Misteriosa pieza revela un sentido oculto de «Las Meninas»
El cuadro de Velázquez, ha sido objeto de numerosas interpretaciones que van más allá de la escena palaciega que parece representar A veces, un jarro es solo un jarro. Otras, es la puerta a una nueva forma de percepción. En la obra maestra «Las Meninas», un juego de sombras y espejos que nunca ha dejado […]
22 de noviembre de 2020

El cuadro de Velázquez, ha sido objeto de numerosas interpretaciones que van más allá de la escena palaciega que parece representar

A veces, un jarro es solo un jarro. Otras, es la puerta a una nueva forma de percepción.
En la obra maestra «Las Meninas», un juego de sombras y espejos que nunca ha dejado de intrigar, un pequeño y hasta ahora bastante desapercibido jarro de barro en el centro del lienzo transforma la obra, una instantánea de la vida palaciega, en un tratado sobre la ilusoria y trascendental naturaleza de la existencia.
Sin este objeto de arcilla se marchita el misterio de la obra, que ha atrapado la atención de los observadores por más de tres siglos y medio, desde que el pincel de Velázquez la alumbró en 1656.

Personajes
La obra muestra un autorretrato del artista a los 57 años, cuatro años antes de su muerte en 1660 y después de haber pasado las últimas tres décadas como pintor de cámara del rey Felipe IV de España.
Paleta en mano en el lado izquierdo de la escena, la «selfie» a tamaño natural de Velázquez nos mira como si fuéramos el mismo objeto que está tratando de capturar en el enorme lienzo que tiene ante él.
Es un cuadro sobre un cuadro en la superficie imaginaria de un lienzo que no podemos ver.
En el centro de la pintura, a la izquierda de Velázquez, vemos a la infanta Margarita, hija del rey Felipe IV y Mariana de Austria, flanqueada por un par de damas de servicio.

Un punto de fuga que se desvanece
«Las Meninas» juega con nuestra mente y nuestra retina.
Por un lado, las líneas de perspectiva del lienzo convergen y arrastran nuestra mirada hacia un punto de fuga, que es la puerta.
Pero por otro, el espejo empuja nuestra atención hacia la parte posterior de la pintura, para evaluar la posible posición de los espectros reales.
Se nos arrastra constantemente hacia dentro y hacia fuera de la obra, mientras que la habitación que Velázquez dibuja se convierte en una extraña dimensión elástica que es a la vez transitoria y eterna, un reino tangible, pero también brumoso e imaginario.
Las imágenes de Velázquez tienen un efecto casi psicotrópico en nosotros. Propician un estado casi de trance al que la pintura ha llevado al público generación tras generación.
Quizá estemos describiendo una alucinación o una visión mística antes que una pintura.

El jarro
Fácil de ignorar en el cruce de perspectivas ópticas, filosóficas y psicológicas que se entreveran en el cuadro, hay un objeto que quizá ofrezca una pista material del efecto pretendido por la alucinógena obra maestra de Velázquez sobre nuestra conciencia: un vibrante punto rojo en la forma de un pequeño jarro.

Alucinaciones
En los círculos aristocráticos españoles del siglo XVII se convirtió en una especie de moda que las niñas y mujeres jóvenes mordisquearan los bordes de estos jarros de arcilla porosa y lentamente los devoraran por completo.
Visitantes mirando «Las Meninas» en el Museo del Prado.
«Las Meninas» causa fascinación desde hace más de 300 años. Foto: Getty Images vía BBC
Una consecuencia química de consumir la arcilla extranjera era un dramático aclaramiento de la piel hasta adquirir un tono casi fantasmal, lo que en aquella época era una aspiración estética y una demostración de riqueza y de que el sustento de uno no dependía de un trabajo realizado bajo el sol que oscurecía la piel.
Ciudad de México
Agencias

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