¡No me hallo en la cárcel, no me hallo!
Sergio M. León Rumbo Nuevo En medio de su terca humedad, mayo insiste en su incómoda permanencia, pese al desesperado otoño que anhela chubascos que se niegan o que, tímidos, prefieren la clandestinidad nocturna para quedar atrapados en atascadas atarjeas que cuando menos a finales de  septiembre hicieron que el agua sucia subiera a los […]
8 de octubre de 2013

Sergio M. León
Rumbo Nuevo
En medio de su terca humedad, mayo insiste en su incómoda permanencia, pese al desesperado otoño que anhela chubascos que se niegan o que, tímidos, prefieren la clandestinidad nocturna para quedar atrapados en atascadas atarjeas que cuando menos a finales de  septiembre hicieron que el agua sucia subiera a los tobillos del Creset.
En ese ambiente espeso, con una sensación térmica de 42 grados a la sombra alentada por una intensa lluvia solar que duele al tocar aún a las pieles más curtidas, el hombre de mediana estatura susurra una lastimera queja en referencia a su estancia en el infierno: ¡aquí no me hallo… no me hallo!”
Pero tendrá que aprender a encontrarse con su triste realidad, porque está sentenciado a una condena de cincuenta años por homicidio calificado; tendrá tiempo para contar los lentos pasos del tiempo y en las despejadas noches contar las estrellas, adivinar sus movimientos e inventar nuevas constelaciones en tanto lo permitan las distancias siderales y el reglamento del centro de internamiento.
A ese mundo kafkiano, de frecuentes escenas narradas por Dante, con algo de “Los Ex hombres” de Gorky, ha llegado de nuevo el ombudsman con palabras e instrucción de aliento, compartiendo créditos  con esa intensa luchadora social que es Yolanda Trujillo, quien lamenta la escasez de recursos que le impide hacer más por quienes menos tienen.
Ahora fue en el auditorio del penal donde los internos conocieron fórmulas sencillas contra la violencia y las adicciones.
El plan original era trabajar recio durante la semana inglesa, pero la tormenta vespertina del martes 24 estrechó el programa y el miércoles llamó a fajina para sacar la basura de las cañerías y así despejar dudas y albañales.
Con los niveles donde deben, los candidatos a la reinserción social volvieron de la mano del ombudsman a las charlas y el mismo viernes asistieron a la clausura de una semana inédita de cuatro días, espacio bien aprovechado que los hizo sentir presos físicamente, pero con el espíritu cada vez más libre.
Fueron 900 varones quienes descubrieron de este modo un mundo nuevo, una especie de geo posicionador satelital que abona hacia nuevas formas de convivencia y de comprensión social.
Este encuentro “fue un maravilloso pretexto para volver a verlos”, le dijo la señora Trujillo a sus amigos-alumnos, mientras que el ombudsman comprometió mayor capacitación y ser un intermediario permanente en la defensa de la dignidad de todos.
Hombres que están aprendiendo de sus errores, también se han entregado a la oración bajo la guía espiritual de un pastor que es todo bondad, sabiduría y paciencia franciscana.
Hombres que se están comprometiendo con el bien social y personal, caminan ahora envueltos en la sencillez de sandalias de hule, unos en short, otros en desgastados pantalones de mezclilla, la mayoría con camisetas ofertadas, las menos, por alguna fundación, y las más por sindicatos y candidatos de todas las filias políticas, que en tanto la tela aguante seguirán vendiendo la oferta de tiempos mejores.
Una enorme olla vaporera que suda por el hielo que la corona, sirve horchata  para brindar por el fin de la semana, instante que los tejedores de hamacas aprovechan para acercar sus trastes y con ello apaciguar un rato la furia del mayo otoñal, cuyo calor no logra detener la nutrida audiencia pública que atiende el primer visitador general del ombudsman, cuyo ejemplo es secundado por el equipo de los servicios médicos de la defensoría popular.
Hasta la doctora llega una especie de fauno que se defiende asegurando que “me acusan de robo, pero yo no me lo robé, sólo que los policías me quemaron los pies y tuve que aceptar…”
Asesoría jurídica, medicina para el cuerpo y al terminar, una talladita a la psique.

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