Heberto Taracena Ruiz
Telegramas de antaño
incluían
contestación pagada.
El mensaje viajaba
y podía regresar
sin valor agregado.
Otros viajes, los más,
nunca han garantizado
seguridad de vuelta.
El destino indecible
de la muerte
puede truncar, de pronto,
el pasaporte.
Viajar cuenta a partir
de la salida.
Por el regreso,
no responde un alma.
Dentro del círculo
rodamos
a expensas de la última
ruleta.
Días y años
pueden encarnar
el viaje irretornable.
Sin prejuicios,
la realidad acecha
y mide la existencia.
Empero,
no saber sobre el punto
de llegada,
final,
reanima a continuar
viajando a más.
Que, incluso,
vivir es un viajar,
incierto,
al punto de partida,
impredecible.
Cunduacán, Tab., a 10 de junio de 2022