en el rocío
que abre de flora el perfumado broche.
Así en las horas de amorosa calma
en los destellos límpidos de tu alma
llega a bañarse el pensamiento mío.
Título: La Bohemia Tabasqueña
Autor: Gerardo Rivera
Vespertino
Por el dorso de la alta serranía
el sol se precipita en el ocaso,
y las nubes reflejan al acaso
de Apolo moribundo la agonía.
Busca el nido la alegre algarabía.
El tordo al limonero del ribazo.
Al llano baja el hato paso a paso
y el peonaje regresa a la alquería.
El Ángelus murmura el campesino;
la silenciosa sombra invade el llano,
la colina, pradera y alto monte.
Salta el pucuy al medio del camino
y allá en el cielo, en el confín lejano,
consuela Urania el nítido horizonte.
Título: La Bohemia Tabasqueña
Autor: Gerardo Rivera
A Manuel Gutiérrez Nájera
(Publicada en el tomo I, número 8, el 29 de enero de 1899 a la muerte del poeta Manuel Gutiérrez Nájera)
Nublada mañana de febrero.
Hay en el suave susurro de la brisa que pasa jugando con los encajes de las cortinas de la alcoba del poeta, algo muy triste que se queja y que parece salir de un alma que ansía vivir para seguir siendo buena y que lucha porque no es tiempo de que emprenda la marcha todavía.
«Las puertas del salón no están cerradas y la muerte, la pálida que lejos» de tu estancia cegaba vidas ayer, hoy con paso seguro y mano firme penetra a ella para arrancarte del pecho tu alma pura y transparente como las cristalinas fuentes de mi patria.
«¿Qué tienen esas notas? ¿Por qué lloran? ¡Oh! buen Duque, lloran tu eterna ausencia; son los tristes gemidos de tu pequeña Cecilia, la darte el supremo adiós, al perder para siempre el arrullo de tus besos y el sol de tus amores.
Cuatro años han desfilado delante de tu sepulcro, desde el día en que en brazos de la fama subiste al cielo de la gloria, y aquellos que no te conocían hoy te aman y los que te amábamos ayer, te rendimos culto hoy.
«;Oh! Que dulce canción» la que cantabas, con cuánta pompa en los arpegios de tu lira de oro, modulabas los eternos dolores de tu alma, sus hondas tristezas, sus rudos sinsabores.
Tu musa desolada, vaga errante desde que te marchaste, y cuentan las leyendas del país de los sueños que, en las noches de plata cuando se dicen sus amores las palmeras en el místico idioma del susurro y las quejas de la alondra se mecen en las sutiles ondas del ambiente, que la inconsolable viuda llega a teñir su abandonada citara al borde de tu sepulcro, modulando la eterna canción de la ausencia y que ruedan por sus pálidas mejillas tiernas lágrimas, transparentes como tus estrofas, las cuales vierte sobre la corola de las flores que ornan tu mausoleo, y que son las endechas de amor que no cantaste.
Moriste, ¡oh poeta!; en plena juventud, cuando aún tus versos saturados de inmensa tristeza que te agobiaba, nos hablaban de dichas ignoradas, cuando tu sol se hallaba en el zenit de tu carrera. La Pálida te traicionó; ¡con cuánta fe le pedias que te llevara de cara al cielo al declinar el día!, y no te oyó.
Maestro inimitable de la buena forma de la lírica mexicana, místico soñador de cosas imposibles: duerme Manuel querido, que en tu frío lecho no sea turbado tu reposo, más que por rumor de besos y batir de alas y «que los ángeles arrullen tu sueño con sus cantos».
Título: La Bohemia Tabasqueña
Autor: Gerardo Rivera
Deseos
I
Yo quisiera morir cuando al reclamo
de tu amor, mi pasión no respondiera,
cuando la vil materia, ya cansada,
sus goces no te diera.
Llegue la muerte cuando esté vencido,
aunque dure mi vida una alborada;
tranquilo a descansar iré a la tumba,
sé bien que más allá no existe nada.
La ley es invariable, se transforma
la materia, y es vida y movimiento.
Y el alma, una ficción, locura hermosa
que fingió en su delirio el pensamiento
¿Dónde va? si existiere cambiaría…
Como nace el vivir de la agonía.
II
Pero dejarte abandonada y sola,
en plena juventud, cuando tus besos
me cuentan en secreto que es muy bella
la vida del placer sin los excesos.
Cuando en medio de dulces extravíos
mis amores te dieron su querella
y son mi puerto tus ebúrneos brazos
y tus ojos mi estrella;
cuando la vida dice que no es tiempo
de que emprenda la marcha todavía,
cuando puedo gozar de tus amores,
¿Cómo he de abandonarte vida mía?
Entonces no lo niego yo deseara
que la muerte me odiara.
Título: La Bohemia Tabasqueña
Autor: Gerardo Rivera
Poema cruel
A Pedro Alcalá
I
Es en vano -me decía Juan- que intentes abandone yo esta vida de crápula y orgía, porque en la vida todo tiene su razón de ser.
Escúchame: yo, como tú y como todos, tuve una época de ser bueno, de tener creencias y de odiar el vicio y la maldad.
Como todos, al llegar a los umbrales de la existencia forjé mis ilusiones y soñé con una vida tranquila y llena de sanos goces, hijos de la bondad y la dulzura que acariciaron mi niñez. Pero llegó la edad de las pasiones, ¡ah! mejor hubiera sido nacer sin sentimientos porque entonces, si no hubiese sentido el amor, tampoco roería hoy mis entrañas el odio. Y, ¡cómo permanecer indiferente ante la belleza!
II
… Conocí aquella mujer una de esas tardes en que al expirar el sol en el ocaso, hay explosiones de luz en el infinito; la atmósfera es muy pesada y aromosa, y el prado se viste de multitud de colores con que la regala la reina de las flores, cuyos ojos nos hablan de amor y de ternura. Como todas las coquetas, la primavera no ama, es ave errante, lo eterno le fastidia, la aburre; ésta, a su paso, va sembrando el perfume en las corolas; aquélla, el desengaño en los corazones.
III
Era arrogante, altiva; su tez pálida, nuncio de un volcán en las entrañas; ojos hermosos y claros, guarnecidos de arqueadas pestañas y cercados por verdi-negras ojeras: nariz arre-mangada; labios húmedos y rojos como la pulpa de la guinda; el superior tenía la forma del arco de Cupido; cuello redondo y flexible; su cabellera al caer sobre sus espaldas parecía una catarata de sombras rodando sobre combas de alabastro, y sus formas, encerradas en el capricho de la curva, recias, macizas y frescas.
IV
Una noche, cerca, muy cerca el uno del otro hasta quemarse con su aliento y abrazar a mi alma con los destellos de sus pupilas, deslizó uno de sus ebúrneos brazos por mi cuello, y confundiendo nuestros pechos sus latidos, murmuró: «Juro por el Dios de mis mayores amarte eternamente.» Y un beso largo, tembloroso y efusivo, voló en alas de la brisa a las regiones del infinito.
V
El beso que quema, que estruja, que deja huellas de sangre donde se posó un momento, no es el beso santo y puro del amor; es el’ que estalla en las ansias impuras de un lúbrico deseo.
VI
¡Cuánto la amaba! ¡Cómo le daba formas místicas en mi loca fantasía mi deseo! Pobre ciego que al llegar a la cima no vio el abismo que tenía a sus pies y rodó por él como Satán, sin encontrar en donde asirse. Cuanto más grande es la pasión tanto más grande son los celos y más se ensaña el odio. Desgraciada, por qué no cruzó un momento por tu mente un destello de luz, para que no hubieses visto en mi semblante la ira de Otelo; tu crimen te ligaba a mí y no podías huir de mi lado.
VII
Perjura… cuando lo supe, en mi garganta murió la frase henchida de ternura y brotó de mis labios la blasfemia pidiendo venganza, chorreando sangre. Y en su seno turgente y blando donde jamás tuvo cabida lo bueno por ser el nido del vicio y la maldad, la acerada hoja se hundió silenciosa y fría.
Cuando vi el pavimento tinto por la sangre que manaba de su pecho, que sus ojos que antes abrasaban habían perdido el brillo de sus pupilas y que sus labios hechos para estrujar y mentir ya no tenían color, la sonrisa del desprecio palpitó en mis labios y me marché tranquilo. No siempre el delito es un crimen.
VIII
Y hoy para ser mi odio eterno, para que jamás ocupe mi pensamiento otra más que ella, contemplo con placer las noches vestidas de crespones como su cabellera; muerdo las copas llenas de vino del Rhin, rojo como sus labios que al besar herían; me gustan las caricias de las mesalinas porque son criminales como las de ella y apuro con deleite el opalino ajenjo, porque tiene el color de sus ojos y me abrasa como me abrasaban sus miradas.
Título: La Bohemia Tabasqueña
Autor: Gerardo Rivera
Hojas sueltas
A Mireya
Cuando pasas y fijas tus pupilas en las mías; al encontrarse nuestras miradas parece oirse el eco de un beso; son nuestras almas que se acarician.
Fue una tarde ¿te acuerdas? el polvo de oro del sol moribundo palpitaba; en el éter enrojecido de la fimbria de las nubes, cuando mel acerqué a ti y murmuré al oído: «¡Oh! qué dulce es el amor cuando las almas se entienden.» Tus pupilas se tiñeron por el rubor y hubo una explosión de luz en el cielo de tus ojos
Imposible, palabra sin sentido; al amor no hay valladar que se interponga.
Las tristezas del amor tienen resplandores de aurora.
Lejos de ti, me habla de tu amor la brisa y las estrellas de tus ojos.
Sé bueno, me dijiste, y te amé.
¿Por quién sufres? me preguntabas una ocasión y al quererte asomar a mi alma viste temblando a tu imagen en mis pupilas.
El odio es la cólera del amor.
Los que mueren sin amar, en su paso por el mundo vegetaron.
Las fantasías más hermosas y las mejores leyendas, las engendran los amores misteriosos: por eso te amo a ti como nunca había amado.
De la presencia de electricidades distintas nace el rayo, como del choque de dos miradas el amor.
No soy ateo: tengo una religión, la mujer. Adoro a un dios, el amor.
El cielo de las almas es un cielo sin luz cuando no se ama.
La mujer amada en las noches es resplandor; en el día, sol.
Despierto, ideal; dormido, perfume.
En las noches, cuando te alejas de mí, la luz de tu hermosura dibuja tu celestial imagen en la penumbra.
Los seres que no aman, los mata el tedio.
Amar es ser feliz; amémonos hasta morir, que la gloria es de los que así mueren.
Título: La Bohemia Tabasqueña
Autor: Gerardo Rivera
Matinal
La luna como novia recatada,
del alba a las caricias se colora
y la luz de su pálida mirada
esfumase en los besos de la aurora
Baña el sol los lejanos horizontes
y al ascender por el azul del cielo,
dora los picos de los altos montes
y anima al ave que levanta el vuelo.
Y natura se siente conmovida,
al beso de la luz en que se inflama,
y se contempla palpitar la vida:
en el cielo, en la linfa y en la rama.
… Mi corazón suspende su latido,
mientras risueño se despierta el mundo;
va muy pronto a partir mi bien querido.
sólo me deja mi dolor profundo.
Ya la onda fugitiva su hermosura
retrata en su corriente bullidora,
y del pesar apuro la amargura
hasta saciar la sed que me devora.
De pie junto a la barca en la ribera
y bañados de lágrimas sus ojos,
«No me olvides -me dijo- y si muriera,
al perderse en la tierra mis despojos,
Mi tumba encontrarás llena de flores:
blancas como el fulgor de las estrellas
y puras como son nuestros amores:
bésalas con pasión que vivo en ellas.
Y al entonar sus remos sus canciones,
hiende la barca el agua con su quilla;
se esconden presurosos los alciones
y las garzas que juegan en la orilla.
Los verdes camalotes se estremecen
al sentir las caricias de las ondas,
y en perezosa majestad se mecen
de los sauzales las canosas frondas.
Elvia al perderse en la extensión remota,
con su fino pañuelo de batista,
blanco como el plumón de una gaviota,
—adiós —me dijo- y la perdí de vista.
Título: La Bohemia Tabasqueña
Autor: Gerardo Rivera
Sed de infinito
Y la vida me dijo: tú eres bueno
y a los hombres les tendi mi mano,
en vez de miel dieron veneno,
y ninguno me quiso por hermano.
Amor me dijo: busca la belleza,
la mujer es el tipo preferido,
me besó en la frente la tristeza
y en mi pecho el dolor formó su nido.
Si la maldad se impone en esta vida
y la bondad tan sólo está en la muerte
y con ella la tierra prometida.
Tú que me enseñaste a ser fuerte,
oye, Señor, el formidable grito
de quien muere de sed de lo infinito.
Título: La Bohemia Tabasqueña
Autor: Gerardo Rivera
Raquel
¿Cuántos misterios dormidos en la sombra! El porvenir es misterio y es sombra.
Siempre he sentido por los niños un no sé qué, mezcla de amor y de tristeza; me gusta acariciar sus cabellos y besar sus caritas frescas de ángel, revelando inocencia y candor. Siento por ellos tristeza, porque al atravesar por el mundo quién sabe en las garras de qué dolores irán quedando los girones de esas almitas toda bondad; y los amo porque no hay niño malo, todos son buenos y a los buenos se les debe amar.
¿Te acuerdas, lectorcita, de Raquel? No, tú no te acuerdas porque cuando les veía juntas eras chiquitina como ella. Yo sí, porque todas las mañanas me ponía en el balcón a verles pasar rumbo a la escuela, seguidas de sus ayas y con sus canastitas debajo del brazo; tú muy seria y grave, toda una señorita; ella, risueña, charlatana, caprichosa, voluble; saltando los charcos que en la acera por donde iban había formado el aguacero que cayó durante la noche mientras los ángeles arrullaban con sus cantos los sueños de los niños.
Lectorcita, cuando te conocí creí que era tu hermana Raquel, porque era como tú bella; pero tu nodriza me contó que eran vecinas. Después te fuiste a vivir a otra calle y no has vuelto a saber de ella. Su historia es triste como la de todos los
que caen; escúchala:
Hacía mucho tiempo que no la veía, lo suficiente para que la niña hubiera cedido su puesto a la mujer. ¡Cuánto había cambiado! aquella criatura que al pasar rumbo a la escuela tantas veces me había permitido besara sus mejillas frescas como pétalos de rosas en los albores del día. La encontraba en un salón de baile hecha una mujer. Belleza, hermosura, arrogancia, todo lo reunía, llevando tras sí una gran corte de adoradores tan falsos como las promesas de amor que le hacían.
El carácter de la mujer en nada desdecía del de la niña; siempre voluble, caprichosa, coqueta; tan luego iba en brazos de uno de sus enamorados risueña y satisfecha, como cambiando de parecer, fastidiada, el que ayer le pareció digno de su cariño, no sería capaz hoy de pasar el salón apoyada en su brazo: la avergonzaría.
Así pasó mucho tiempo, engañando y engañada. Las coquetas son así. Desean ser adoradas por el solo placer de vivir jurando amar eternamente, ¿a quién? no les importa, buscan al hombre, y si es tan falso como ellas tanto mejor. He aquí el principal símil entre el hombre y la mujer: los hay buenos y los hay falsos, lo mismo son ellas; no hay duda, la mujer salió de la costilla del hombre.
Todo tiene su término en la vida y al fin llegó el momento de que Raquel a tanto decir que amaba, amó verdaderamente. A todas las de esta clase les pasa lo mismo, y entonces, rotas las alas, ruedan por el abismo y se hunden en lo que mancha, en lo que afrenta.!
Hoy la he vuelto a hallar ¡Pobrecita! ¡Quién había de pensar que Raquel ‘iría a concluir al hospital!
Esta mañana vi pasar un entierro, era el de nuestra amiga, llevaban el cadáver cuatro presidiarios en sus hombros; su corte de adoradores había desaparecido, y sólo la acompañaba a su última morada, una pequeña niña tan linda como fue ella; el fruto de su pasión. La acaricié como acariciaba en otro tiempo a la madre, cuando era buena, le di un beso y vi con profunda tristeza perderse el fúnebre cortejo entre la multitud indiferente Que transitaba por las calles.
Por eso, bella lectora, cuando acaricio a algún niño, siento por él una mezcla de tristeza y cariño, porque el porvenir es misterio y sombra.
Título: La Bohemia Tabasqueña
Autor: Gerardo Rivera
Nocturno
…¡Silencio! ¡soledad! es la alta noche,
y convertido en perlas de rocio
se abriga de las flores en el broche
cansado de viajar por el vacio.
Ven Mireya y escúchame un momento,
la noche es clara y al amor se presta;
el bosque acariciado por el viento
tiene sonidos de encantada orquesta…
¿Oyes el ruiseñor? desde las frondas
lanza al espacio su canción de amores.
así se quejan mis ternuras hondas
acosadas por todos mis dolores.
Ven Mireya a mi lado, que no puedo
traspasar con valor la selva oscura.
me encuentro en el camino y tengo miedo
de que me halle tan solo la tristura.
Si acudes cariñosa a mi reclamo,
al encontrarme entre tus brazos preso,
en cada estrella te diré que te amo
y una estrofa te haré en cada beso.
Ven pues, que los nítidos azahares
riegan su aroma en alas del ambiente
con ellos y mis íntimos cantares
coronas tejeré para tu frente.
Me encuentro sólo con tu amor pensando
oculto del jardín entre la sombra,
y el céfiro que pasa jugueteando
me parece, Mireya, que te nombra.
Quiero mirar tus divinos ojos
las fulgentes pupilas azuladas,
y que al besarme con tus labios rojos
me ilumine la luz de tus miradas.
Es tiempo de partir: llega la hora
que luce el sol sus luminosas galas.
¡Cuándo el cielo de mi alma tendrá aurora!
¡Cuándo tu amor me envolverá en sus alas!
Título: La Bohemia Tabasqueña
Autor: Gerardo Rivera
Trágicos
A ella
Y bien.: ¿por qué tiemblas? ¿por qué no sigues? ya nada temas, avanza. Cejar hoy ¡cuando todos se han rendido! ¡cuando la obra está acabada! ¿No escuchas? en el solitario templo doblando están las campanas, y se oye que las fosas están cavando de un amor sin esperanzas: (¡Oh! Señor, cómo es lenta la agonía cuando está muriendo el alma). Si es tu ley inexorable, verdugo, no te detengas, acaba, no vaciles, estoy vencido, muerto, ya se ha cumplido mis ansias. Fue muy lenta mi agonía: sin quejas, sin reproches y sin lágrimas. ¿Y tiemblas?, ¿y vacilas?; adelante, ¿tu oficio es matar? pues mata.
.* * *
A prisa sepulturero, la fosa cierra muy pronto, trabaja, luego, mucha tierra, duro, que no sea que vaya a quejarse mi alma.
Título: La Bohemia Tabasqueña
Autor: Gerardo Rivera
Romance
A I…
¡Oh! noche, lóbrega noche,
¡Oh! mi triste mensajera,
no que vas cruzando el espacio
sin lunas y sin estrellas.
Sólo el vendaval te canta
su canto de eternas quejas
y el hosco búho graznando
en alas del viento vuela.
Siempre doquiera te siguen
el duelo, el dolor, la pena.
Porque te visten crespones
como al dolor que nos deja
en el pecho hondas heridas
y a la virgen alma muerta:
ilumina tu sendero
el relámpago que huella
a tu negra vestidura con su luz rojiza y fiera
como destrozan a mi alma
los recuerdos y las penas.
Vayan mis cantos, ¡oh noche!
a interrumpir tus tristezas,
y si al cruzar el espacio
llegas a pasar junto a ella
le dirás con dulce acento
que por qué su amor me niega.
Título: La Bohemia Tabasqueña
Autor: Gerardo Rivera