Heberto Taracena Ruiz
El amor tiende redes
invisibles.
No envejece. No muere.
Es la continuación
del nacimiento,
renovable.
Tiende sus hilos
de un corazón
a otro corazón;
destinando a éste
energía
generadora de pasiones.
Sabe que llegará
de día o de noche
a la clave de sol
y de luna
y estrellas,
sin que nada
ni nadie
lo ensombrezca.
No allanará ventanas
ni paredes
porque desde el espacio
que lo envía
reposará al llegar
a otro espacio
que lo recibe
para congratularse.
No es de fríos,
calores
ni envolturas
de aparadores.
Templa, al viajar,
el rojo que lo abrasa.
Es que el amor
se cumple
con los años;
y jamás finaliza
en el punto final.
Ahí quedan
para siempre
conectados,
en cada estremecer,
dos corazones.
Las palabras se van,
se van, se van…
Cunduacán, Tab., a 28 de enero de 2020