Heberto Taracena Ruiz
Imbéciles fanáticos del fútbol
que compran su afición a punta pies,
no debieran estar sino en la cárcel
por infragancia.
La indignación no abarca en una línea
ni en dos y en tres ni en mil;
tampoco es aguantable para dar
cabida a los desmanes celebrados.
Porque vaya que cabe en operantes
materiales diabólico deleite
que recalientan desde sus moradas
para orgullo de quienes los parieron.
Y en los intelectuales patrocinios
desentenderse así del espectáculo,
sabiendo las dos piezas que ninguna
autoridad ajustará las cuentas.
Para ejemplos estamos confundiendo
a familias enteras, expectantes,
con una desazón que escalofría
de tanto remirar pirueta y media.
A dónde vamos a parar a dónde,
gritan los pasajeros de esta era,
sin que nadie los oiga ni detenga
el laberinto que atolondra a ras.
Nos entretienen hoy las consecuencias
vergonzantes que por sólo mirarlas
pueden creerse en su brutal terreno
para maldito ejemplo de videntes.
Pero las causas a buen recaudo
encogen de hombros para simular
no haber prendido vela en al entierro
de la moral ni de otras naderías.
Las investigaciones con choteo
pierden por lo común y tantas veces
su credibilidad al anunciarse
sin resultados desde cien a uno.
Cunduacán, Tab., a 6 de marzo de 202