Heberto Taracena Ruiz

Las “vastas orejas”
de los informantes,
no son como salmos
que “El Lobo de Gubia”
oyera de hinojos
ante San Francisco.

No son pabellones
para mosquiteros
en catre rural,
o preservativos
contra paludismo.

Menos para rayos
frente a tempestades
bajo el Astro Sol
al calor del día.

No son cotonetes
para los oídos
en la mezcolanza
de jalea-cerilla.

¿Qué figuras son
tales hablantines?

En pocas palabras
y al margen de ánimos
de hacer la contraria,
son los informantes
frecuentes pedazos
de paja, que al fuego
del chisme caliente
queman la garganta
por fingir que sirven
de quienes se sirven.

En este período
de redes sin pesca,
ellos, sin embargo,
vegetan ocultos;
no como pandemia
rendida a su ciclo
del mediano plazo,
sino como improntas
perversas, forzosas,
de que hoy vacuna.
Tartufos, no informan:
son “miseria honrada”.

Cunduacán, Tab., a 28 de abril de 2020