Heberto Taracena Ruiz
Entre datas finales
del año agonizante,
resalta una u otra
emoción discordante.
¿Qué parte las oculta?
Quién lo supiera
para localizarlas
y unirlas al servicio
de la tranquilidad
íntima, personal.
Pero que están, ni duda
cabe, en alguna astilla
del mecanismo humano.
El sentirlas perturba
e inventa que las horas
transcurren a raudales,
distantes del alcance,
mudas de nacimiento.
La incógnita persiste
hasta llegar al último
suspiro
del año que concluye.
Los días que amanecen
pintan ser estafeta
de su brazo final;
tal que si prolongaran
la incertidumbre
del año por delante.
Si Santa Claus regala
en fechas de posadas
ilusiones infantes
en traje rojo-blanco,
los Reyes Magos traen
en montura desértica
otros sueños al trote
de pisadas nostálgicas.
Desencuentro y encuentro
entre el fin y el principio
no cesa
y tiende a prolongarse
por el resto del año.
Así comienza enero
y empareja a diciembre
en un abanicar
y tupir de añoranzas.
Las alegrías portan
en carnaval
la máscara bailable,
entre cavilaciones
de aquello que nos cala…
Cunduacán, Tab., a 31 de diciembre de 2021.