Heberto Taracena Ruiz

El ambiente en Tabasco,
entonado por verdes
tiernos entre corolas
infantiles y adultas,
va cifrando mensajes
puntuales, entintados
en guayacanes rubios,
extraordinarios;
macuilíes afinados
de pétalos diversos
y buganvilias cálidas.

Las carreteras,
de lado a lado,
a la mesa de verdes
y más verdes ofrecen,
acá a la orilla
y allá a trasfondo,
número interminable
de floreros en ramas:
tal multiplicidad
que a miras del paseante
entretiene, subyuga
y recrea sentidos.

Cosa de deambular
parajes de Tabasco
y gozar el encanto
a que invita su flora.
Despertar a emociones
entre accesos y pasmos
que desconocen límites.

Es el paisaje
de la Primavera
tabasqueña,
que no da asiento
a la monotonía.
Paisaje
que sustentó el pincel
de los abuelos,
a marcha lenta,
sobre caminos reales
de antaño.
Y que entró a sucesión
de nuestros padres,
como si el inventario
floreciera
en medio de una luz
divinizada,
imperturbable,
que en la estación
catamos
con nuevos gozos
de hijos y nietos,
cuando que año con año
se hace recién prendida.

Cunduacán, Tab., a 21 de marzo de 2021