Heberto Taracena Ruiz
El silencio no es mudo
ni sordo.
Habla, oye. Anuncia.
Acumula ademanes
para desentrañarlos
en horarios de prueba;
señales donde habita
el bien y el mal;
para elegir
con esmero
según el caso,
a qué atenernos
por vía del sentido
o sinsentido
que al final sobrevengan.
El silencio no aplica
frases de diccionarios
ni voces rebuscadas:
adornos de unos cuantos
leídos y escribidos.
Nos llama
por igual;
sirviendo a nuestra mesa
una gama
de posibilidades
para que el pensamiento
ordene sobresaltos,
múltiples desafíos.
Nada nuevo acordarse
que todo mundo piensa
cuando habla o calla
en la superficie,
a la mitad,
al fondo del silencio.
Esto nos toma
de un momento a otro
por sorpresa;
dado que ya pensar,
pensar,
tiene lo suyo…
Pero es en ese campo
que el silencio celebra
sus bodas de oro…
Convida, presuroso,
y habrá qué obedecerlo
para aspirar a ser,
por último,
quiénes contemos,
¡no de quiénes se cuente!
Cunduacán, Tab., a 24 de abril de 2020