Minipoemario Lunar: EL SISMO
Heberto Taracena Ruiz Armaron el temblor y la pandemia un dueto instantaneo de reservados pronósticos. Cada segundo sospechó eternidades que casi el cien por ciento percibimos: árboles, seres vivos, personas y cosas, zamarreados. Pero el temblor se va en réplicas menores y la pandemia queda, ominosa como llegara, mordiente. Con el temblor al pronto reaccionamos […]
24 de junio de 2020

Heberto Taracena Ruiz

Armaron el temblor
y la pandemia
un dueto instantaneo
de reservados
pronósticos.

Cada segundo
sospechó eternidades
que casi el cien por ciento
percibimos:
árboles, seres vivos,
personas y cosas,
zamarreados.

Pero el temblor se va
en réplicas menores
y la pandemia queda,
ominosa
como llegara,
mordiente.

Con el temblor al pronto
reaccionamos
por una lentitud
paralizante;
sintiendo que las olas
del movimiento
nos ahogaban
en una sequedad
acalorado.

En minutos las calles
de enfrente
sirvieron de refugio
a vecinos,
a cual más nerviosos
y embozados
en cubre bocas.

Vino el temblor, se fue,
pero su estela
deja una incertidumbre
de resuellos.
No hubo daño mayor
como no sea
el vaivén
de emociones
que lentas
volverán
a su sitio;
hasta con eso
de que el temblor reciente
ya no será
en razón de que dos
movimientos telúricos
jamás se dan iguales.

La pandemia le dio
la bienvenida,
viéndolo trasegar
como una ráfaga
que al extinguirse
nos deja pensativos;
mientras que en ella va,
más que como viniera
el tiempo aletargado.

Cunduacán, Tab., a 23 de junio de 2020

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