Heberto Taracena Ruiz
Mensaje lapidario
sobre el Coronavirus
es la muerte
-cada días más cercana-,
de cuerpo ausente.
Inquieta.

No la que convoca
a la buena costumbre
sin invitaciones;
pero a que asistimos
para que los deudos
guarden compañía
y pésame social.

Con todo,
el cortejo
-con o sin palabras-
reconforta.
Pues si la muerte
es soledad que oprime,
ventanas pueden
abrir en esos trances
la solidaridad.

De estas pruebas
nadie habrá
que pueda declarase
exonerado.

El duelo, irreparable,
casi remoto de compartir;
sin embargo
no es lo mismo llevarlo
en el aislamiento
que con apoyos
parroquianos.

Bendecida costumbre
trasladada
de familia en familia,
desde niños;
en el entendido
de sembrar el tequio
hacia el camposanto.

La parca
no cumple años
ni sabe de salud.
Es palabra sellada
a su arbitrio.
Nada qué ver
con la fatalidad.
Llega anunciada
por mil voces
o repentina,
¡quién lo creyera!

La muerte,
es la peor advertencia;
tal vez la última,
la más severa.

Esta de ahora,
triste y triste,
sigue
haciendo de las suyas.

Cunduacán, Tab., a 5 de julio de 2020