Heberto Taracena Ruiz
Nadie sabía de Él.
Nadie de Ella.
Él cobijado en el anonimato
que con nadie se mete.
Ella en las mismas,
sin romper olas
en sus vaivenes.

Para nadie contaban
bien o mal.

En el bajo perfil
que no se proponían
iban, intrascendentes,
acurrucados
a su sombra de vida.

Cumplían las funciones
biológicas
de nacer y morir.
Sin que Él y Ella
se diesen cuenta
del proceso biológico
ni por si acaso.

El mundo de ambos
se reducía
a la familia,
que no deja
de ser alentadora,
y allegados
dentro de parabienes
de la convivencia.

No pretendían cacarear
otras aspiraciones
ni accidentales,
que las hay.

Contentos
iban y venían
Él y Ella por su cuenta.

De pronto y sin aviso
la vida de Él
y de Ella
dieron un giro
de ciento ochenta grados.

Un amigo
llega a un cargo
de tal benevolencia,
de que volaban
nombramientos
a granel.

Él y Ella
reciben la noticia
con espanto
de que conformarían
el nuevo equipo.

Por un tiempo
todos hablaron
de Ella, de Él.
Pasado lapso
volvieron a las mismas.
Nadie sabe de Él,
nadie de Ella.

unduacán, Tab.,a 12 de septiembre de 2020