Nadal arranca como nunca
El español gana 6-1, 6-7 y 6-2 en la final de Doha y por primera vez en su carrera logra un título en enero México Agencias Un set perdido en el abismo del tie-break. Trece aces de su rival. Cuatro puntos de break concentrados en un único juego de la tercera manga, cuando todo se […]
4 de enero de 2014

El español gana 6-1, 6-7 y 6-2 en la final de Doha y por primera vez en su carrera logra un título en enero

México
Agencias
Un set perdido en el abismo del tie-break. Trece aces de su rival. Cuatro puntos de break concentrados en un único juego de la tercera manga, cuando todo se estaba decidiendo de terremoto en terremoto. Todo eso debió superar Rafael Nadal en Doha para sumar 6-1, 6-7 y 6-2 frente a Gael Monfils su título 61, el primero que consigue en enero. El número uno mundial, que ahora atacará el Abierto de Australia (desde el 13 de enero), nunca había empezado tan bien una temporada. No solo sumó un trofeo sobre cemento en la cita con la que abrió el curso, sino que lo hizo superando múltiples dificultades, como demuestra que apurara los tres sets en tres de los cinco duelos que jugó en Doha. Aun con margen de mejora en movilidad y coordinación, el rodaje que buscaba el español para preparar su asalto a Melbourne quedó asegurado por una final que arrancó como una exhibición y acabó como un combate a pecho descubierto. “Sobreviví”, resumió el campeón sobre un torneo que no le cruzó con ningún tenista del top-20.
La responsabilidad de que el dulce paseo del inicio se convirtiera en un camino lleno de espinas fue de Nadal. El español, discontinuo durante la semana, firmó un mal juego en su primer servicio del segundo set. De error en error, entregó el break y permitió que cambiara la dinámica del encuentro. Del Monfils apático y desdibujado de la primera manga se pasó a uno hiperactivo, convencido y agresivo. “Allez!”, gritaba el francés a cada punto. “¡Vamos!”, celebraba mientras sumaba un intercambio tras otro, desbordando a Nadal de palo en palo. El número uno se quedó mudo, y no precisamente porque estuviera impresionado.
Hace muchos años que desapareció aquel chaval que llenaba los partidos de puños apretados, bíceps contraídos y gritos celebratorios. Nadal es hoy un competidor con un gran sentido del autocontrol. El español sabe que las emociones pesan en los partidos, y que cuenta también el convencimiento que transmite a sus rivales, mandar el mensaje de que no duda, no teme y no tiembla. Frente a la tormenta, no alteró el gesto. Vio cómo Monfils se apuntó un juego en 47 espídicos segundos, de ace en ace. Inmediatamente cedió la segunda manga en el desempate, tras desaprovechar tres bolas de break. Y solo cuando el partido entró en el tercer parcial, con Monfils disparando bombas y creyendo en la victoria (había ganado ya dos veces al español en Doha), se derritió la máscara de hielo de Nadal y aparecieron los gestos del guerrero.

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