Nuestra heroica Cárdenas, ciudad en el olvido reflejo del desdén
De qué se alimenta el recuerdo sino de cosas buenas, porque las malas se dejan en el olvido (o es lo que decimos para no mortificarnos); tal vez por ello rememoramos lo mejor del pasado y lo hacemos en un contexto quizá idealizado que nos hace añorarlo, o es probable que al observar el presente […]
13 de marzo de 2023

De qué se alimenta el recuerdo sino de cosas buenas, porque las malas se dejan en el olvido (o es
lo que decimos para no mortificarnos); tal vez por ello rememoramos lo mejor del pasado y lo
hacemos en un contexto quizá idealizado que nos hace añorarlo, o es probable que al observar el
presente y al verlo tan deteriorado inevitablemente evocamos aquellos momentos y lugares que
siempre vimos encantadores; tal vez.
Mantenemos en el recuerdo la imagen de nuestra infancia, juventud y madurez, siempre de
la mano del contexto que nos vio crecer, del espacio que recorrimos con nuestros miedos e
ilusiones, donde aprendimos a mirar muchas cosas de la vida, a sorprendernos, a sentirnos seguros,
a reconocernos por la calle en que vivíamos en ese o aquel barrio (que en ese entonces configuraba
la entidad); a ubicarnos a partir del corazón de la ciudad que era el parque circular en cuyo centro
se elevaba la estatua de un orgulloso sacerdote a quien se le debe el nombre de la localidad, el que
será suplido por una torre con un reloj que rara vez marcó la hora con precisión, un espacio para
el asueto repleto de árboles frondosos, con bancas de granito, puestos de bebidas y alimentos
caseros ubicados en los puntos cardinales; parque circundado por un anquilosado palacio
municipal, su iglesia modesta y portales vetustos que entremezclaban negocios y casas familiares.
Ahí se fraguaba un recuerdo indeleble de amor a la ciudad y a todo aquel que considerábamos
conocido y respetado.
Cárdenas
Roberto Rosique
Corresponsal

Compartir: