Heberto Taracena Ruiz
La muerte se anda lenta,
incesante.
Es vela diaria
más allá de pestes.
Llega a uno por uno
o en colectivo:
de ciclo en ciclo.
Cuando se anuncia
predispone,
llega.
Cuando no avisa,
llega.
No hay el mejor momento,
sólo pide el ser vivo:
llega.
Estamos hechos
mitad para la vida,
mitad para la muerte:
de igual rasero…
Empero, el organismo
viene diseñado
de innúmeras defensas
que éstas,
invisibles,
en tanto que tales,
procesan vida
de parte a parte,
a nuestro pro.
Oh misterioso
corazón en vela.
De los padres latinos
aprendiste
que sueño es retrato
de la muerte.
Y al reflejarte en ella,
conciertas
ajustar su abordaje
para anclarte
al segundo puntual
inevitable.
Tan natural
como para
no dejarse morir
antes de tiempo.
Vivir a plenitud,
con las reservas
emocionales
que salven
del desgano.
Llega la muerte,
lenta,
pero en el camino
el espacio será
según de qué
cada quién
lo aprovisone.
Cunduacán, Tab. a 3 de abril de 2020