Heberto Taracena Ruiz
Esto ocurrió
mil y una veces
en mil y un torretas:
a borbotones
la tierra eructó
barriles y dólares.
Miradas del mundo
fueron enloquecidas
por la luz continua
de oscuros hallazgos.
Éramos ricos,
¡golosamente ricos!;
antítesis
de la abundancia
mal dirigida,
loada a rabiar.
Fuimos esclavos
del petróleo
al ciento por ciento,
perforando el terruño
de un Jauja
empobrecido.
La creatividad
hizo poca falta
si con plata a pasto
cualquier asno pudo
montar en ancas
del poder.
Los municipios,
casi por igual,
perdieron identidad
elevando torres
desde las cuales
sentó la ignorancia.
Y como la culpa
involucra a todos,
pulveriza
responsabilidades,
simulando luego
nadie ser culpable
a quijada batiente.
Hoy no es tarde.
Nunca lo será.
Mas resulta complejo
remar contracorriente
cuando a intenciones
mejores
acechan dificultades
mayores.
Dura lección
que, bien aprendida,
habrá de ir librando
a mediano plazo
el camino
que en trotes ilusos
extraviamos.
Cunduacán, Tab., a 20 de abril de 2020